BEATO FRANCISCO CALVO BURILLO
1881 d.C.
2 de agosto
En la aldea de Híjar,
cerca de Teruel, en España, beato Francisco Calvo Burillo, presbítero
de la Orden de Predicadores y mártir, que, en el furor creciente
de la persecución contra la fe, padeció el martirio.
Había nacido en Híjar (Teruel)
el 21 de noviembre de 1881. A los 15 años se dirige al Convento de
San José de Padrón (A Coruña). Después de profesar
estudió filosofía en los conventos de Padrón y de Corias
(Asturias). A fines de 1905 es ordenado sacerdote en Salamanca donde inicia
la carrera de Filosofía y Letras consiguiendo, más tarde, la
Licenciatura en Barcelona. Fue destinado a la enseñanza en el colegio
de Oviedo hasta el año 1912 en que se alistó entre los primeros
para la restauración de la Provincia de Aragón.
En los inicios de la restauración fue uno de los soportales más
fuertes de la misma en la enseñanza, en el gobierno y en el ministerio
sacerdotal.
El P. Paco representa la bondad y la servicialidad e persona.
Piadoso instrumento para que personas pudientc ejercitasen la caridad entre
los pobres de Híjar, a quien(,el Padre tenía en gran consideración
y les ayudaba en toci lo que podía. Profesor estimado y escritor popular
bien v, lorado, fue a la vez un director espiritual que benefició
muchas almas. De escasa salud aprovechaba el verano pav reponerse junto a
su anciana madre. De modo que el preámbulo e inicio de la contienda
los vivió en casa de su madre .
Durante las doce horas que estuvo en la cárcel, la noche
que comenzaba el 1 de agosto el P. Calvo escribió unas letras a su
madre, cuyo original se conserva: "Mamá mía amantísima:
¡Adiós, y ruega por mí! Ya no nos veremos más
hasta el cielo. ¡Perdóname! Todo lo que tengo, la máquina
y cualquier otra cosa es de la Orden. Reparte el dinero a los pobres... Un
abrazo de tu hijo en agonía. Fray Quico".
Hombre de bien, qu tanto bien había hecho a otros, sin
embargo fue detenido. Doce horas en la cárcel le prepararon para el
martirio despedirse de su madre como «tu hijo en agonía».
Pesado y enfermo, su camino al martirio fue de verdadera elocuencia. A los
culatazos y empujones, caídas y los fuerzos para poder andar, blasfemias,
burlas e insulto, respondía él rezando el Rosario en voz alta.
Al llegar al lugar del sacrificio pidió poder terminar el Rosario
y morir de frente, perdonando y bendiciendo a sus enemigos. Curiosamente
se le concedió todo. Se puso el Rosario dentrode la boca, abrió
los brazos en cruz y dijo: «Ya podéis disparar arar».
Una descarga fulminante fue suficiente.Tenía 55 años de edad,
38 de vida religiosa y 31 de sacerdote.
Sus restos mortales fueron trasladados desde Calanda a Zaragoza
al cementerio del Colegio de Santa Rosa (Misioneras Dominicas de Pamplona)
y en 1962 descansan en el Convento-Colegio Cardenal Xavierre de Zaragoza.