BEATO RAIMUNDO MARTÍ SORIANO
1936 d.C.
27 de agosto
En el camino entre las aldeas
de Godella y Bétera, en Valencia, España, Beato Raimundo Martí
Soriano, presbítero y mártir, que, en el furor de la misma
persecución contra la fe, derramó su sangre por Cristo.
Nació en Burjassot, Valencia,
el 7 de octubre de 1902 en una familia de condición muy modesta. A
los doce años quería ser salesiano, pero le aconsejaron que
fuera sacerdote secular para poder así ayudar a sus familiares. Primero
fue alumno externo del seminario, y luego fámulo del rector y oficial
de la secretaría de estudios. Vivía con amor su pobreza y decía
que no sería sacerdote para ganar dinero. Se ordenó sacerdote
en 1926 y fue enviado como coadjutor a Vallada, donde hizo una gran labor
apostólica, cuidando de manera particular la catequesis de niños
y adolescentes y la liturgia. Tuvo también un agudo sentido social,
y una atención muy especial con los pobres, atendiendo en cierta ocasión
personalmente a un enfermo de lepra con el mayor sigilo. Era también
un magnífico director de almas, y hacía de auténtico
enfermero con el anciano párroco, de carácter difícil
y de salud mental endeble, del que fue regente a causa de su situación.
Vivía con alegría la pobreza y no se avergonzaba de sus humildes
orígenes.
Tras las elecciones de 1936 se le expulsó el viernes
santo del pueblo, no sin que antes él hubiera advertido en el pulpito
de los peligros que corría la religión, y animado a los fieles
a perseverar hasta el martirio. Estas palabras fueron calificadas de «políticas».
Su expulsión fue muy sentida en el pueblo. Estallada la revolución
del 18 de julio, él estaba en su pueblo natal con sus familiares,
en la casa de una hermana casada, y siguió atendiendo a las hermanas
trinitarias, de las que era capellán, pero las hermanas hubieron de
dejar el convento y dispersarse. Pasaba los días en retiro y oración,
vistiendo su sotana y serenando a sus familiares, y mostrándose dispuesto
a ser fiel a su sacerdocio hasta el final. El 27 de agosto vinieron a buscarlo
cuatro milicianos. El los recibió asegurándoles que no renegaría
de Dios ni de su religión, y que podían matarlo si ser sacerdote
era delito. Se despidió de su familia y fue llevado al Comité.
Se le propuso renegar de Jesucristo y así salvarse. Él se negó.
Aquella noche insistieron en que renegara. Él dijo que no. Fue llevado
a la carretera de Godella a Bétera y allí fue fusilado. Fue
beatificado el 11 de marzo de 2001 por el papa Juan Pablo II en la ceremonia
conjunta de los 233 mártires de la persecución religiosa en
Valencia de los años 1936-1939.