BEATA EUROSIA FABRIS BARBAN
1932 d.C.
8 de enero
Beata Eurosia Fabris Barban,
terciaria franciscana, Italia, 1932. Nació en Quinto Vicentino, pequeña
localidad situada cerca de la ciudad de Vicenza (Italia), el 27 de septiembre
de 1866; sus padres eran campesinos. En 1870 la familia se trasladó
a Marola, otro pueblo de la provincia de Vicenza, donde Eurosia pasó
toda su vida. Sólo pudo ir dos años a la escuela, entre 1872
y 1874, pues tuvo que ayudar a su padre en los trabajos del campo y a su madre
en los quehaceres domésticos. En la escuela aprendió al menos
a leer y escribir.
Eso le permitió leer la sagrada Escritura y algunos textos
de contenido religioso, como el Catecismo y la historia sagrada. A los doce
años recibió la primera Comunión. Desde ese día
comulgaba en todas las fiestas religiosas, pues en ese tiempo no estaba permitida
la Comunión diaria. Cultivó una ferviente devoción al
Espíritu Santo, a Cristo crucificado, a la Virgen María y a
las almas del Purgatorio. Su amor a María se vio favorecido por la
cercanía del santuario de la Virgen de Monte Berico, que se divisaba
desde su pueblo. A los dieciocho años era una joven responsable, piadosa
y laboriosa. Estas virtudes y su belleza no pasaron desapercibidas, y recibió
varias propuestas de matrimonio, que no tomó en consideración.
El matrimonio se celebró el 5 de mayo de 1886 y se vio coronada con
nueve hijos. Cumplió con la máxima fidelidad sus deberes de
esposa y madre: profunda comunión con su marido, del que se hizo consejera
y consoladora; tierno amor a todos sus hijos; laboriosidad incansable; intensa
vida de oración, amor a Dios y devoción a la Eucaristía
y a la Virgen María. Entró en la Tercera Orden Franciscana -hoy
llamada Orden Franciscana Seglar-, y vivió su espíritu de pobreza
y alegría en el trabajo y en la oración, en la alabanza a Dios
creador, fuente de todo bien y de toda nuestra esperanza. Convirtió
su familia en una auténtica iglesia doméstica, donde supo educar
a sus hijos en la oración, la obediencia, el temor de Dios, el sacrificio,
la laboriosidad y las demás virtudes cristianas. Así se sacrificó
y consumó, día a día, como una lámpara en el altar
de la caridad. Murió el 8 de enero de 1932. Fue beatificada el 6 de
noviembre de 2005 por el Cardenal José Saraiva Martins, bajo el mandato
del Papa Benedicto XVI.