Su nombre de
nacimiento era Giacomo Giambattista della Chiesa. Su familia pertenecía
desde el s. XVI al patriciado de la ciudad de Génova. Fue el tercero
de los cuatro hijos del marqués Giuseppe della Chiesa y de su esposa
Giovanna, de la casa marquesal napolitana de Migliorati.
Ingresó en el seminario de Génova cuando ya era estudiante de derecho civil en la Real Universidad de dicha ciudad. En ella se doctoró en 1875. Este año ingresó en el Collegio Capranica de Roma. El 21 de diciembre de 1878 fue ordenado sacerdote en la Basílica de San Juan de Letrán. De 1879 a 1883 estudio diplomacia en la Pontificia Academia de Nobles Eclesiásticos, mientras se doctoraba en teología (1879) y en derecho canónico (1880) por la Pontificia Universidad Gregoriana.
En 1882 ingresó en la Congregación de Asuntos Extraordinarios de la Santa Sede y al año siguiente, una vez acabados sus estudios, fue destinado a la nunciatura en Madrid, donde desempeñó un papel crucial en el arbitraje de la disputa entre EspañaPrusia por la posesión de las Islas Carolinas. y
De regreso a
Roma en 1877, ingresó en la Secretaria de Estado del Vaticano, de
la cual llegaría a ser sustituto y secretario de comunicaciones cifradas
en 1901. Desde 1899 era profesor de diplomacia y vice-rector la Pontificia
Academia de Nobles Eclesiásticos.
En 1907 fue
consagrado arzobispo de Boloña y en 1914 el papa san Pío X
lo nombró cardenal del título de Ss. Quattro Coronati.
El inicio de su pontificado coincidió con el estallido de la I Guerra Mundial, contra la que no pudo hacer más que labores humanitarias. En su encíclica Ad beatissimi Apostolorum del mismo 1914 analizó lúcidamente las causas del conflicto y proclamó una neutralidad estricta que disgustó a ambas partes beligerantes. Casi al final de la guerra, en 1917, promulgó la exhortación apostólica Dès le début que era todo un programa doctrinal de cara a un posible armisticio. Con la encíclica Pacem, Dei munus pulcherrimum (1920) sugirió las bases para que un conflicto de tal magnitud no volviera a producirse.
A pesar de la oposición del estado italiano, envió a un observador a la Conferencia de Versalles, apoyando las decisiones del Tratado. Restableció las relaciones entre la Santa Sede y los gobiernos de Francia e Inglaterra, consiguiendo que se enviara un representante británico al Vaticano, algo que no ocurría desde el siglo XVII. También reestableció las relaciones diplomáticas con Portugal y las inició con los nuevos estados surgidos del desmembramiento del Imperio Austro-Húngaro.
Promulgó un nuevo Código de Derecho Canónico (Codex Iuris Canonici) en 1917 que ya había sido elaborado en su mayor parte por su antecesor san Pío X.
También en 1917 instituyó la Congregación para las Iglesias Orientales.
En 1919 levantó la prohibición de que los italianos participaran en la vida política del reino, al tiempo que animaba a don Luigi Sturzo para que fundara el "Partito Popolare Italiano", embrión de la futura Democracia Cristiana.
Con su carta
apostólica Maximum illud de 1919 dio un fuerte impulso a la
actividad misionera.
Falleció de una epidemia de gripe el 22 de enero de 1922 en Roma y fue sepultado en las Grutas Vaticanas.