BEATO PEDRO GAMBACORTA
1435 d.C.
17 de junio
Ermitaño de la Tercera
Orden Regular (1355‑1435) Fundador de la Orden de los Girolamini. Aprobó
su culto Inocencio XII el 9 de diciembre de 1693.
Pedro Gambacorta nació el 15 de febrero de 1355 en Pisa.
Vino al mundo precisamente cuando su familia, venida a menos políticamente,
era vencida por sus enemigos. Pedro tenía tres meses cuando debió
partir al destierro con sus padres. Creció fiero y soberbio, digno
heredero de una familia que aun en el exilio conservaba intacta su ambición,
unida todavía a un inolvidable poderío político. Cuando
su hermana Tora huyó de la casa para convertirse en la Hermana Clara,
también él se unió a su hermano mayor, Andrés,
para forzar la puerta del convento y traer nuevamente a casa a la muchacha,
pero inútilmente, el comportamiento de su hermana lo impresionó
profundamente y mucho más lo conmovió la muerte de su hermano
y de su madre. Entonces, abandonando las ambiciones de poder, se aisló
en la soledad, cerca de Urbino, en un lugar silvestre llamado Montebello,
donde tomó el hábito de la Tercera Orden de San Francisco y
vivió de limosnas llegando a construir una iglesita y un minúsculo
monasterio.
Sus primeros compañeros fueron algunos malvivientes
convertidos por él y transformados en devotos ermitaños. Para
ellos dictó una regla penitente y meditativa, dando vida a una Congregación
que fue llamada de los Pobres Ermitaños de San Jerónimo y después
de su muerte se llamó del Beato Pedro de Pisa, o de los Girolamini.
La gran prueba para él, que se creía ya del todo
desprendido de su viejo mundo, llegó en 1393, cuando supo que su padre
había sido asesinado por instigación de un adversario, después
de que allí mismo habían muerto misteriosamente tres hermanos
suyos. La antigua sangre Gambacorta hervía en él con el deseo
ardiente de la venganza, que solamente con un esfuerzo tenaz de su voluntad
logró dominar y perdonar, recobrando la paz de su alma.
En los decenios siguientes Pedro Gambacorta multiplicó
las fundaciones de la congregación, en Urbino, en Fano, en Pésaro,
en Treviso, Padua, Roma y sobre todo en Venecia, donde los ermitaños
de San Jerónimo se fundieron con un grupo de terciarios franciscanos,
fundando un hospital y un monasterio.
Pedro iba a menudo a los diversos eremitorios donde era necesaria
u oportuna su presencia para formar y confirmar con el ejemplo o la palabra
en la vida eremítica y cenobítica a sus cada vez más
numerosos discípulos. Pero su residencia ordinaria era en Montebello,
donde con mayor facilidad podía gustar la más íntima
unión con Dios en la oración común y privada, en la recitación
y el canto de los salmos, en la contemplación de las verdades de la
fe, en el estudio y en el trabajo, en una vida heroica de penitencia y mortificación,
en todo regulada por sabias ordenaciones. Estas constituciones produjeron
frutos de verdadera santidad: son diecisiete los Beatos venerados en los
altares y muchos los venerables y religiosos muertos con fama de santidad.
Pedro murió en Venecia el 17 de junio de 1435 a la edad
de ochenta años, después de haber visto aprobada por Martín
V y Eugenio IV su Congregación de los Jerónimos.