BEATO ACISCLO PINA PIAZUELO
1936 d.C.
10 de noviembre
En Barcelona, ciudad de España,
Beato Acisclo Pina Piazuelo, religioso de la Orden de San Juan de Dios y mártir,
que durante la furiosa persecución fue asesinado por odio a la religión.
Joaquín Pina Piazuelo nace en Caspe (Zaragoza) el 26
de julio de 1878, en el seno de una familia de campesinos labradores, honrados
y muy cristianos, que proporcionaron al muchacho una buena formación
religiosa, pero, como era habitual entonces en su clase social, con poca base
cultural. Vive y trabaja con su familia, hasta que que se decidió por
la vida religiosa y pidió el ingreso en la Orden Hospitalaria de San
Juan de Dios. Ingresó el 15 de septiembre de 1915, con 37 años,
en el postulantado de Ciempozuelos, y el maestro de novicios comprobó
que tenía buena voluntad y disponibilidad, pero carecía de la
formación humana deseable para hacer la profesión religiosa
y le propuso quedarse como oblato, lo que él aceptó con mucha
humildad y modestia. Se le dio, pues, el hábito de devoción
y tomó el nombre de hermano Acisclo el 20 de marzo de 1916.
Prestó sus servicios con mucha diligencia, primero en
el sanatorio psiquiátrico de Ciempozuelos, pasando luego a la casa
de San Baudilio de Llobregat y posteriormente a la de Pamplona, de donde fue
enviado al asilo-hospital de Barcelona. En varios de estos hospitales se
encargó de la vela nocturna de los enfermos y, en Barcelona, del cuidado
de los niños escrofulosos. Llegada la revolución de julio de
1936 tuvo que abandonar la casa religiosa, y fue acogido en varias casas
sucesivamente hasta que lo recibió doña Sebastiana Escribano,
en la calle Ríos Rosas, del Barrio de San Gervasio. El 5 de noviembre,
al mediodía, registraron los milicianos la casa y se llevaron a la
señora y al religioso a la checa de San Elías, donde fueron
registrados y separados. Según declaró la señora, fue
sacado en la noche del 10 de noviembre junto con muchos otros sacerdotes,
religiosos y seglares, que fueron fusilados en las afueras de la ciudad. Fue
beatificado el 25 de octubre de 1992 por el papa Juan Pablo II.