BEATA ANTONIA MARÍA VERNA
1838 d.C.
25 de diciembre
Antonia María Verna
nace el 12 de junio de 1773 en Pasquaro, pequeña localidad de la fértil
y delicada llanura Canavese (en el Piamonte italiano), tierra regada por
el río Orco a pocos kilómetros de Rivarolo (Turín).
Sus padres son Guillermo Verna y Doménica María Vacheri, unos
pobres campesinos, ella es su segunda hija y la bautizan el mismo día
de su nacimiento.
Una única habitación sirve como hogar para todos
los miembros de la familia, fuertemente unida y anclada a la fe y sus principios.
Mamá Doménica es su primera catequista. Ya de niña asistía
a la iglesia parroquial, sigue con atención las homilías y
participa en las clases de catecismo y luego, una vez que regresa a su casa,
enseña lo aprendido a los niños que se reúnen en torno
a ella. Aprende a amar al Niño Jesús, a la Virgen Inmaculada
(a la que se consagrará y que tendrá gran influencia en la
fundación de su Instituto) y a San José, a quien elegirá
como su especial patrono. Tres devociones que la acompañarán
durante todo su caminar.
A los 15 años esta deseosa de comprender lo que Dios
quiere para ella. Los padres quieren encontrarle un buen marido, pero Antonia
María tiene una idea completamente diferente. Esta divergencia de
las opciones le produce mucho sufrimiento. En esos tiempos de "combate espiritual"
encontrará la fuerza y el coraje en la oración y después
de un largo estudio con su confesor toma la decisión de consagrarse
a Dios con el voto de virginidad perpetua. No sabemos exactamente dónde
y cuándo hizo el voto, tal vez en la Iglesia de su país de
origen, o en una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Providencia.
A causa de la insistencia reiterada para el matrimonio (de hecho
no faltaban los pretendientes), Antonia María se ve obligada a dejar
Pasquaro por un cierto período de tiempo. Mientras tanto las conmociones
causadas por las coincidentes ideologías a la Revolución francesa
del 1789 debilitan, también en Italia, el sentido religioso, reduciendo
el sentido ético de la sociedad. La lava revolucionaria va invadiendo
y cubriendo de naturismo y racionalismo todos los campos para proclamar con
violencia los "derechos humanos", derechos que no tienen ya nada que ver
con la dimensión sobrenatural, dimensión que es expulsada con
agresión y odio.
El protestantismo, la Ilustración, la filosofía
laicista, la masonería penetran en la urdimbre y la trama de la civilización
europea. Antonia María, inteligente y con visión de futuro,
se da cuenta de que ha llegado el momento de afrontar el mal, a pesar de
tener tan sólo 17-18 años de edad. Su primer biógrafo,
Don Francesco Vallosio, escribió: «Ella intuye la causa del
mal de su tiempo: "la falta de instrucción y de una educación
cristiana básica". Y así surgió en ella el pensamiento
generoso de oponerse a aquel dañino río, para detener el vicio
desenfrenado, disipar las tinieblas de la ignorancia, formar a los jóvenes
en la virtud y llevarlos a Dios».
Después del voto de virginidad, emitido a los 15 años
de edad, decide retornar humildemente a las bancas de la escuela, recorriendo
a pie 8 kilómetros diariamente con tal de poner en práctica
lo que tiene en su mente y que siente le ha sido dictado por el Señor.
La oración y la penitencia son las armas de su impetuosa llamada:
así comienza el apostolado en Pasvuaro, con simplicidad pero gran
eficacia, cuidando maternalmente de los niños y los mayores. Vallosio
escribe: "Con amor de madre reprocha, orar y evita que aquellos desaconsejadamente
rechacen las prácticas cristianas: toda celo y paciencia para instruir
a los ignorantes, reconfortar a los débiles, consolar a los afligidos,
y con dulzura inefable comparte el pan del intelecto con los niños,
instruyéndolos en los principios básicos de la religión".
Ahora siente que los confines de Pasquaro son demasiado estrechos
para su misión y se trasladó, entre 1796 y 1800, a Rivarolo
Canavese. Estos son tiempos duros y difíciles: primero los vientos
de la Revolución Francesa llegaron al Piamonte, luego llegaron las
campañas militares de Napoleón, la gente es cada vez más
pobres, los inadaptados son cada vez más frecuentes y la delincuencia
se expande como una mancha de aceite.
La nueva casa de Antonia María está constituida
por una sola habitación que sirve de "templo, aula y claustro", en
este local imparte una instrucción que incluye la enseñanza
del catecismo y la alfabetización. Sin embargo todavía es no
sacia su caridad, por tanto decide también asistir los enfermos a
domicilio. Todavía esta sola, pero las tareas son muchas y no logra
atenderlas todas, por ello, entre 1800 y 1802 se unen a varias compañeras
(no se conocen los datos precisos), y la primera comunidad es constituida.
Así surgen las Hermanas de la Caridad de la inmaculada Concepción.
Para la erección canónica de la Congregación Madre Verna
tuvo que atravesar muchos obstáculos. El 7 de marzo de 1828 obtuvo
la Patente Real de aprobación del Instituto, ese mismo año
el 10 de junio y con el apoyo del Obispo de Ivrea las fundadoras de la Congregación
pudieron tomar el hábito y realizar su profesión religiosa.
El 27 de noviembre 1835 recibió la aprobación eclesiástica
definitiva.
Madre Verna murió el día de Navidad de 1838, dejando
a sus hijas rebosante de actividad, capaz de ofrecer gratuitamente ("gratis"
como la fundadora solía decir), sin reservas, y por amor de Dios,
"el acceso completo a la labor de la salvación a imagen de María
Inmaculada", como se indica en la Regla de la Congregación.