BEATO RAIMUNDO DE CAPUA
1399 d.C.
5 de octubre
Fue un religioso italiano,
entró en la Orden de Predicadores (Dominicos) en 1350, en Bolonia.
Fue el director espiritual de Santa Catalina de Siena, también fue
profesor y superior de varios conventos. Ejerció los cargos de provincial
en Lombardía en 1380 y Maestro General de la Orden.
Primeros tiempos en la Orden
Nació en Capua en 1330. Hijo de una de las familias
más prominentes de Bolonia, conoció la Orden de Predicadores
siendo estudiante universitario, a la que ingresa en 1350, tiempo más
tarde contaría que en un sueño, el mismo Santo Domingo de Guzmán
lo habría motivado a dar ese paso. Una de sus primeras obligaciones
fue la de ser director espiritual de varios conventos de monjas en la región
de Montepulciano. Fue uno de los primeros biógrafos de Santa Inés
de Montepulciano, que había fallecido unos cincuenta años antes.
En 1367 fue llamado a Roma a fin de ser el superior del convento
de Minerva. Enseñó en Santa María Novella, en Florencia,
hasta que en 1374 fue enviado a Siena por el Maestro General de la Orden.
Allí vivía Santa Catalina de Siena, la gran mística,
a quien las autoridades de la Orden estaban lógicamente interesadas
en servir, siendo Raimundo nombrado su director espiritual y confesor.
Con Catalina
Raimundo fue un hombre cuidadoso y modesto a pesar de haber
sido nombrado para acompañar a una de las mujeres más celebres
de ese tiempo. Al principio no demostró gran entusiasmo por su nueva
misión, más el trato cotidiano le hizo ver que estaba conociendo
a una verdadera santa. Una de sus primeras decisiones fue permitirle recibir
la comunión diaria (una práctica muy poco concedida a laicos
en ese entonces). Con la llegada de la peste negra a la región, los
dos se volvieron incansables compañeros, apoyando y confortando a los
enfermos y sus familias. Él mismo cayó enfermo, más con
los cuidados y sobre todo las oraciones de Catalina se restableció
cuando todos ya lo daban por perdido. Acompañó a Catalina en
los últimos seis años que a ella le restaban, fruto de su acción,
Catalina le enviaba diariamente docenas de personas para que se confesaran
y se convirtieran, lo que le dejaba totalmente exhausto y sin tiempo para
nada más. La Orden designó dos monjas para que los ayudaran
con esa labor.
El Cisma
Cuando Catalina consiguió convencer al Papa Gregorio
XI de regresar a Roma, terminando los setenta años de cautiverio en
Avignón, este falleció al poco de su llegada, dando paso a la
confusa elección de Urbano VI, algunos cardenales elegirán a
Clemente VII. Todo el país, la Iglesia y la propia Orden se dividirán
en varias facciones, apoyando a un bando o al otro. Catalina y Raimundo apoyarán
al Papa legítimo, Urbano VI. Raimundo fue enviado por éste ante
el rey de Francia para establecer negociaciones, pero fue impedido por soldados
y populacho que apoyaban a la facción contraria. Catalina lo criticó
duramente por haberle faltado el coraje y bravura suficientes para poder
realizar aquella misión tan importante ante la cual poco valor tenía
la propia vida.
Maestro y reformador
Pocas semanas después de la muerte de Catalina, en 1380,
Raimundo fue electo Maestro General de la Orden, por lo menos por aquellos
que apoyaban a Urbano VI. Su mandato,
en tales circunstancias fue obviamente muy complejo y difícil. Trató
de reunir nuevamente a la dividida Orden, intentando restaurar el sistema
de la observancia, una reforma religiosa que apenas pudo triunfar con Santa
Teresa de Ávila. Además fue criticado por descuidar el estudio
como factor primordial en el carisma dominico, sin embargo su estrategia de
introducir en cada provincia al menos un convento reformado, resultó
vencedora.
Falleció en Nurembega, en 1399, cuando estaba promoviendo
la reforma, siendo posteriormente trasladado a Nápoles. En el quinto
centenario de su muerte, el papa León XIII lo beatificó.