BEATO BAUTISTA SPAGNOLI
1516 d.C.
20 de marzo
El beato Bautista pertenecía
a una familia española por parte de padre, pero su madre era originaria
de Brescia, en el norte de Italia, y él nació en Mántua.
A causa de sus antecesores, tanto él como su padre eran conocidos
con el apodo, o quizás el apellido, de «Spagnolo», «Español».
Demostró gran habilidad en los estudios cuando niño y, de muy
joven recibió buenos fundamentos en filosofía y retórica.
Hubo irregularidades en su juventud que causaron penas a su familia, pero
al fin, Bautista se sintió llamado a la vida religiosa y entró
a una comunidad carmelita en Ferrara. Desde el principio, buscó seguir
el camino de la perfección y también se consagró a las
letras y a las ciencias sacras con tanto éxito, que sus composiciones
latinas y sus versos lo colocaron entre los famosos humanistas de la época.
Dios le dio en grado notable el don de consejo, reconocido ampliamente, sobre
todo entre los carmelitas de Mántua, por el cual seis veces fue reelegido
vicario general de la reforma.
No solamente fue en el claustro donde dio ejemplo y ayuda, sino
que se hizo querer de muchas gentes en el mundo y de los pobres y desheredados,
para los que fue como un padre. Príncipes y papas lo tuvieron en la
mayor estima, parte por su sabiduría y parte por el tacto que mostraba
al tratar los negocios delicados. Nunca quebrantó ninguna de las reglas
de su orden, ni se apartó de la pobreza, a la que se había
comprometido, cuando se encontraba fuera del convento y en ambientes mundanos.
En varias ocasiones, cuando por su enfermedad alguna pequeña mitigación
hubiera sido permisible, continuó todas sus mortificaciones y prácticas
de piedad acostumbradas, pese a su mala salud.
Contra su voluntad, el beato Bautista fue elegido prior de la
orden carmelitana, pero se necesitó un mandato especial del papa para
que se decidiera a aceptar el cargo. A despecho de su humilde opinión
acerca de su capacidad, demostró ser un superior muy capaz y ejemplar.
Tuvo una gran devoción a Nuestra Señora y no perdía
oportunidad de manifestársela y de extender su culto. Su increíblemente
vasta producción de poemas latinos (55.000 versos) estuvo casi toda
animada con un propósito religioso. Glorificó las maravillas
de Loreto y cantó las fiestas de la Iglesia, deseando sobre todo demostrar
que la buena literatura no necesariamente estaba asociada con el paganismo.
Sus conciudadanos en Mántua tenían en tanta estima sus méritos
como poeta, que colocaron un busto suyo que rivalizaba con el de Virgilio.
Bautista dedicó uno de sus más largos poemas a aquel gran conocedor
de las letras, el papa León X, pero no dudó en decirle que
una de las mayores necesidades de la época era la reforma de la Curia
Romana, «que está infectada por una profunda corrupción
que disemina veneno a través de todos los países». «¡Ayuda,
Santo Padre León!», exclamó el poeta, «porque la
cristiandad no está lejos de su ruina».
Cuando volvió a Mántua, al final de su vida, Bautista
soportó con ejemplar paciencia una penosa enfermedad, de la que finalmente
murió, y tranquilamente pasó a recibir su eterna recompensa
en la primavera de 1516. Toda la ciudad se volcó en las calles para
honrarlo el día de su funeral y numerosos milagros, atribuidos a su
intercesión, establecieron su culto inmediatamente después
de su muerte, que fue confirmado en 1885.