BEATO PÍO CAMPIDELLI
1889 d.C.
2 de noviembre
Es el tercero de cinco hijos;
nace en Romagna, en Trebbio de Poggio Berni, el 29 de abril de 1869 con el
nombre de Luis, llamado después familiarmente Luisito. El bautismo
lo recibe el mismo día en que ha venido a la luz. Los padres José
Campidelli y Filomena Belpani son campesinos. Es una familia tranquila dedicada
al trabajo de los campos, temerosa de Dios. Con ellos vive también
el tío Miguel, llamado “Bertoldo”, al cual de vez en cuando dice alguna
blasfemia. Luisito siente escalofríos y reza por él; también
en el convento rezará muchas veces por el “tío Bertoldo” y el
Señor le dará la alegría de saber que el tío no
blasfema más.
Participa en las fiestas de la cosecha; va con la familia a
misa el domingo y habla con la mamá de la predicación que apenas
han escuchado. A los 5 años recibe la confirmación y a los 10
la primera comunión. Es un muchacho como los otros, pero muy bueno.
Ora mucho, por todos, por el abuelo muerto cuando él tenía seis
años. Va a misa todos los días, haciendo cinco kilómetros
a pié; de vuelta en casa da catecismo a los compañeros. Alguno
lo critica juzgándolo demasiado mojigato, la mayoría lo aprecia
y lo tiene en gran estima. Sobretodo la mamá se ocupa de estas buenas
inclinaciones, lo sostiene y pide consejo al hermano sacerdote Don Felipe.
Se muestran contentos y observan.
Mientras tanto llegan al pueblo para dar misiones los pasionistas
del vecino Santuario de la Virgen de Casale en S. Arcángel. Luisito
tiene 10 años, va a escuchar junto con la mamá y queda atraído.
Una voz interior le dice que debe hacerse pasionista y el acepta con alegría.
Confía su deseo al padre superior, pero desgraciadamente su solicitud
no puede ser aceptada antes de los 14 años.
El dos de mayo de 1882 parte para el convento; el mismo mes
viste el hábito religioso. Solo seis meses estará lejos de su
tierra como novicio en San Eutizio de Soriano en la cumbre. Regresará
después a Casale por los estudios iniciales y teológicos en
preparación al sacerdocio. Es un novicio y un estudiante modelo, se
hace apreciar por su profundo recogimiento, su modestia, la obediencia, la
compostura exterior e interior. Es muy devoto de la Virgen.
Desgraciadamente, para él que es constitución
débil, en 1888, aparecen los primeros síntomas de la tuberculosis,
que lo llevará a la muerte. Es la enfermedad de muchos jóvenes
santos. Pío acepta morir con dócil obediencia a la volunta de
Dios, “ofreciendo la propia vida por la Iglesia, por el Papa, por la Congregación,
por los pecadores, por su querida Romagna”
Saluda a su madre que va a encontrarlo con estas simples palabras:
“¡Ánimo mamá, nos encontraremos en el paraíso!”
Muere en un éxtasis de amor el 2 de noviembre de 1889 a los 21 años
y medio. El 17 de noviembre de 1985 Juan Pablo II con una ceremonia trasmitida
en mundo visión lo ha declarado beato y dijo de él:
“En el año internacional de la juventud es elevado a
la gloria de los altares el hermano Pío de San Luis, un joven que,
como “sal deliciosa”, ha dado la vida por su tierra, por su pueblo. El hermano
Pío ha encontrado el valor fundamental de su vida religiosa en el don
de sí mismo. Este rasgo esencial de su fisonomía interior aparece
en su testimonio especialmente en el momento de la muerte, cuando, con plena
conciencia de su próxima consumación se ofreció para
cumplir perfectamente su sacrificio conformándose a la voluntad de
su Dios. Desde pequeño había percibido su atracción a
la oración, a la liturgia, a la instrucción religiosa y, sostenido
del buen ejemplo de la familia, se adhirió con entusiasmo. Una vez
entrado en la Congregación de los Pasionistas encontró el clima
favorable para desarrollar su aspiración dominante de vivir en unión
con Dios en el íntimo de sí mismo y para prepararse a implicar
a los otros en esta experiencia apasionante en el ejercicio del ministerio
sacerdotal. Pero no pudo llegar al sacerdocio porque Dios lo llamó
a la edad de 21 años. En el voto particular de los Pasionistas de hacer
memoria continua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús,
el supo implicar totalmente su propia vida, realizando así la misión
de la vocación específica de su familia religiosa. Provenía
de gente pobre, tenía salud frágil, inteligencia normal; pero
no tenía como infortunada, ni sintió como frustración
su pobreza ni sus límites; más bien realizó el máximo
de sí. Así fue verdadera para cuantos lo conocieron en vida
y continúa siendo para cuantos se acercan al luminoso testimonio de
su ejemplo”.