BETSABÉ
Mujer de Urías
En el Antiguo Testamento,
Bathsheba o Betsabé ("la séptima hija" o la "hija del juramento"),
hija de Ammiel, fue la esposa de Urías el hitita y luego una de las
esposas del rey David. El segundo libro de Samuel (11:1 a 12:25) relata el
adulterio de Betsabé con el rey David, el embarazo resultante de la
relación, y el subsecuente asesinato de su esposo Urías el
hitita para ocultar la culpa y la identidad del padre de la criatura que
Betsabé llevaba en su vientre. Sin embargo, el plan de los amantes
fracasó cuando Dios denunció a David por medio de una parábola
que enunció el profeta Natán, que finalizó con una sentencia
en forma de pregunta:
"¿Por qué menospreciaste a Yahvé haciendo lo malo a
sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por
mujer tuya (...)?" 2 Samuel 12:9
A pesar de haber sido perdonados por Dios y salvados de la condena
a muerte por aquel crimen, el primer hijo nacido de la relación entre
David y Betsabé murió a los siete días y se sucedió
una cadena de intrigas, asesinatos y luchas internas (incluyendo una guerra
civil) que plagaron la vida posterior de David como castigo adicional impuesto
por Dios.
Del enlace entre Betsabé y el rey David nacieron luego
dos hijos, de entre los que destacó quien sería el último
rey de Israel, Salomón, el cual tuvo sesenta y dos hermanos más
por parte de su padre, el rey David.
Según el Segundo Libro de Samuel 11, el rey David vio
desde la azotea del palacio a una hermosa mujer bañándose.
Quiso David informarse sobre la mujer y le dijeron que se trataba de Betsabé,
hija de Eriám y mujer de Urías el hitita. David envió
gente que la trajese a sus habitaciones, y tuvo relaciones con ella a raíz
de las cuales ella quedó embarazada. Betsabé envió a
decir a David que ella estaba encinta.
Informado David de la situación, pidió a Joab
que enviara a Urías donde él. Urías participaba entonces
de la segunda campaña contra los amonitas. David sugirió a
Urías que bajara a su casa, implicando que atendiera a su esposa,
pero Urías no lo hizo. Cuando posteriormente David preguntó
a Urías sus razones, Urías hizo referencia a un código
de honor: él no entraría a su casa para comer, beber y acostarse
con su mujer mientras el arca de la Alianza, Israel y Judá habitaran
en tiendas, y mientras Joab y sus compañeros guerreros acamparan en
el suelo (2 Samuel 11:11). En efecto, era común que, en la preparación
para la lucha, los guerreros se abstuvieran de tener relaciones sexuales
como ejercicio de disciplina. Al reiterarse la negativa de Urías a
visitar a su esposa Betsabé, David escribió una carta a Joab
donde indicaba poner a Urías frente a lo más reñido
de la batalla y ordenar a los soldados que se apartaran de él, de
modo que el enemigo lo matara fácilmente.
Muerto Urías, fue avisado David. Betsabé también
supo de la muerte de su esposo e hizo duelo por él. Pasado el luto,
David envió por Betsabé y la recibió en su casa haciéndola
su mujer. Hay cierto matiz irónico en la observación de que
el matrimonio se celebró inmediatamente después del duelo.
El II Libro de Samuel especifica que ella dio a luz un hijo, pero la acción
de David desagradó a Yahvé (II Samuel 11, 27).
Poco después, el profeta Natán reprendió
a David por el asesinato, relatándole primero la parábola de
un hombre rico y otro pobre: el rico tenía muchas ovejas mientras
que el pobre sólo tenía una, a la que quería mucho.
Un viajero visitó al rico y este tomó la oveja del pobre y
se la preparó para ofrecérsela al viajero.
David se arrepintió profundamente de su pecado (2 Samuel
12:13). Aun así, Natán profetizó que su hijo ya nacido
de la relación con Betsabé moriría, lo que sucedió
siete días después, no obstante el ayuno guardado por David
(2 Samuel 12:14-19).
David y Betsabé engendraron más tarde a Salomón,
quien sucedería a David en el trono. Pero, tal cual lo anunciado por
el profeta Natán, la espada jamás se apartaría de la
casa de David. Absalón, hijo de David, asesinaría a su propio
hermano y se convertiría en personaje central del gran drama de la
familia davídica, resultando en una serie de crisis políticas
que llegarían a comprometer el futuro del reino.
La descripción que se hace de la penitencia de David
está perfectamente de acuerdo con su sencillez (cf. 6,21-22) y su
sentido realista (vv. 20-23).1 David trató de evitar la muerte del
niño resultante de su adulterio, mediante el ayuno y la penitencia,
pero no lo consiguió. David señaló su conocimiento de
que también él iría un día al seol (v. 23), «el
país sin retorno», como lo llamaban los antiguos. En los versículos
24-25 se menciona el nacimiento de Salomón (Yedidías, «amado
del Señor») como una señal del perdón divino,
el primer indicio de que Salomón terminaría por subir al trono,
después de una sangrienta y triste secuencia que incluyó suplantar
a otros herederos que tenían mejores derechos que él.1
De la interpretación más usual del sentido del
relato surge que la grandeza de David radicó en el proverbial reconocimiento
posterior que hizo de sus pecados de adulterio y de asesinato. Con motivo
de la visita del profeta Natán, se le adjudicó a David haber
compuesto el llamado Miserere o Salmo 51 (50), el salmo penitencial por excelencia.