VENERABLE ANTONIO MARGIL
1726 d.C.
6 de agosto
Antonio Margil de Jesús. (Valencia,
18 de agosto de 1657 - México,6 de agosto de 1726) fue un franciscano
valenciano, misionero y evangelizador de América, fundador de los
Colegios Apostólicos de Propaganda Fide de Querétaro, Guatemala,
y Zacatecas. Su nombre de bautismo era Agapito Margil Ros.
Fue bautizado en la iglesia de los Santos Juanes de Valencia (España),
sus padres se llamaban Juan Margil y Esperanza Ros. Entró en la orden
franciscana a los 18 años, en el convento de la Corona de Valencia.
Fue ordenado sacerdote en 1682 y antes de marchar de misionero a América,
en marzo de 1683, residió en los conventos de Onda y Denia.
Partió de Cádiz a finales del mes de marzo de 1683 junto con
otros compañeros de la Orden franciscana, tras visitar en Valencia
a su madre y el que fue su primer convento, el de la Corona. El viaje fue
de setenta y cuatro días de penosa travesía con borrascas que
llevaban al peligro de naufragio de su embarcación, hasta que el 6
de junio de 1683 llegó al puerto de Veracruz, que terminaba de ser
saqueado por el pirata llamado Lorencillo. A los pocos días comenzó
su ruta evangelizadora. Partió andando por orden del prelado llevando
el Breviario, un báculo y un Crucifijo, confiando en la Providencia
divina.
Lo primeros pueblos en los que predicó fueron Cotastla, Guatusco y
San Lorenzo de los Negros, si bien en todo el camino hasta el convento de
la Santísima Cruz de Querétaro, no perdió ocasión
de difundir la palabra.
Querétaro fue el primer centro de su actividad; desde allí
comenzó una increíble etapa misionera itinerante, a pie, al
estilo franciscano instaurado en México 150 años antes por
fray Martín de Valencia, y durante más de diez años
recorrió desde el citado México, Guatemala, Honduras, Nicaragua
y Costa Rica. Más de 40.000 personas recibieron el bautismo del padre
Margil.
Predicaban por parejas, y cuando llegaban a los pueblos, entraban escuálidos
y mal vestidos pero cantando, alegres y con la cruz levantada; ello provocaba
que las gentes salieran a recibirlos maravilladas y escucharan sus palabras.
Según algunas fuentes, los indios Chiapas quedaron tan asombrados
con Margil y su acompañante que cuando veían llegar a un franciscano
salían a recibirlo con flores, como «compañeros de aquellos
padres que ellos llamaban santos».
Gran devoto de la Pasión del Cristo y de la Virgen María, por
las poblaciones que pasaba difundía el Ave María y las estaciones
del Vía Crucis, y donde les parecía, siguiendo una costumbre
de los misioneros, levantaban una cruz tan grande como podían.
De Querétaro partió hacia Yucatán, predicando por toda
la zona. Luego marchó a Tabasco. De camino a Ciudad Real, en el pueblo
de Tustia, enfermaron gravemente los dos frailes, llegando al punto de recibir
Antonio la Extrema Unción. Finalmente, de forma milagrosa,1 sanaron
y al poco siguieron su camino hacia Ciudad Real, donde predicaron un tiempo
para dirigirse luego a Guatemala, recorriendo la costa sur durante meses.
Llegaron al sur de Costa Rica en 1688 Margil y su compañero, un fraile
llamado Melchor. Se toparon con unos indios llamados Talamancas, organizados
en varias tribus. Eran indios antropófagos que hacían sacrificios
humanos. Los españoles, ante las dificultades para tratar con ellos,
utilizaban la fuerza y los llevaban a trabajar las tierras.
Los dos frailes sufrieron torturas y estuvieron próximos a perder
la vida; fueron recibidos a saetazos y con golpes de hacha pero salieron
indemnes del trance ante el asombro de los indígenas. En otra ocasión
pasaron tres días de rodillas sin comer ni beber custodiados por los
indios, pero sin duda uno de los momentos más complicados fue cuando
fueron amarrados a un madero dentro de una hoguera. Finalmente los dos misioneros
consiguieron su objetivo y convirtieron a los indios. Fundaron en la zona
más de una docena de misiones (Santo Domingo, San Antonio, El Nombre
de Jesús, La Santa Cruz, San Pedro y San Pablo, San José de
los Cabécaras, La Santísima Trinidad de los Talamancas, La
Concepción de Nuestra Señora, San Andrés, San Buenaventura
de los Uracales, Nuestro Padre San Francisco de los Térrebas, San
Agustín, San Juan Bautista y San Miguel Cabécar), consiguiendo
que el gobernador de Guatemala prohibiese sacar más indios de sus
tierras.
El obispo de Guatemala convenció a Margil y Melchor para que fueran
al norte de Costa Rica en 1691. Siguiendo su costumbre, entraban en los pueblos
cantando y con la cruz en alto, saludaban a todos los indios y poniendo en
manos de los caciques locales la cruz les pedían los ídolos
a los que adoraban asegurando que no servían para nada; luego los
quemaban públicamente y los dos franciscanos hacían penitencia.
El alcalde de Cobán suplicó a la pareja que fuera a tierras
de los lancadones, que vivían junto al río Usumacinta superior
y las selvas meridionales, pues complicaban las relaciones entre Yucatán
y Guatemala. En julio de 1693 ya se encontraban de camino, subiendo riscos
y peñas por las montañas de las citadas tierras.
Los indios lancadones eran conocidos por su hostilidad desde los primeros
tiempos de la conquista, y se había intentando reducirlos en diversas
ocasiones. Sus correrías llegaban hasta la región de Chiapas,
y al grito de "Cristianos, decid a vuestro Dios que os defienda" quemaban
pueblos, mataban gente y llevaban cautivos, sacrificando a los niños
en altares a sus dioses sacándoles el corazón.
Tras ser abandonados por los guías llegaron los frailes medio muertos
a un poblado de lancadones. Éstos, al verlos, los molieron a palos,
destrozaron sus ropas y las pocas pertenencias que acostumbraban a llevar
y los encerraron cinco días en una cabaña con la intención
de matarlos luego. Margil y Melchor se las arreglaron para hablar con el
cacique local, no consiguiendo convencer a los indios ni éstos a los
dos frailes para que adoraran a sus ídolos.
Quedó fray Melchor y marchó Margil con doce, pero debido a
las inclemencias del tiempo murieron diez y al regreso molieron a palos a
Margil, que fue llevado de vuelta con Melchor. Tras reponerse fueron a predicar
nuevamente a Vera-paz y al poco se separaron los dos frailes, marchando Melchor
hacia el sur.
Tiempo después el presidente de la Real Audiencia de Guatemala, Jacinto
de Barrios Leal, organizó una expedición en 1695 con 600 hombres.
Tras un penoso viaje por la selva llegaron en Semana Santa a un lugar cerca
de un río, a las faldas de una montaña, el 30 de marzo de ese
año. Al lugar lo bautizaron como Monte Santo, realizando allí
los oficios correspondientes a las fechas. El 19 de abril entraron en el
pueblo, que fundaron con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores,
el mismo pueblo lancadón donde sufrieron tormento los franciscanos.
Se trasladó Margil a una misión próxima, que consagró
a San Antonio de Padua. El Presidente de la Audiencia decretó regresar
y al año próximo abrir un camino hasta el lugar, quedando allí
Margil y otros compañeros. Llegó el Presidente a su casa el
4 de julio.
Según varios informes enviados por el Obispo de Nicaragua,
fueron más de 40.000 los indios que acogieron la Fe cristiana. Margil
estuvo hasta 1697 evangelizando a los lancadones y otras tribus de la zona.
Regreso a la provincia de Guatemala allí predico y evangelizó
en esas zonas hondureñas o Comayagua, salvadoreñas y cruzó
hasta San Miguel, Granada, León en Nicaragua. Fray Antonio fundó
misiones franciscanas en San Luis Potosí, Zacatecas, Saltillo y Monterrey
en México.
El mejor ejemplo está en el Convento de Guadalupe, creado
con fines de "Propaganda Fidei" o de propagación de la fe; de todos
los establecidos en América, éste fue el más grande
e importante. Fundado en 1707 por Fray Antonio Margil de Jesús y dedicado
a la Virgen de Guadalupe, cuenta con una maravillosa colección de
arte virreinal.
En lo que hoy es Estados Unidos fundaría una misión
en Sabinas, siguiendo el Río de Norte hasta Texas donde se encontró
con la tribu de Nacog Dochis. Seguidamente después de haberse librado
del encuentro con los nativos fundaría las misiones del Santo Espíritu
y San José en el territorio de Texas. Él regreso a Zacatecas
y abrió el convento de las monjas. Murió en el Convento de
San Francisco de México. En 1836 fueron declaradas heroicas las virtudes
del Venerable siervo de Dios fray Antonio Margil de Jesús, cuyos restos
reposan en La Purísima de la ciudad de México.