BEATO ANDRÉS MAJADAS MÁLAGA
1936 d.C.
16 de agosto



Andrés Majadas Málaga, décimo de los once hijos de Galo y Regina, nació en Becedas (Ávila) el 2 de marzo de 1914. El pluriempleo del padre, alguacil, carpintero y sacristán, no le sacaba de la pobreza. La religiosidad de la familia era admirable. Andrés se mostraba enérgico, vivo de genio y de talento. A los siete años quedó huérfano de madre y pasó al hospicio de Ávila hasta meses antes de su ingreso en religión. Fueron años de cosecha vocacional en Becedas, debido a la labor de una religiosa de la Divina Pastora. Hasta diez o doce muchachos entraron en el seminario franciscano, entre ellos Fray Marcelino Ovejero, Celestino y Vicente, hermanos de Andrés.

Éste ingresó en el de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1924. Dos años después pasaba al de La Puebla de Montalbán (Toledo), abierto entonces, para cursar tercero, cuarto y quinto de humanidades. El 20 de mayo de 1929 vestía el hábito franciscano en Arenas de San Pedro (Ávila), para profesar de votos temporales el 21 de mayo de 1930. En Pastrana (Guadalajara) cursó el trienio filosófico, y en Consuegra (Toledo) los tres primeros años de teología. Hizo su profesión perpetua en Consuegra el 17 de agosto de 1935, con sus condiscípulos, y con ellos recibió la tonsura, las órdenes menores ese mismo año y el subdiaconado el 6 de junio de 1936, todo ello en Ciudad Real.

Bien dotado intelectualmente, Andrés fue siempre aplicado, nunca ocioso, lector asiduo, que profundizaba los temas de estudio con otros libros. Su natural era áspero y nervioso, pero había logrado dominarlo, y en su trato era jovial y amable, no hacía ostentación de su talento y ayudaba a sus compañeros en los estudios. Él, que ejerció de enfermero con gran caridad, sufrió, ya de profeso, una grave enfermedad, que supo aceptar con entereza y serenidad. Persona de carácter y de convicciones, coherente con ellas, recto y piadoso, infundía respeto en sus condiscípulos y se preparaba con empeño para el ministerio sacerdotal. Escribió artículos de filosofía y teología y varios poemas en la revista del seminario. En estos últimos expresa sus sentimientos ante la persecución religiosa y su disposición para la cruz del martirio, que abrazó el 16 de agosto de 1936.

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(Samuel Miranda)