BEATO BERNARDO DE JESÚS SILVESTRELLI
1911 d.C.
9 de diciembre
En Moricone, de la provincia
de Sabina, en Italia, beato Bernardo María de Jesús (César)
Silvestrelli, presbítero de la Congregación de la Pasión,
el cual, elegido superior general, se empeñó con entusiasmo
en su incremento y difusión.
César Pedro Silvestrelli nace en un bello palacio gentilicio
de Roma el 7 de noviembre de 1831. El padre Juan Tomás es un noble
rico de Toscaza; la madre, Teresa Gozzani, pertenece a los marqueses de San
Giorgio del Casale Monferrato (AL). Los Silvestrelli tenían una capilla
familiar y un maestro eclesiástico para la asistencia en la formación
escolar y cristiana de los hijos.
César tiene un aspecto agradable, es inteligente, culto,
emprendedor, sabe tratar con todos. Frecuenta con éxito la escuela
del Colegio Romano de los Jesuítas. Cuida mucho su preparación
religiosa bajo la guía del maestro eclesiástico. Probablemente
sigue con interés la vida política; el hermano Luis será
diputado en el Parlamento.
Está dotado de muchas cualidades naturales que pondrá
al servicio de Dios en la Congregación Pasionista. Un alto imprevisto
en el convento pasionista de San Eutizio (VT) después de una jornada
de cacería lo pone en contacto con la vida pasionista. Poco después,
a los 23 años, hace la experiencia de un mes en el convento pasionista
de los Santos Juan y Pablo en Roma. Al partir regala un crucifijo de marfil
a cada uno de sus familiares. Como respuesta a la sorpresa de estos él
explica: “Nunca se puede saber qué pasará”. Pero él ya
sabe que no regresará más a su casa: irá directamente
al noviciado pasionista sobre el Monte Argentario. Pero después de
un mes debe interrumpir el noviciado por motivos de salud. Con todo no abandona
el convento e inicia los estudios de teología en preparación
al sacerdocio.
El 22 de diciembre de 1855 es ordenado sacerdote. Repuesto
en su salud, renueva la petición de ser pasionista y es nuevamente
acogido y enviado al noviciado de Morrovalle (MC). Aquí toma el hábito
y el nombre de Bernardo María de Jesús. Pronto llegará
también al noviciado de Morrovale Francisco Possenti, Gabriel de la
Dolorosa y nacerá una bella y santa amistad. Al primer impacto Bernardo,
que entiende las cosas del mundo exclama: “¿Lo logrará este
lechuguino?” refinamiento exagerado, quizás si, pero la elegancia no
es un pecado. Pero enseguida deberá decir de él: “Este lechuguino
pasará primero que los demás”. Ambos tienen la fortuna de tener
la dirección espiritual del venerable Padre Norberto Cassinelli.
Por su capacidad de gobierno es elegido superior y consultor
provincial y por 25 años llevará la carga de superior general.
Por humildad trata de rechazar, de retirarse; a cada reelección se
declara incapaz de gobernar la congregación; pero los co hermanos ven
en él un perfecto superior, exigente y paternal, unido a las sanas
tradiciones y abierto a nuevas instancias enseñando más con
el ejemplo que con palabras y lo reeligen siempre en el primer escrutinio.
En 1893, para evitar la reelección, no participa en el capítulo
general; pero mientras se da a la fuga, se le aparece San Gabriel de la Dolorosa
quien le ordena regresar al capítulo. El P. Bernardo no pudiendo huir
a la voluntad de Dios, regresa y se entrega por completo con infatigable empeño.
Bajo su gobierno la congregación toma nuevo impulso
y se expande ya sea en Italia como en el exterior. Al momento de su muerte
el número de religiosos, de las casas y de las provincias se cuenta
al doble. Abre nuevos conventos en Italia y en varias naciones de Europa y
de América. Pone mucho cuidado en la formación intelectual y
espiritual de los religiosos; funda el seminario menor y abre un estudiantado
internacional en Roma para los jóvenes pasionistas.
Robándole tiempo al sueño, escribe libros maravillosos,
verdaderas joyas de ascética y de historia de los primeros tiempos
pasionistas para conservar en la posteridad el genuino espíritu del
fundador y los mejores ejemplos y modelos de la vida pasionista. Desea que
no se pierda tanta riqueza y santidad. Escribe para animar a los co hermanos,
para formar conciencia religiosa y pasionista. Envía cartas pastorales,
dialoga con todos, visita comunidades tanto dentro como fuera de Italia, estimula
a cada uno a ser fiel al carisma pasionista. Y está su propio ejemplo.
Irreprensible en todo tanto que lo llaman “La primera regla viviente” y es
saludado como “segundo fundador”.
Es estimado de los Papas por su santidad y por sus dotes humanas.
León XIII lo llama “hombre santísimo”; Pío X dice a los
Pasionistas: “Ustedes tienen un santo como superior general”. Muchos, pero
inútiles son los intentos por hacerlo cardenal. Los últimos
años los pasa en continua oración y soledad. Frecuentemente
cambia de convento para huir de continuas visitas que los distraen del recogimiento.
Muere el 9 de diciembre de 1911 en Moricone (Rm), como fue
previsto por él mismo, por una caída mientras subía
una escalera corta pero empinada. Juan Pablo II lo declara beato el 16 de
octubre de 1988. Un día Bernardo, pensando en San Gabriel había
dicho: “Aquel muchacho me la hizo, pero yo lo alcanzaré”. Y lo alcanzó
en todos los sentidos.