CASA PARA TODOS LOS PECADORES Y SANTOS
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   En la “Casa para todos los pecadores y santos”, en la ciudad estadounidense de Denver, una pastora luterana, malhablada, amante de los tatuajes, que alguna vez fue pagana, alcohólica y comediante, está reinventando supuestamente la iglesia.

   Nadia Bolz-Weber camina a través de la puerta de cristal e inmediatamente llama la atención. Mide 1,85 metros de estatura. Tiene el pelo corto, canoso y recogido atrás. Usa labial rosado oscuro y sus brazos desnudos están bien tonificados por las muchas horas dedicadas a levantar pesas en el gimnasio, se ven claramente sus tatuajes.

 
   Imágenes coloridas y elaboradas se extienden por todos los brazos con escenas de la Biblia. “Tengo imágenes de todo el año litúrgico”, dice Bolz, mostrando el brazo izquierdo. “Ahí están el arcángel San Grabriel, el adviento de Isabel y Zacarías, Jesús en la cuaresma en el desierto, el viernes santo y la crucifixión, el ángel y las mujeres en la tumba vacía de Pascua y María y los Apóstoles con las llamas en la cabeza de Pentecostés”.

   Ese es sólo uno de los lados. Cuando voltea tiene muchos otros, incluyendo el de María Magdalena, alguna vez descrita como una prostituta. Pero Bolz no está de acuerdo. Ella dice que algunos textos de la Biblia han sido malinterpretados y que al ser la primera persona en conocer a Jesús después de la resurrección, “ella es el apóstol de los apóstoles. En algún sentido ella fue la primera predicadora”, dice Bolz describiendo a María Magdalena como su patrona.

   Nadia Bolz-Weber no puede ser descrita como una santa. Es franca sobre su pasado y sus defectos y dice que le resulta difícil ser amable con la gente mientras cuenta historias divertidas, autocríticas y llenas de improperios.

   “Yo te llamé para esta maldita verdad” Su autobiografía, publicada en 2013, está llena de lo que ella llama “lenguaje picante” con capítulos titulados como “Yo te llamé para esta maldita verdad”, y en el que se usa la palabra fuck, probablemente la grosería más fuerte en inglés.

   Su camino hacia el sacerdocio fue convulsionado a través del alcoholismo y la comedia de escenario, y usando su propia historia para atraer “extraños”, que podrían pensar que no pueden pertenecer a la iglesia.

   Se crio en Colorado Springs en una Iglesia cristiana muy conservadora y dice: “He tenido una educación religiosa muy dura”, dice ella, “fundamentalista, legalista, sectaria”. Asistió brevemente a una de las universidades de la Iglesia, Pepperdine en Malibú, California. Uno de los campus más pintorescos del mundo, construido en un acantilado sobre el Océano Pacífico.

   Pero ella no recuerda mucho de sus cuatro meses allí: “Yo era una drogadicta desastrosa”, dice. Abandonó la universidad, se mudó a Denver, Colorado, y se fue de juerga varios años. “Era una joven que nunca encabajaba. Estaba tan enojada”, afirma. “Esa ira me protegió, de alguna manera me salvó, hasta que la mezclé con drogas y alcohol y entonces casi me mata”. La parroquia liderada por Bolz-Weber acoge a gente distinta, que siente que no pertenece, entre ellos varios transexuales y drag queens.

Pastora para desadaptados

   Un día su amigo cercano, PJ, se suicidó. Lo conocía del círculo de la comedia y su funeral se celebró en un club para comediantes de Denver, el cual Bolz describe como “repleto de académicos, amanerados y alcohólicos en recuperación”.

   Para ese entonces ya había dejado la Iglesia de Cristo, y ya se había embarcado y abandonado al paganismo. Pero todavía creía en Dios y siendo la única amiga de PJ que tenía fe, terminó celebrando el funeral.

   “Miré alrededor y pensé: ‘Esta es mi gente y no tienen pastor. Tal vez estoy realmente llamada a ser la pastora de mi gente'”, relata Bolz-Weber. Se fue a un seminario luterano y más tarde comenzó la “Casa para todos los pecadores y santos” en Denver, cuya misión es congregar a los “desadaptados”.

   Bolz Weber llevó celebró una boda civil entre dos mujeres justo después de la medianoche el día en que se legalizó el matrimonio gay en Denver “Tuve que empezar una iglesia a la que a mí me gustaría asistir, básicamente porque rara vez fui a alguna que me gustó”, dice.

   “De hecho, le dije a mi obispo en algún momento del proceso que me podría mandar a una parroquia en un pueblo pequeño, pero ambos sabemos que eso sería horrible para todos, así que ¿qué tal si empiezo una parroquia nueva?”.

   Una tercera parte de su congregación es gay, lesbiana o transexual. Y ese hecho es celebrado. Hay incluso un “Ministro de Fabulousness”, un drag queen llamado Stuart.
Según explica Bolz-Weber, muchos jóvenes que van a la iglesia tienen prejuicios con las instituciones y la autoridad presumida, y ella se identifica con ellos, además ella no lee la Biblia de manera literal.

   Comparten roles y cantan himnos a capella, como la tradición que ella tiene de la Iglesia de Cristo. Ella cuenta que eran 40 en un domingo regular. Pero luego, cuando su historia salió en el periódico The Denver Post, celebró un servicio masivo al aire libre que se duplicó durante la noche.

  Bolz-Weber no tiene prejuicios sobre la identidad sexual o la orientación, tampoco paciencia con los debates sobre la sexualidad que han atrapado a muchas iglesias, incluyendo a su propia denominación luterana.

   Dice que es porque no lee la Biblia de manera literal, incluso cree que leerla así es idolatría. Bolz-Weber cree en el pecado. “Nunca me canso de hablar de las maneras en las que estamos mal y necesitamos gracia”, explica, sólo que ella no lo entiende en términos sexuales.

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(Samuel Miranda)