ADRIANO VI
1522-1523 d.C.


   De nombre Adrian Florensz, también conocido como Adriano de Utrecht era de origen holandés, lo que le valdrá ser apodado durante su pontificado como "el pontífice bárbaro".

   Lejos de la avidez, las maniobras y la larga espera de anteriores aspirantes al trono de san Pedro en su afán por conseguirlo, Adriano se mostró indiferente al cargo, no hizo nada por alcanzarlo y, sumergido como estaba en las intrincadas tareas de la regencia de España, ni siquiera asistió al cónclave en el que se produjo su designación. De todos modos, su aparente desidia por erigirse en la máxima autoridad de la iglesia estaba plenamente compensada con el interés de su egregio discípulo que presionó cuanto fue necesario en tal sentido: la larga mano del emperador Carlos V se hizo notar en el encumbramiento al solio pontificio de su antiguo preceptor.

   Adriano de Utrecht, en efecto, además de profesor de Teología en la Universidad de Lovaina, había sido maestro de Carlos I de España (Carlos V, como emperador) desde que éste contara tan sólo seis años. Una década después, en 1516, el heredero de la corona de Castilla y Aragón enviaba a Adriano como legado ante el cardenal Cisneros, a la sazón regente de estos reinos tras el fallecimiento en enero de ese mismo año de Fernando el Católico. Convertido en rey de España, Carlos I agradecería los servicios prestados por su fiel mentor impulsando su ascenso en la carrera eclesiástica, primero como obispo de Tortosa, más tarde como inquisidor general de la Corona de Aragón y luego de la de Castilla, y por fin como miembro del colegio cardenalicio, mientras él mismo le distinguía confiándole la regencia de España cuando tuvo que ausentarse del país en 1520 por razón de su designación como cabeza del Sacro Imperio. No fue una encomienda fácil la que se le hizo al regente, que hubo de enfrentarse a los gravísimos incidentes ocasionados por las revueltas de las Comunidades castellanas y las Germanías levantinas. No es de extrañar que, elegido papa el 9 de enero de 1522, no pudiese desplazarse a Roma para tomar posesión de la silla apostólica hasta el 19 de agosto.

   Curtido en los avatares políticos antes de instalarse en el Vaticano, su breve paso por él (poco más de un año) no le ofreció oportunidad de utilizar la experiencia adquirida en las tareas de estado. Pudiera pensarse que, en todo caso y por mor del débito de la suma dignidad eclesiástica a su patrocinador Carlos V, iba a ser un pontífice dócil y sumiso al emperador, pero no fue así o no, al menos, de forma incondicional.

   Adriano hizo esfuerzos por obrar con imparcialidad en la pugna continuada entre Carlos y Francisco I de Francia y no siempre estuvo del lado de aquél. Al final, no obstante, entró en alianza secreta con Carlos V, Inglaterra y Venecia en contra de Francia; su temprana muerte (septiembre de 1523) le impidió realizar cualquier acción en el seno de tal alianza, como tampoco le permitió poner algún remedio al avance del luteranismo y a la dispersión de su grey.

   Tras su muerte, el 14 de septiembre de 1523, ningún pontífice no italiano fue elegido hasta Juan Pablo II.

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(Samuel Miranda)