BEATO ANTONIO LÓPEZ COUCEIRO
1936 d.C.
29 de julio
Varón de hondo espíritu
religioso y elevado sentido de austeridad, sus penitencias eran proverbiales
y notorias, físicas y morales. De plena obediencia ejerció
ministerios varios y diversos destinos. Carácter duro que compensaba
y dominaba con seria humildad y reconocimiento de sus limitaciones. Alguien
dijo de él que para la cima de la santidad sólo le faltaba
el martirio. El Señor se lo concedió en julio de 1936, a sus
66 años de edad.
Dispuesto y bien preparado para el martirio, sirvió de
ejemplo y estímulo para los demás en las horas trágicas
que precedieron al sacrificio de su vida. Recordóles la conveniencia
de la confesión sacramental en aquellos momentos, y la absoluta necesidad
de perdonar evangélicamente. Por querer ayudar al religioso mayor
del grupo, que se desplazaba con dificultad, ambos fueron apresados y fusilados
con todo el grupo de dominicos que había quedado en el pueblo. Malherido,
caído en tierra, juntó las manos, miró al Cielo, y le
oyeron musitar: «¡Señor, perdónalos, porque no
saben lo que hacen!». Fueron sus últimas palabras.