BEATO ANGELO PAOLI
1720 d.C.
20 de enero
Nació el 1 de septiembre
de 1642 en Argigliano, anejo entonces del municipio de Fivizzano, hoy de
Casola en Lumigiana (Massa). En el bautismo le pusieron el nombre de Francisco.
En 1660 recibió la tonsura y las dos primeras órdenes menores.
Después de pasar algunos meses con su familia, tomo el habito carmelita
en Fivizzano y fue enviado a hacer el no- viciado a Siena y allí pronuncio
los votos el 18 de diciembre de 1661. Estudio filosofía y teología
en Pisa y Florencia y en esta ciudad celebro su primera Misa I el 7 de enero
de 1667.
Su vida puede dividirse en dos periodos: en su provincia religiosa
de Toscana y en Roma. El primer periodo se caracteriza por frecuentes cambios
de residencia: en Argigliano y en Pistoya, en 1675 vuelve a Florencia como
Maestro de novicios. Dieciocho meses más tarde se halla de párroco
en Corniola y en 1677, diez meses después, es trasladado a Siena y
luego a Montecatini en 1680, donde dos años después se le encarga
la enseñanza de la gramática a los religiosos jóvenes;
pero ese mismo ano le trasladan a Pisa y pocos meses mas tarde a Fivizzano
como organista y sacristán. En 1687 el General de la Orden lo llama
a Roma donde, en el convento de S. Martino ai Monti, vivió los treinta
y dos años restantes de su vida, primero como Maestro de novicios
y luego como ecónomo, sacristán y organista y al mismo tiempo
como director del conservatorio para muchachas fundado por Livia Vipereschi.
Durante la primera época de su vida, por doquier había
ido dejando a su paso el muy grato recuerdo de un alma sedienta de silencio,
de oración, de mortificación, pero sobre todo de un hombre
entregado a la caridad espiritual y corporal hacia los enfermos y los pobres,
tanto que en Siena le dieron el apelativo de “Padre Caridad”. Y siempre hizo
honor a este apelativo dondequiera que se hallara, especialmente en Roma
donde cuido de los dos hospitales de S. Juan (el de hombres y el de mujeres)
y fundo el hospicio para convalecientes pobres en la avenida entre el Coliseo
y la basílica de S. Juan. Su lema fue: “Quien ama a Dios debe buscarlo
entre los pobres». Supo también atraer a muchas personas que
le imitaron en su atención a los necesitados. Y así se comprobó
sobre todo durante las calamidades públicas, tales como los terremotos
e inundaciones que se abatieron sobre Roma en los anos 1702 y 1703, en una
época en la que el fasto de unos pocos contrastaba con la miseria
de la mayoría.
Acertó a dar a los ricos muy buenos consejos y ellos
le estimaron y le secundaron y emplearon como mediador en sus propias obras
de beneficencia. Enseñó a los pobres a ser agradecidos y a
encontrar en su humilde condición motivos de perfeccionamiento moral.
Fue consejero de príncipes y de otros “grandes” de la Roma de entonces
o de los huéspedes ilustres de la ciudad. Cardenales y altos prelados
le tenían en gran estima. Rehusó la púrpura que le ofrecieron
Inocencio XII y Clemente XI porque - decía – “habría redundado
en perjuicio de los pobres a los que no habría podido atender”.
Tuvo una confianza plena en la Divina Providencia, a la que
solía llamar su “despensa”, en la cual nunca falta nada. Esta confianza
se vio no pocas veces recompensada con hechos humanamente inexplicables,
tales como la multiplicación de cosas sencillas destinadas al alimento
de los pobres. Al practicar la caridad, no descuidaba, sin embargo, la justicia:
siendo el mismo ejemplo de justa retribución a 1os obreros, sabía
conseguir también que obraran con justicia quienes a veces se olvidaban
de ello. Su unión profunda con Dios la buscaba en la oración
solitaria, ya fuese en una cueva como cuando era niño en Argigliano,
en los espacios ilimitados del Monte S. Peregrino, en los sótanos
del convento de Florencia, o en las catacumbas romanas, en su celda o en
el corillo de la iglesia de S. Martino donde la noche se le pasaba en un
santiamén, descansando —solía decir— como S. Juan “sobre el
pecho de Cristo por medio de la oración”. Destaco por su amor a la
Cruz que quiso alzar incluso materialmente allá donde le fue posible:
entre Argigliano y Minucciano, en el Monte S. Peregrino, junto a Corniola,
y en Roma tres en el Testaccio y tres dentro del Coliseo. El Señor
le dio a conocer algunos sucesos lejanos (como la muerte de Luis XIV y la
victoria del Príncipe Eugenio de Saboya; en Petrovaradin) o futuros
(como su propia muerte y la de otros). Varias personas le atribuyeron señaladas
gracias estando él todavía en vida.
Murió el 20 de enero de 1720 y fue sepultado en la iglesia
de S. Martino ai Monti donde se encuentra actualmente en la nave izquierda.
Tres af1os después de su muerte se inicio el proceso informativo diocesano
en Florencia, Pescia y Roma. El apostólico se desarrollo de 1740 a
1753. La heroicidad de sus virtudes fue reconocida por Pío VI en 1781.
Angelo Paoli fue beatificado en Roma, en la basílica de San Juan de
Letrán en 25 de abril 2010.