BEATA ALICIA LE CLERC
1622 d.C.
9 de enero
Nació el 2 de Febrero
de 1576 en Remiremont (Francia), ducado de Lorena.
Su familia ocupaba una posición destacada; pero es poco lo que sabemos
de la vida de Alexia hasta los diecisiete años.
A esa edad era una joven alta y hermosa, rubia, de constitución delicada,
atractiva e inteligente; en una palabra, como lo hace notar Mons. Francis
Gonne, Alexia era una joven sumamente espiritual.
Ella misma, en uno de sus escritos, nos informa que se distinguía
en la música y la danza, que era muy popular y que tenía muchos
admiradores. Alexia deja entender que se envanecía de todo esto.
A los diecinueve años tuvo el primero de los sueños que habían
de jalonar su vida. Se vio en una iglesia, cerca del altar; a su lado se
hallaba Nuestra Señora, vestida con un hábito religioso desconocido,
hablándole: "Ven, hija mía, que yo misma voy a darte la bienvenida",
le decía. Poco después, la familia Le Clerc fue a habitar a
Hymont.
Ahí encontró Alexia a San Pedro Fourier, que era vicario de
una parroquia de Mattaincourt, en las cercanías.
Un día que asistía a la misa en esa parroquia, Alexia oyó
un ruido de tambor y vio al demonio que hacía bailar a los jóvenes
"ebrios de alegría". En ese instante se operó la conversión
de Alexia, quien nos dice: "Ahí mismo resolví no mezclarme
con semejante compañía".
En la Misa de Navidad de 1597, Alexia Le Clerc, Ganthe André, Isabel
y Juana de Louvroir se consagraron públicamente a Dios, funadando,
bajo la Regla de san Agustín, la Congregación de Canonesas
Regulares de Nuestra Señora.
En 1621, Alexia obtuvo permiso de renunciar al cargo de superiora local de
Nancy, y entró en un corto período de extraordinaria paz, que
fue el preludio de su muerte. Estaba enferma desde tiempo atrás. Los
médicos la de clararon incurable, diagnóstico que desconsoló
a todo Nancy, desde el duque y la duquesa de Lorena hasta las colegialas
y los mendigos.
San Pedro Fournier acudió a toda prisa a Nancy, pero no pudo penetrar
en la clausura, hasta que el obispo le autorizó a ello. La oyó
en confesión y la preparó para el paso "de la muerte a la vida".
La beata se despidió solemnemente de la comunidad el día de
la Epifanía, exhortando a sus religiosas al amor y la unión.
El fin llegó el 9 de enero, después de una larga agonía.
La beata no había cumplido aún los cuarenta y seis años.
El Papa Pío XII la beatificó el 4 de Mayo de 1947.