VENERABLE BENITA RENCUREL
1718 d.C.
28 de diciembre



   Benita Rencurel nació el 16 de septiembre de 1647en Saint-Étienne d´Avançon (Alpes del sur – Francia), su padre falleció cuando tenía 7 años. Nunca aprendió a leer ni escribir y su única instrucción era el sermón de la Misa dominical

   Un día de mayo de 1664, Benita, que trabajaba de pastora para unos campesinos vecinos, estaba rezando el Rosario cuando ve a una hermosa Señora sobre un peñasco que lleva de la mano a un niño de belleza singular. "¡Hermosa Señora! –le dice–, ¿Qué estáis haciendo ahí arriba? ¿Queréis comer conmigo? Tengo algo de pan bueno, lo remojaríamos en la fuente". La Señora sonríe ante su sencillez, pero no le dice nada. "¡Hermosa Señora! ¡Podríais darnos por favor a ese niño, que tanto nos alegraría?". La Señora sonríe de nuevo sin responder. Después de permanecer algún tiempo con Benita, toma a su niño en brazos y desaparece en una cueva.

   Durante cuatro meses, la Señora se muestra todos los días, conversando con gran familiaridad con la joven, educándola para su futura misión. Benita cuenta sus visiones a la dueña del rebaño, quien en un principio no le cree, pero que una mañana la sigue en secreto hasta el pequeño valle de Fours. Una vez allí, no consigue ver a la Señora, pero oye las palabras que ésta dirige a Benita. La aparición pide a Benita que advierta a su dueña de los peligros que corre su alma: "Tiene una mancha en la conciencia. Que haga penitencia". Afectada por aquello, ésta se corrige, vuelve a frecuentar los sacramentos y vive el resto de sus días muy cristianamente.

   El 29 de agosto, Benita pregunta a la visitante cómo se llama, y ella le responde: "Mi nombre es María". Durante el invierno de 1664-1665, Benita sube hasta Laus muy a menudo, donde ve cada vez a la Virgen, quien le recomienda "rezar continuamente por los pecadores". La noticia de las apariciones se propaga entre los aldeanos, gracias a las veladas de las noches de invierno.

   El 18 de septiembre de 1665, cuando Benita tiene dieciocho años, las apariciones y la peregrinación son reconocidas oficialmente por parte de la autoridad diocesana y, a partir del otoño de ese año, empieza la construcción de una iglesia para poder acoger a los peregrinos, que cada vez son más numerosos.

   Nuestra Señora se revela en Laus como reconciliadora y refugio de los pecadores, y por eso aporta señales para convencer a éstos de la necesidad de convertirse. La Virgen anuncia entonces a Benita que el aceite de la lámpara de la capilla (que arde ante el Santo Sacramento) obrará curaciones en los enfermos que se lo apliquen, si recurren con fe a su intercesión.

   Benita se tomó en serio la misión recibida de la Virgen y se dedica a preparar a los pecadores para que reciban el sacramento de la Penitencia. Por eso anima con frecuencia a los dos sacerdotes adscritos al santuario a recibir a los peregrinos con dulzura, paciencia y caridad, empleando una bondad especial para con los más pecadores a fin de incitarlos al arrepentimiento.

   La Virgen le pide a Benita que amoneste a las mujeres y a las muchachas de vida escandalosa, especialmente las que cometen aborto, a los ricos injustos o perversos, a los sacerdotes y religiosos infieles a sus compromisos sagrados.

   Entre 1669 y 1679, Benita es bendecida con cinco apariciones de Cristo, que se le revela en un estado de sufrimiento. Un viernes de julio de 1673, Jesús ensangrentado, le dice: "Hija mía, me muestro en este estado para que participes de los dolores de mi Pasión".

   Después de más de dos décadas de sufrimientos y constantes apariciones de la Virgen, Benita recibe el la Comunión el día de Navidad de 1718 y tres días más tarde se confiesa y recibe la Unción. Hacia las ocho de la noche, Benita se despide de los que la rodean y, luego, tras besar un crucifijo y con la vista mirando al cielo, fallece en paz.
 
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(Samuel Miranda)