BEATO ÁNGEL HERNÁNDEZ-RANERA
DE DIEGO
1936 d.C.
16 de agosto
Ángel Hernández-Ranera
de Diego nació en Pastrana (Guadalajara) el 1 de octubre de 1877.
Sus padres, Félix y Manuela, labradores humildes y muy cristianos,
le bautizaron al día siguiente. Ángel, de genio vivo, piadoso,
acólito-sacristán de las concepcionistas franciscanas de su
pueblo, del que había entonces más de quince franciscanos,
sintió nacerle la vocación en el trato con ellos y, estudiados
los años de Humanidades (Latinidad) en el convento de la localidad,
tomó el hábito franciscano en el mismo el 29 de octubre de
1892, y en él profesó al año. Cursó sus estudios
filosóficos y teológicos en los conventos de Pastrana, La Puebla
de Montalbán (Toledo) y Consuegra (Toledo), donde emitió su
profesión solemne el 5 de junio de 1897, y en Almagro. Fue ordenado
sacerdote en Ciudad Real el 9 de junio de 1900.
En Almagro inició su actividad sacerdotal, que continuó
en Almansa (Albacete). En 1906 salió para las misiones de Filipinas.
Allí trabajó en la isla de Samar como párroco de Allen
(1909-1919), de Catubig (1919-1924) y de Laoang (1924-1929). Fue también
coadjutor interino de otras parroquias.
Regresado a España en 1929, residió tres años
en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) como vicario y profesor del seminario,
y tres en Quintanar de la Orden (Toledo) como vicario, discreto y maestro
de hermanos no clérigos. Con los mismos cargos fue destinado a Consuegra
en 1935. Fue el confesor de ese seminario.
Sus feligreses filipinos le recuerdan como sacerdote piadoso
y diligente en su ministerio, generoso y caritativo, querido por el pueblo
y respetado por las autoridades. En las parroquias que regentó, fundó
una escuela parroquial, organizó la Orden Franciscana Seglar, las
cofradías, un coro y una banda de música, reedificó
dos de las iglesias y levantó una torre en otra de ellas. Sus alumnos
del seminario menor de Alcázar le querían por su sencillez
y ternura paternal, que no castigaba. Los estudiantes de teología
le recibieron en 1935 como modelo de futuros sacerdotes.
En el año escaso que vivió en Consuegra, ejerció
el apostolado en la iglesia y en las capellanías de la comunidad,
con asiduidad al confesonario. Entre los seglares y los propios religiosos,
tenía fama de piadoso y recogido; entre sus hermanos de hábito
no se oían quejas contra él. La vida del P. Ángel Ranera,
entregada por entero al Señor, tuvo una digna culminación en
el martirio, que repetidas veces manifestó desear y que tuvo lugar
en Fuente el Fresno el 16 de agosto de 1936.