BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO
La Inmaculada de Soult
Bartolomé Esteban Murillo, hacia 1678
Óleo sobre lienzo • Barroco
274 cm × 190 cm
Museo del Prado, Madrid, España
La conocida como Inmaculada
«de Soult» es un cuadro del pintor español Bartolomé
Esteban Murillo, pintado hacia el año 1678. Se conserva en el Museo
del Prado de Madrid, donde destaca como una de las obras más importantes
de la última etapa del maestro.
Autor de numerosas Inmaculadas, esta es posiblemente la última
que pintara siguiendo la misma fórmula ideal que venía empleando
desde sus primeras aproximaciones al tema, con la Virgen vestida de blanco
y manto azul, con las manos cruzadas sobre el pecho, pisando la Luna y la
mirada dirigida al cielo; la composición, como en este caso, suele
presentar un claro impulso ascensional, muy barroco, que coloca a la figura
de la Virgen María en el espacio empíreo habitado de luz, nubes
y ángeles, aunando dos tradiciones iconográficas: la de la
Inmaculada propiamente dicha y la de la Asunción. Es llamativa en
esta Inmaculada como en otras del pintor la desaparición de los tradicionales
símbolos de las Letanías lauretanas, oración mariana
que se asocia muy frecuentemente con la iconografía inmaculista. En
lugar de ellos, Murillo idea en torno a María una gran gloria de ángeles,
pintados en las más variadas actitudes con una pincelada muy deshecha,
que logra fundir las figuras con la atmósfera celestial. Los rostros
de la Inmaculada y de los ángeles son muy realistas y tienen bastantes
detalles.
La pintura fue encargada según Ceán Bermúdez
por Justino de Neve (1625-1685) para el Hospital de los Venerables de Sevilla
(1686); se la conoce también por ello como Inmaculada de los Venerables.
Durante la Guerra de la Independencia fue expoliada y llevada a Francia por
el mariscal Soult en 1813 hasta 1852; de este hecho proviene su otro sobrenombre.
Expuesta casi durante un siglo en el Museo del Louvre, ingresó
en la colección del Museo del Prado tras un intercambio de obras de
arte con el gobierno francés en el año 1941. Durante el año
2009 fue sometida a un complejo proceso de restauración en los talleres
del museo.
El artista obtuvo renombre gracias a su dominio del claroscuro en la tradición
sevillana así como la delicadeza manejada en sus rostros, motivo que
le hicieron acreedor de muchos encargos de carácter devocional.
La versión albergada en la colección de Museo
Soumaya perteneció a Horace-François-Bastien Sebastiani de
la Porta, mariscal francés que participó en la invasión
napoleónica a España en 1807. Permaneció en París
hasta 1813, cuando Jean-Baptiste-Pierre Lebrun lo compró para devolverlo
a España a instancias de su mujer Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun,
la célebre pintora de cámara de la reina María Antonieta
de Francia y una de las primeras artistas de la Academia. Luego de un viaje
por la Península Ibérica y de admirar la obra de Velázquez,
Coello, Cano y Murillo, a su regreso a París conoció este lienzo
y surgió a su marido que lo adquiriera para devolverlo a España.
La Virgen, registrada por primera vez como original se Murillo en el catálogo
de Diego Angulo Íñiguez, ora de pie sobre una luna creciente;
es ella quien completa la esfera. Vestida de blanco -referencia a su pureza,
sin la mancha del pecado original- y con manto azul -símbolo de realeza
y del Espíritu Santo que está siempre en María-, irradia
al sol. Por otra parte, en el coro de ángeles celestiales y el nimbo
de querubines que la coronan se aprecia el sfumato y la tenue pincelada de
Murillo.