BEATO FERNANDO GONZÁLEZ AÑÓN
1936 d.C.
27 de agosto
En la localidad de Picasent,
en la región de Valencia, en España, Beato Fernando González
Añón, presbítero y mártir, que, en tiempo de
persecución, mereció pasar a la bienaventuranza eterna.
Nació el 17 de febrero de 1886
en la ciudad de Turís, provincia de Valencia, diócesis de Valencia
(España). Sus padres Fernando González Pons, labrador, e Isabel
Añón Navarro quienes formaron un hogar cristiano. Ya desde
muy niño era muy piadoso mostrando su vocación sacerdotal en
sus juegos y hasta en las pláticas que dirigía a sus vecinos
y a los niños de la escuela. Ingresó al Seminario Conciliar
Central, donde se distinguió por su piedad, aplicación y jovialidad,
que le merecieron la estima de superiores, compañeros y amigos; fue
un seminarista ejemplar.
Recibió la tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado
los días 22 y 23 de diciembre de 1911. Tras haber recibido el presbiterado,
celebró por vez primera la Misa en la Parroquia de su pueblo natal
el 6 de marzo de 1913.
Los primeros frutos de su ministerio pastoral los recogió
en el pueblo de Alcácer, donde fue coadjutor en 1913. En 1915 pasó
a Santa Catalina de Alcira, también como coadjutor. Ejerció
después en Macastre, como cura ecónomo, y más tarde,
como Capellán de la Hidroeléctrica, en Cortes de Pallás.
Fue cura regente de Anna en 1924 y coadjutor de San Juan de la Ribera en
1925. En todas estas Parroquias se distinguió como apóstol
de los obreros, a quienes socorrió siempre en sus necesidades. El
24 de junio de 1931 tomó posesión del curato de Turís.
Ya con los suyos, se multiplicó su actividad pastoral, desviviéndose
por el culto y la devoción al Santísimo Sacramento. Fundó
las Cuarenta Horas y promovió la festividad de Cristo Rey y la fiesta
de la Virgen de los Dolores.
Se dedicaba a la atención pastoral de los enfermos y
necesitados, sin olvidar la catequesis. Apóstol y propagandista de
la buena prensa. No hubo petición de pobres que no atendiera, y su
influencia ante personalidades estuvo cultivada con miras a hacer el bien.
El beato Fernando era consciente, en los días previos a la revolución,
de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa
y probable martirio.
La revolución en Turís comenzó con el incendio
de las iglesias, la quema de imágenes y objetos religiosos y el encarcelamiento
de los católicos. Al estallar la revolución de 1936, el beato
reaccionó como un sacerdote católico auténtico. Mantuvo
su ánimo sereno y se confió en la Divina Providencia. Fue detenido
el 27 de agosto de 1936 en la casa abadía. Al día siguiente
fue asesinado no sin antes perdonar a sus ejecutores y pronunciar ¡Viva
Cristo Rey!.