BEATA VERONICA DE BINASCO
1497 d.C.
13 de enero
Santa Verónica de
Binasco, virgen agustiniana, Milán, 1499. Verónica nació
en Binasco, cerca de Milán, en 1445, era hija de humildes campesinos.
A los veintidós años entró al convento agustino de
Santa María en Milán, y en él pasó treinta años
de vida religiosa en el humilde oficio de Hermana mendicante. Murió
el 13 de enero de 1497, y a los diez años de la muerte, León
X le concedió el culto privado. Mientras vivió en familia
sólo aprendió el duro trabajo campesino; no fue a la escuela,
así que cuando entró en eI convento tuvo que luchar bastante
para aprender a leer y escribir, pero los resultados fueron escasos. Sin
embargo, aprendió la más importante lección de vida
ascética, cuando la Virgen le reveló en una visión
cuál era el camino a seguir para aprender la ciencia divina que lleva
a Dios: 1) La pureza del corazón. 2) La paciencia para con el prójimo,
que no nos hace escandalizar de las culpas, sino que nos lleva a orar por
los que las cometen. 3) La meditación diaria sobre la Pasión
de Jesús. Para que se le grabaran en la memoria estas sencillas pero
preciosas nociones, la Virgen se las tradujo no en letras del alfabeto, sino
con poético simbolismo de colores: el blanco de la pureza y del amor
de Dios, el negro de la paciencia y el rojo de la Pasión. Así,
esta humilde monja analfabeta aprendió la sabiduría directamente
de la fuente divina. Sin haber abierto ningún libro de teología,
y mucho menos un tratado de psicología. Sor Verónica maravillaba
a cuantos se le acercaban por la audacia de su doctrina. También tenía
una clara intuición de las aflicciones de los demás. Sor Verónica,
estaba en contacto permanente con la gente por el oficio que tenía
de pedir limosna de puerta en puerta, pero ella daba más de lo que
recibía dando a cuantos se le acercaban el pan que alimenta el alma.
Por invitación de la Virgen, viajó a Roma a llevarle un mensaje
al Papa, Alejandro Vl. El Papa (un gran devoto de la Virgen) la recibió
amablemente y la escuchó con atención porque comprendió
que se encontraba ante un alma privilegiada. Verónica gozó
del don de la profecía y lo usó para preanunciar el día
y la hora de su muerte. La profecía se cumplió puntualmente,
y sor Verónica expiró serenamente, el 13 de enero de 1497.
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(Samuel Miranda)