BEATO ALVARO DE CORDOBA
1430 d.C.
19 de febrero



   Nuestro Álvaro de Córdoba nace por el 1358 de familia rica y caballeresca, Don Martín y Doña Sancha eran sus padres. Tenían puestas las esperanzas en que su hijo sería la gloria de sus ilustres apellidos Martín López de Córdoba y Alfonso Carrillo. El joven Álvaro era inteligente, simpático, abierto y devorador de libros. En Córdoba se formó en el ya famoso colegio dominicano, llamado Real Convento de San Pablo. Malos años aquellos para la Iglesia y en general para toda la humanidad: La Peste Negra diezmó las ciudades y dejó vacíos los conventos. Los que quedaban o los que entraban de nuevo, muchos de ellos no tenían muchas ansias de austeridades y la relajación era bastante común. Por otra parte una terrible brecha, la más triste que había sufrido la Iglesia, le afligía aquellos días: El destierro de Aviñón, primero, y el tristemente célebre Cisma de Occidente, después.

   Todo esto lo veía y vivía el joven y después ya maduro Álvaro. Álvaro tenía ideas muy claras para terminar tanta corrupción de costumbres de tantos sacerdotes y seglares cristianos, reyes y gente sencilla, que sólo pretendían medrar a costa de la fe y religión: orar mucho, llevan vida de austeridad y ser fieles al Evangelio a toda costa. Para llevar adelante esta misión se sacrifica, recorre provincias y reinos, predica incansablemente, ora con fervor, escribe con fuego, habla con reyes y con cuan tos la ocasión le ofrece... Además de los muchos conventos que reformó, fundó uno de este tipo en el que quiso pasar los últimos años de su vida, el de Escalaceli donde, lleno de méritos, una tarde del año 1430, volaba a la eternidad.

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(Samuel Miranda)