SAN ANTONIO DE SANTA ANA GALVAO
1822 d.C.
23 de diciembre

San Antonio de Santa Ana Galvao

El primer Santo de Brasil

   En Sao Paulo, de Brasil, beato Antonio de Santa Ana Galvao de França, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que se dedicó con fruto al ministerio de la predicación y de la penitencia y fundó el Retiro de la Luz, en donde dirigió con gran moderación espiritual una comunidad de Hermanas. Frei Galvao era reconocido en su tiempo como 'hombre de paz y caridad'

Canonización

   Antonio Galvao de Franca, el beato canonizado Mayo 11, 2007 por el papa Benedicto XVI, fue un hombre devoto que dedicó su vida a ayudar a enfermos y menesterosos, y que dos siglos después de desarrollar su obra se ha convertido en el primer santo brasileño.

   Consejero y confesor que socorría a los pobres en viajes a pie por la capitanía de Sao Paulo e incluso por Río de Janeiro, su labor fue reconocida en vida: en 1798 el Senado de Sao Paulo lo consideró como 'hombre de paz y caridad'.

   Fue canonizado por el Papa en una multitudinaria misa celebrada en el Campo de Marte de Sao Paulo, en el tercer día de la visita pastoral de Benedicto XVI a Brasil.


Biografía

   El fraile fue presbítero de la Orden de los Frailes Menores Alcantarinos o Descalzos. En vida, se le atribuyeron varios milagros relacionados con la curación de embarazadas y personas con problemas renales.

   Antonio Galvao de Franca, que tomó el nombre religioso de Antonio de Santa Ana, nació en Guaratinguetá (Sao Paulo), en el seno de una familia acomodada y profundamente cristiana.

   De 1752 a 1756 estudió en el 'Colégio de Belém', de los padres Jesuitas, en Salvador de Bahía (nordeste de Brasil), junto con su hermano José.

   Estuvo a punto de ingresar en la Compañía de Jesús, pero su padre, preocupado por el clima de la época contra los jesuitas, promovido por el gobierno portugués del marqués de Pombal, prefirió que ingresase en la Orden de Menores Descalzos de la reforma de San Pedro de Alcántara.

   Con 21 años entró para el noviciado en el Convento de Sao Boaventura, en Vila de Macacu (Río de Janeiro), con lo que renunciaba ya a un futuro prometedor en la sociedad.

   El 16 de abril de 1761 pronunció sus votos solemnes; un año después fue ordenado sacerdote y se trasladó al Convento de San Francisco, en Sao Paulo, donde continuó con sus estudios de filosofía y teología.

   Su vida estuvo marcada por la fidelidad al sacerdocio franciscano, así como por su devoción y dedicación a la Inmaculada Concepción, como 'hijo y esclavo perpetuo', según escribió el 9 de noviembre de 1766 en una consagración mariana.

   En 1774 fundó la congregación del 'Recolhimento de Nossa Senhora da Conceicao da Divina Providencia', institución clausurada por orden del capitán general de Sao Paulo, y posteriormente reabierta gracias a la presión popular.

   Además, creó y ayudó a construir en Sao Paulo el Monasterio de la Luz en 1774, que sería declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

   En 1811, el religioso fundó el Monasterio de Santa Clara en la ciudad paulistana de Sorocaba, donde permaneció durante once meses para encaminar la nueva institución y la comunidad.

   En los documentos que se conservan de la época de Frei Galvao se le describe como un hombre de continua oración y del que se atestiguan fenómenos místicos, como éxtasis, levitación y bilocación.

   Cuando no pudo asistir a los enfermos, Frei Galvao comenzó a escribir en un papel una oración a la Virgen María en latín, que enrollado en forma de píldora, se colocaba en la lengua de enfermos y mujeres embarazadas para lograr la curación o para ayudar en el parto.

   Desde entonces, esas 'píldoras', a las que se atribuyen poderes milagrosos, se distribuyen gratuitamente a las personas necesitadas en el Monasterio de la Luz y en Santuario de Aparecida, entre otros lugares de la región.

   Frei Galvao falleció el 23 de diciembre de 1822 y a petición de sus seguidores y de las hermanas de la Luz fue sepultado en el Monasterio de la Luz, que se convirtió en un lugar de peregrinación.

   En 1998, fue beatificado por Juan Pablo II, al atribuirle la curación de una niña de cuatro años que sufría 'insuficiencia hepática   fulminante'.

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(Samuel Miranda)