APARICIÓN DE LA VIRGEN DEL CARMEN



   La veneración cristiana se remonta a los ermitaños devotos del lugar que, después de las cruzadas, formaron en Europa la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas).El Monte Carmelo, actual Israel, ha sido un sitio de devoción religiosa desde la antigüedad. En la Biblia Hebrea se le menciona con el nombre de Hakkarmel (lugar del jardín), en el libro del profeta Isaías como un lugar de gran belleza y aparece también en relación al profeta Elías. No aparece, sin embargo, en el Nuevo Testamento.

   Según la tradición carmelita, el 16 de julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se le habría aparecido a San Simón Stock, superior general de la Orden, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita. La veneración recibió reconocimiento papal en 1587. Según esa tradición devota, la Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo, creencia que ha sido respaldada por los Pontífices. La iconografía principal de la Virgen la muestra portando dicho escapulario.

   La devoción mariana hacia la Virgen del Carmen se extendió a muchos países de Europa y América, destacando entre ellos España, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, México, Panamá, Perú y Venezuela.

   En Inglaterra, el 16 de julio del año de 1521, en la pequeña localidad de Ayslesford, en el condado de Kent, cerca de Canterbury, "se apareció la gloriosa Reina de los Cielos a San Simón Stock, con majestad, acompañada de muchos ángeles y llevando en la mano un Escapulario que entregó al Santo, con la promesa de su asistencia maternal a cuantos lo llevaran a la hora de la muerte.

   Apenas se publicó en el mundo la noticia, comenzó a propagarse esta devoción y pueblos y reyes se impusieron el Sagrado Escapulario y se alistaron en la Cofradía de la Vírgen del Carmen, que así comenzó a llamársele. Los Sumos Pontífices la aprobaron y colmaron de alabanzas y la misma Reina de los Cielos la confirmó con admirables prodigios.

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(Samuel Miranda)