SANTA MARÍA CRISTINA DE LA
INMACULADA CONCEPCIÓN
1906 d.C.
20 de enero
Nació en Nápoles
el 1 de mayo de 1856. Su madre murió pocos días después.
De carácter amable y dócil, recibió una buena educación
religiosa. Pronto dio signos de una clara inclinación a la oración
y a la virginidad. Atraída por las cosas de Dios, huía de las
vanidades mundanas, amaba la soledad, acudía con frecuencia al sacramento
de la penitencia y diariamente a la sagrada Comunión. Solía
repetir: "Debo ser santa; quiero ser santa". A los doce años
hizo voto de castidad perpetua ante una imagen del Niño Jesús.
En 1876 ingresó en la congregación de las Sacramentinas de
Nápoles, tomando el nombre de María Cristina de la Inmaculada
Concepción. Por motivos de salud tuvo que abandonar ese camino que
había iniciado con tanto fervor. Entonces comprendió que había
llegado el momento de dar vida a un instituto, misión a la que se sentía
llamada.
En 1878 fundó las Religiosas Víctimas Expiadoras
de Jesús Sacramentado, congregación que creció rápidamente,
a pesar de las estrecheces económicas, las oposiciones y la salud
precaria de la fundadora. Después de cambiar de sede varias veces,
la comunidad, por consejo del siervo de Dios Michelangelo da Marigliano y
del beato Ludovico de Casoria, se estableció en Casoria, cerca de Nápoles.
El nuevo instituto afrontó numerosas y serias dificultades, pero siempre
experimentó la ayuda de la divina Providencia, y pudo contar con el
apoyo de muchos bienhechores y amigos eclesiásticos. La congregación
se incrementó con nuevos miembros y casas, mostrando gran solicitud
por la educación de niños y niñas. En 1897 la sierva
de Dios emitió los votos temporales.
El 20 de julio de 1903 la congregación obtuvo la
aprobación canónica por parte de la Santa Sede, y el 2 de
noviembre de ese mismo año la fundadora, juntamente con muchas hermanas,
emitió la profesión perpetua. Vivió su consagración
con generosidad, con perseverancia y gozo espiritual, y desempeñó
el cargo de superiora general con humildad, prudencia y amabilidad, dando
a las hermanas continuos ejemplos de fidelidad a Dios y a la vocación.
Su vida siempre estuvo iluminada por una fe sencilla, firme y viva, que
alimentó con la escucha de la palabra de Dios, con la fructuosa participación
en los sacramentos, con la asidua meditación de las verdades eternas
y con la oración ferviente. Cultivó particularmente la devoción
a la Encarnación, a la pasión y muerte de Cristo, y a la Eucaristía.
Para estar más cerca del Sagrario, con el espíritu y con el
cuerpo, mandó construir una celda contigua a la iglesia. Fue muy intensa
su espiritualidad reparadora, hasta el punto de que se convirtió en
el carisma de su congregación.
"El fin principal de la Obra -afirma- es la reparación
de los ultrajes que recibe el Sagrado Corazón de Jesús en el
santísimo Sacramento, especialmente las muchas irreverencias y descuidos,
comuniones sacrílegas, sacramentos recibidos indignamente, misas
mal escuchadas, y, lo que amargamente traspasa aquel Corazón santísimo,
es que muchos de sus ministros y muchas almas consagradas a él se
unen a esos ingratos (...). A las Adoratrices perpetuas el divino Corazón
de Jesús ha querido encomendarles el dulce y sublime oficio de víctimas
de perpetua adoración y reparación a su divino Corazón
horriblemente ofendido y ultrajado en el Sacramento del amor". Recorrió
con gran empeño el camino de la santidad y progresó ininterrumpidamente
en la imitación del Señor, en la obediencia al Evangelio y
en la perfección cristiana. Murió el 20 de enero de 1906.