SANTA CATALINA LABOURÉ
1876 d.C.
31 de diciembre
La llamaban Zoe Catalina y
había nacido en Fain-les-Moutiers en Borgoña. Era una rica
campesina bretona, no muy instruida, se hizo cargo de su casa y de sus diez
hermanos desde su niñez a causa de la muerte de su madre. Se trasladó
a Châtillon-sur-Seine, para adquirir un poco de instrucción
en el pensionado que dirigía una prima suya. Allí un sacerdote
le ayudó a discernir su vocación. En 1828, con 22 años,
quiso ser Hija de la Caridad. Su padre se trasladó a París
para que se distrajera, y la puso a trabajar como criada y como camarera
en el café de uno de sus hijos. Por fin, dos años después,
con el permiso de su padre, ingresó en el postulantado de Châtillon-sur
Seiney en 1830, en el noviciado de París, y en 1831 hizo los votos
y tomó el nombre de Catalina. En el período siguiente tuvo
las apariciones del corazón de san Vicente de Paúl, y la “de
ver a nuestro Señor en el Santísimo Sacramento”.
Nadie supo que en su juventud, el 27 de Noviembre de 1830, estando
orando con toda la comunidad en la capilla del convento de París,
y se le presentó María con este dialogo: "Esta esfera que tu
ves, representa el mundo entero y a cada persona en particular; estos rayos
son el símbolo de la gracia que yo derramo sobre los que las piden.
Haz acuñar una medalla según este modelo. Recibirán
abundantes gracias y gozarán de mi protección todas las personas
que la lleven bendecidas y pendientes del cuello, y recen con confianza esta
plegaria: ¡Oh! María sin pecado concebida, rogad por nosotros
los que recurrimos a Vos". María también le pidió que
las Hijas de la Caridad volvieran a la fidelidad de la regla. Empezó
así la devoción a la medalla milagrosa.
En 1832, el padre Aladel, su confesor, (que en un principio
fue muy aspero y duro con ella) visitó a monseñor Quelen, arzobispo
de París, y consiguió permiso para grabar la medalla, según
la Virgen había manifestado a Catalina. El mismo arzobispo de París
pudo comprobar los frutos espirituales de la medalla en varias ocasiones.
La medalla se propagó muy rápidamente. Catalina se preocupó
mucho de ello, pero con tanta discreción que se mantuvo en secreto
el nombre de la vidente. Ella sólo hablaba con su confesor y seguía
su vida normal.
El pueblo la llamó la Medalla Milagrosa por los muchos
prodigios que obraba. El más famoso fue la conversión del judío
Alfonso de Ratisbona. Ratisbona aceptó por cortesía una medalla
de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del "Acordaos"
de san Bernardo. Visitó en Roma, la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte.
Se acercó a la capilla de María que se le apareció tal
como venía grabada en la medalla. Se arrodilló y quedó
transformado. Se bautizó, se ordenó sacerdote, convirtió
a muchos judíos y fundó las Hermanas de Sión para este
apostolado.
Mientras tanto, Catalina vivió en la humildad y el anonimato.
Se trasladó en 1835 al hospicio de Enghien, en Reuilly, a 5 kms de
París. Atendió a los ancianos, trabajó en la cocina,
en el gallinero, en la enfermería, en la portería. Sufrió
en silencio la falta de comprensión del nuevo confesor. Consiguió
que se levantase el altar, con la estatua que perpetuase las apariciones,
en la capilla donde había recibido las confidencias de la María.
Catalina murió en París, un 31 de Diciembre, 46 años
después de la aparición y hasta después de su muerte
no se reveló que ella había sido la vidente de este magno hecho.
Fue canonizada en 1947 por Pío XII.