SAN ANACLETO
76-90 d.C
San Anacleto
fue romano, hijo de Emiliano, nacido en la calle Patricia de la región
o barrio quinto, y habiéndole convertido a la fe el Apóstol
San Pedro se hizo discípulo suyo, y en la escuela de tal maestro
aprovechó tanto en tan poco tiempo, que fue ejemplo y modelo de
todo el clero de Roma, así por su celo como por su fervor y admirable
devoción.
Con su afabilidad conquistaba
los corazones de todos, hasta de los mismos paganos; y el grande amor
que profesaba a Jesucristo daba a entender que había heredado de
su maestro aquella singular tenura con que éste había mirado
siempre al Salvador. Hacía San Pedro tanto aprecio de San Anacleto,
que se cree, y con razón, haberle escogido juntamente con San Lino,
no sólo para trabajar a su visita en Roma y sus contornos, como
los demás operarios evangélicos, sino también para
que en su presencia gobernasen aquella primera Iglesia del mundo.
A San Lino le sucedió
San Anacleto en el año 76. Bien era menester un Pontífice
tan grande en aquellos dificultosos tiempos de una Iglesia recién
nacida y de una persecusión tan universal. No hubo provincia tan
remota en todo el Imperio romano, ni rincón tan escondido que no
sintiese los efectos de su caridad y de su celo en las necesidades de los
cristianos. A unos socorría con limosnas, a otros alentaba con cartas,
y a todos dirigía y consolaba con paternales instrucciones. Aunque
el rebaño era muy numeroso, a todos proveía el vigilante Pastor.
Ordenó en Roma a 25 presbíteros, y no omitió medio
alguno de cuantos podían contribuir al bien, aumento y propagación
de la Iglesia.
Habían pasado 12
años que gobernaba la Iglesia, cuando Domiciano, mortal enemigo
de los cristianos, excitó contra ellos una de las más horribles
persecusiones. No se pueden decir las crueldades que ejerció contra
los siervos de Cristo, cuyo nombre estaba resuelto a exterminar. A un mismo
tiempo estalló la tempestad en todas partes: en un sólo
día se contaron muchos millares de Mártires, y en todos
los rincones del Imperio corrían arroyos de sangre de aquellos
héroes cristianos.
Pero hacía poco
caso el tirano de la exterminación del rebaño, mientras quedase
con vida el Pastor, y así convirtió contra él toda
su rabia. Mandó que fuese buscado el Pontífice romano, el
cual no cesaba de correr día y noche por la ciudad y las campiñas,
arrastándose, digámoslo así, por las grutas y cavernas,
para asistir y consolar a los fieles.
San Anacleto fue arrestado
y metido en una cárcel cargado de cadenas. La alegría que
mostró, con admiración de todos, acreditaba el deseo que tenía
de derramar su sangre por Cristo; pero la impaciencia con que estaba el tirano
por verle acabar la vida, le ahorró muchos tormentos. Fue, pues,
martirizado en Roma el día 26 de abril del año 90. Consérvase
su cuerpo en la Iglesia de San Pedro en el Vaticano, y se muestran algunas
de sus santas reliquias en las de San Pablo de Plaza Colonna.
Le honran como a su patrono
y titular: la ciudad de Ruvo en la antigua Calabria, creyéndose
en ella por antigua tradición que habiendo venido a ella San Anacleto,
viviendo todavía San Pedro o poco después de su muerte,
siguiendo su carrera apostólica, convirtió a la fe a la
mayor parte de sus vecinos, y fue su primer obispo o a lo menos su Apóstol,
antes de ascender al sumo pontificado.
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(Samuel Miranda)