BEATO LUIS GROZDE
1943 d.C.
1 de enero

Beato Luis Grozde

   Luis nació el 27 de mayo de 1923 en Gorenje Vodale, en el sur de Eslovenia. Era hijo natural, y su padre nunca quiso reconocerlo.

   Cuando Luis cumplió los cuatro años, su madre María se casó con  José Kovac, quién no quiso que el pequeño se fuera a vivir con ellos, y Luis quedó entonces al cuidado de su tía; una humilde empleada doméstica en Liubliana, la Capital de Eslovenia. Luis fue educado en el amor a Dios y a su patria, y su infancia transcurrió en el ambiente campestre del sur de Eslovenia. Luis sufrió siempre la lejanía de su madre, y toda su niñez debió llevar a cuestas el triste sentimiento de no ser querido. Todo esto lo convirtió en un muchacho reservado y  rebelde.

   Sin embargo, lo que Luis no tuvo de una familia, lo fue compensando con una notable y temprana capacidad de descubrir los maravillosos dones de la vida. Era de carácter muy vivaz, y Dios le regaló una notable inteligencia; a los tres años ya rezaba solo el rosario, y muy pronto empezó a componer poemas.

   La escuela y el deseo de aprender fueron lo que marcó en Luis su principal rumbo en la vida. Esta cualidad lo llevó a que la patrona de su tía, la señora Pogacar, se interesara por él, y se pusiera a buscar ayuda entre sus amigos para solventar los estudios secundarios de Luis, en Liubliana.

   Pronto se puso a preparar su examen de ingreso, y la señora Pogacar lo ayudó con todas aquellas materias de las cuales él nunca había escuchado nada en su humilde escuela de campo. Luis aprobó el examen y entró al secundario. La señora Pogacar lo ayudó también a encontrar un lugar donde vivir, en el internado episcopal Marianista para estudiantes.

   A Luis le costó mucho el cambio; todo era muy diferente de su ambiente pueblerino, en la hermosa campiña sureña. Así empezó su vida en Liubliana, mientras amoldaba con dificultad sus sencillas costumbres a la vida en la ciudad. Durante un tiempo debió esforzarse también para estar al nivel de sus compañeros, pero ya ese primer año se destacó entre los mejores. Todos los demás años los terminó con distinciones, ganándose la admiración de sus profesores.

   A los trece años ingresó a la Congregación de María, la cual presidió años más tarde, y se convirtió también en el director de su revista, Origen, entusiasmando a los demás a desarrollar sus habilidades creativas. Su interés por la escritura ya estaba en su apogeo, y escribió profusamente sobre el amor a su terruño; el lugar que siempre añoró.

   En la Congregación de María conoció a los jóvenes de la Acción Católica, y pronto se convirtió en uno de sus miembros más activos. Uno de sus amigos comentó:”A veces nos sorprendíamos por lo que decía en las reuniones, Luis insistía siempre en que debíamos aprovechar los dones sobrenaturales que Dios nos dio para ejercer el apostolado. Siempre estaba dispuesto a ayudar y nunca se dejó arrastrar por las opiniones de las mayorías”

   Su vida activa entre la gente, y toda la libertad que tuvo durante su juventud no estuvo exenta de las constantes tentaciones de un joven, y en algunos de sus poemas se aprecia esa constante batalla y el ruego a María para conservar la pureza. Luis supo darse cuenta pronto del secreto para llegar a Cristo: “Todos los días hay que hacer un sacrificio para alcanzar a Cristo, y por la noches, un buen examen de conciencia”, decía.

   La Eucaristía y el rosario casi diarios eran su sustento, y siempre que el estudio se lo permitió, hacía sus visitas al Sagrario. Las hermanas del hogar Marianista se sorprendían de su excepcional comprensión de la Eucaristía.

   A Luis le interesaba todo. Aparte del latín y el francés obligatorios, quiso aprender alemán e italiano. También aprendió a cantar, a tocar el piano, estenografía, mecanografía. Era un entusiasta estudioso de las encíclicas papales.

   Cuando la guerra llegó a Eslovenia, con la ocupación alemana e italiana en el año 1941, no se desanimó como los demás estudiantes, que dudaban si tenía sentido seguir estudiando, porque no sabían si terminarían con vida. Esta visión pesimista estaba alimentada por los hechos violentos que estaban siendo provocados por las guerrillas comunistas durante la ocupación. Los comunistas empezaron una revolución interna para eliminar a todos sus rivales ideológicos, y tomar finalmente el poder para cuando acabe la ocupación. Entre sus rivales también estaba la Iglesia.

   Luis continuó estudiando con entusiasmo; siempre se mostró comprometido con la gente y el tiempo que le tocó vivir como laico. Muchas veces dudó si tenía vocación sacerdotal, y una vez escribió:” ¿Cual es mi lugar para hacer lo mejor para la redención de las almas?”

   Lentamente fue percibiendo su destino cuando los comunistas asesinaron a su amigo de la Acción Católica, Vicente Mravlje. Escribió:”Obtuve el diario de Vicente. Él presentía su muerte, y no tuvo miedo. Aunque nos maten a todos, no voy a desistir”

   Más que nunca vivió la Eucaristía, y esto sirvió de aliento para muchos de sus amigos, que empezaron a acompañarlo en esta encrucijada. Muchas veces tuvo que asistir también con ellos y su tía a los sepelios de sus amigos. Uno de sus amigos contó que le dijo:” ¿Acaso crees que nos espera algo diferente?, tal vez eso sea más pronto de lo que imaginamos? ”

   Los asesinatos a manos de los comunistas se extendieron por Eslovenia, y Luis expresó muchas veces sus pensamientos sobre la preparación de su alma para los sufrimientos extremos. Hacia el invierno del año 42 escribió este breve poema:

Caigan, copos de nieve,
laven la sangre de la tierra
y cubran con su manto blanco,
que el barro con él se abrigue!

Que lo malo acabe,
y el corazón se embriague
de blanca pureza,
que se limpie con ella
y a la gloria final se eleve!

   Luis se preparó para la Navidad de ese año con mucha reserva, con él llevaba siempre el libro de Tomás de Kempis, La imitación de Cristo. Se decidió a ir de visita al sur para ver a su madre en las vacaciones navideñas, y se despidió con gran pesar de su tía, porque se sabía que el sur estaba sitiado por guerrilleros comunistas. La consoló diciendo que se volvería si veía algún peligro.

   Ya en su camino al sur, pasó la Navidad en casa de un amigo, y aunque quisieron disuadirlo para que no siguiera, igualmente decidió continuar. El primero de enero del año 43 tomó un tren que se detuvo en Trebne porque las vías estaban deterioradas, y se dirigió entonces a la parroquia para pedir información, junto con otros dos diáconos que lo acompañaban. Les aconsejaron no continuar, y los dos diáconos desistieron de seguir. Pero Luis estaba decidido a ver a su madre, y continuó su camino a pie, hasta que un hombre se ofreció a llevarlo en su carro.

   En Mirna los detuvo una patrulla comunista, y a Luis lo llevaron a una fonda para interrogarlo. Lo revisaron y encontraron entre sus cosas el libro de La imitación de Cristo. Estaba condenado.

   Allí terminó su camino; no pudo llegar hasta su madre, pero empezó otro camino más importante, el de los mártires, y el de todos aquellos hombres de Dios que le regalaron a la Humanidad su vivo testimonio de fidelidad y templanza.

   Casi dos meses después, unos chicos encontraron su cuerpo a orillas de un arrollo. Sus orejas, ojos y lengua habían sido cercenados. La piel de su espalda fue arrancada en tiras. Luego de atormentarlo, terminaron con su vida con un golpe que le destrozó el cráneo. Ocho testigos describieron las horribles laceraciones en todo su cuerpo.

   Luis fue sepultado en Sentrupert, con una sencilla lápida de mármol blanco. Las letras doradas con su nombre miraron calladamente hacia el valle durante toda la era comunista, donde se silenciaron estas atrocidades, y solo se podía escuchar en susurros la historia ejemplar del joven mártir.

   Ya caído el régimen, y cincuenta años después de su martirio, el obispado de Liubliana inició las gestiones para la beatificación de Luis. En el año 2010, el papa Benedicto XVI firmó el decreto referente al martirio del Venerable Luis Grozde.

   El año pasado, en el 2011, sus restos fueron llevados al Santuario de Zaplaz, a pocos kilómetros de su pueblo natal. La vieja iglesia, destino de antiguas peregrinaciones, fue restaurada por completo para recibir a Luis en un nuevo altar lateral. El párroco de Zaplaz es el sacerdote argentino Marcos Japelj, oriundo de Miramar, hijo de exiliados eslovenos.

   El beato Luis Grozde dejó muchos escritos. Tal vez, uno de los que más importa por su actualidad, el que mejor refleja su interés por el compromiso de los jóvenes, es el siguiente:

   “Los jóvenes miramos despreocupados, cómo se expande la ausencia de fe. Es tiempo de que nos levantemos de nuestra ociosidad. Vayamos al trabajo. La victoria es nuestra, porque con nosotros está Dios. No nos escondamos, somos la juventud católica y queremos a Dios en todas partes.

   Muchachos, queremos a Dios en nuestra hermosa Eslovenia, y el apostolado de los laicos logrará esto. Es grande la tarea por delante: trabajador entre trabajadores, estudiante entre estudiantes. Debemos trabajar para nuestra reconversión interior, rezar y realizar sacrificios.

   Algunos hablan mucho sobre la Patria, y no hacen nada. Las palabras sin obras no logran nada. El verdadero apostolado de los laicos está en el esfuerzo, en el sacrificio y la comunicación cordial, cuando la palabra fluye de corazón a corazón…”

   El padre Francisco Himelreich, compañero de la juventud de Luis Grozde en la Congregación de María, y párroco de la iglesia Nuestro Señor de los Milagros en Morón, expresó durante la misa de entronización de la reliquia del beato Luis en su iglesia el domingo 20 de Mayo:”En este mundo donde los jóvenes están desorientados y no tienen ideales, yo les digo, aquí está, éste es un ideal a seguir”
 
Página Principal
(Samuel Mirandas)