LA ASUNCIÓN DE MARÍA
15 de agosto
La Madre de Dios fue asociada
estrechamente, por voluntad del Padre, a los misterios de su Hijo. Así,
al igual que Jesús, también ella murió y fue sepultada.
Pero, como dice el Prefacio, «el Señor no quiso que conociera
la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu,
concibió en su seno al autor de la vida».
Al respecto escribía Pío XII: «A la manera
que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y último
trofeo de su más absoluta victoria sobre la muerte y el pecado, así
la lucha de la bienaventurada Virgen, común con su Hijo, había
de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal... Por eso,
la augusta Madre de Dios, misteriosamente unida a Jesucristo desde toda la
eternidad, ... consiguió, al fin, como corona suprema de sus privilegios,
ser conservada inmune de la corrupción del sepulcro y, del mismo modo
que antes su Hijo, vencida la muerte, ser levantada en cuerpo y alma a la
suprema gloria del cielo». Y la Constitución papal que en 1950
declaró el dogma de la Asunción concluía con esta definición:
«Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido
el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».