BEATO AGRÍCOLA RODRIGUEZ GARCÍA DE LOS HUERTOS
1936 d.C.
21 de julio



  Nació el 18 de marzo de 1896 en Consuegra (Toledo). A los siete años de edad se separó de sus padres para marchar a Burgos, donde estudió en el colegio de los Hermanos Maristas. Luego pasó al Colegio de San José, de Burgos, para estudiar la carrera sacerdotal, incorporándose finalmente al Seminario Mayor de Toledo. Se ordenó el 21 de julio de 1918. A los pocos días se le destinó a Villacañas como coadjutor.

   En 1921 obtuvo en la Universidad Pontificia de Toledo el doctorado en Sagrada Teología. Accedió a la parroquia de Guadamur en 1925. Y en 1928 fue destinado como regente a Mora, para convertirse en ecónomo, a principios de 1930.Coinciden los testigos en señalar su ejemplaridad en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. Era hombre adornado de buenas cualidades humanas: agradable y educado en el trato, ordenado, puntual, justo, inteligente y culto, dotado de gran serenidad y fortaleza.Desde 1931, con el advenimiento de la República, se creó un ambiente cada vez más hostil a la Iglesia. D. Agrícola lo experimentó en su propia vida con acusaciones por parte de los enemigos de la Iglesia, que le llevaron a la cárcel y al destierro de su parroquia durante tres meses. Cuando se lo permitieron, volvió a su parroquia de Mora, sabiendo a lo que se exponía. Y allí permaneció hasta su martirio, sin abandonar en ningún momento el rebaño encomendado.

   Uno de los testigos, que entonces era su monaguillo, relata así el martirio de D. Agrícola: “Era el 21 de julio de 1936. Nos encontrábamos en la iglesia y se sintió un gran tumulto, incluso tiros. En la sacristía, el párroco estuvo hablando con un grupito de gente. No sé si la puerta de la sacristía la cerró el sacristán; lo cierto es que nosotros anduvimos descalzos para no hacer ruido. Cuando se oía que ya habían matado a algunos, a él le entró preocupación por su madre y hermana. Se puso delante del sagrario y rezó el rosario. Antes nos había animado a tener paciencia, fe y esperanza. Consumimos las formas consagradas. Serían como las cuatro o cinco de la tarde. Ya estábamos solos dos mujeres, D. Agrícola y yo. A esa hora abrió la puerta de la sacristía y él pidió que respetaran a las mujeres y al niño. Yo oí decir: “Venimos sólo a por ti, tira p’adelante”. Caminó por la acera unos diez pasos y oí una larga descarga, como si fuera de metralleta. Le vi caer boca abajo, con un boquete en el lado derecho de la espalda. Vi cómo caían sus gafas por la acera. Yo ya, por miedo, salí corriendo hacia mi casa”.El martirio fue agónico. A pesar de los muchos impactos recibidos en su cuerpo, no cayó a tierra, iniciando su vía martirial en dirección a su casa. Más adelante, recibió de frente la segunda descarga mortal, cayendo por tierra. Cuando todos le daban por muerto, D. Agrícola, a duras penas, incorporó medio cuerpo y logró poder sentarse sobre el bordillo de la acera. Entonces un miliciano se acercó a él y propinándole una feroz patada en el pecho, le lanzó boca arriba. No conforme el agresor, le pisoteó cruelmente y se puso a bailar grotescamente sobre su cuerpo. En ese instante una miliciana le disparó un tiro sobre el pecho. Antes de introducirle en la fosa, dice otro testigo, tuvieron que darle un tiro en la cabeza, porque aún conservaba algo de vida.
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(Samuel Miranda)