BENEDICTO XIV
1740-1758 d.C.



    Fue una de las personalidades más humanas y brillantes de la historia de la Iglesia, un sabio modesto, un Pontífice que liquidó el nepotismo, un amante de las artes, un amigo de los humildes. Próspero Lambertini, el Papa Lambertini, paseaba por las calles de Roma y hablaba al pueblo. Su figura no ha sido nunca olvidada por los romanos. Pertenecía una buena familia de Bolonia y había hecho sus estudios de Derecho y Teología en su ciudad natal. El pueblo de Bolonia lo recibió con estusiasmo cuando Clemente XII le nombró arzobispo de aquella ciudad.

   Su largo pontificado fue sacudido por otra guerra de alcance europeo, la guerra de sucesión al trono de Austria. A la muerte del emperador Carlos VI se extinguía la rama masculina de la casa de Austria, y María Teresa continuó en el trono según el deseo de su padre. Pero Carlos Alberto, elector de Baviera, reivindicó la suceción, apoyado en seguida por Prusia, que se apoderó de Silesia; por Francia y España, Carlos Alberto se hizo coronar en Praga (1742) como Carlos VII. El Papa apoyó a María Teresa, pero reconoció a Carlos VIII después de su coronación en Praga, lo que provocó la intervención de las tropas de María Teresa en Italia.

   Los estados pontificios fueron otra vez invadidos por las tropas extranjeras. Carlos VIII falleció en 1745 y el marido de María Teresa fue reconocido como emperador bajo el nombre de Francisco I. El Papa se quedó en la más estricta neutralidad mientras Francia y España apoyaban otros candidatos al trono de Austria. A pesar de su actitud neutral, las tropas austríacas, francesas y españolas corrían por la península, sin tener en cuenta los derechos papales. Al escribir a un amigo, Benedicto XIV decía que estaba dispuesto a redactar un tratado sobre el martirio de la neutralidad, frase famosa desde entonces, y que pone de relieve la sabiduría y el sentido del humor del soberano Pontífice. Por fin la paz fue firmada en Aix-la-Chapelle (1748).

   Varias ciudades pontificias eran cedidas por María Teresa a España. Prusia se quedaba con la Silesia, mientras Francia cedía todas sus conquistas. Se decía en París que el rey de Francia había trabajado bien para el rey de Prusia; ocho años después, estallará otra vez la guerra, y Francia lo perderá todo, hasta su Imperio colonial del que se apoderarán los ingleses. La revolución estaba cerca. La guerra que Federico II de Prusia declaró a Austria en 1756 fue llamada por el Rey Soldado una guerra de religión. Por primera vez en la historia, Francia y Austria se aliaban, como estados católicos, contra un estado protestante, y el Papa favorecía la alianza, que no sirvió para mucho, ya que Federico ensanchó notablemente sus fronteras. Un nuevo elemento había ingresado en el concierto de las grandes potencias.

   Dos nuevas órdenes fueron creadas por Benedicto XIV, los Pasionistas y los Redentoristas. También reformó el Index con un espíritu de comprensión y restringió el número de las fiestas religiosas, de las que había llegado a abusarse, en los territorios pontificios sobre todo. Espíritu abierto hacia todas las corrientes filosóficas de su tiempo, Benedicto XIV mantuvo correspondencia con Voltaire, quien le envió un ejemplar de su drama "Mahoma" y abusó de esta relación para afirmar más tarde que el Papa aprobaba sus ideas. Benedicto contestó condenando en 1753 las obras de Voltaire, cuyo espíritu antirreligioso está en la base de las nuevas corrientes del siglo, y de todo el movimiento cuya culminación será la revolución de 1789.

   En 1751, con la Bula Providas, el Papa había reiterado la condenación de la masonería, formulada ya por Clemente XII. En 1758 nombró al cardenal Saldhana visitador apostólico ante los jesuitas portugueses. El gran proceso del siglo empezaba. Los jesuitas tenían ya muchos enemigos en todas partes, debido a su influencia, a la riqueza de la Orden y a su actitud no siempre irreprochable. El marqués de Pombal intervino ante el Papa y pidió el nombramiento de un visitador apostólico. Si Benedicto XIV hubiera vivido algunos años más, quizá hubiera evitado el conflicto y reformado a los jesuitas, cuyos méritos, por otro lado, habían sido inapreciables, en el dominio de las misiones sobre todo. La muerte del Papa precipitó los acontecimientos.

   Amigos y protegidos del Papa fueron el historiador Muratori, el fundador de las ciencias históricas en Italia; el pintor Piranesi, cuyos grabados atestiguan todavía la belleza de Roma en el siglo XVIII, el compositor alemán Gluck, que estrenó en Roma su obra Antígona, en 1766, y fue creado caballero de la espuela de oro por el Papa, que admiraba al gran músico, creador de un nuevo estilo de la ópera. Fundó cátedras de Anatomía y Física y un museo de Anatomía en Bolonia. Nombró a dos mujeres como catedráticos en la Universidad.

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(Samuel Miranda)