Esta
laboriosa napolitana no soñaba que un día sería la
fundadora de “Las pobres Hijas de la Visitación de
María”, cuando vino al mundo en Barra (Nápoles) el 18 de
Noviembre de 1889, fue la quinta de diez hijos.
Quien
la conoció –ya que murió el 11 de Marzo de 1964– cuenta
que era una chiquilla tan sensible y tan intuitiva respecto a los
pobres, que cualquier cosa que le hicieran para meterse con ellos o
algún que otro desaire, lo sentía como si se lo hicieran
a ella misma.
El
encuentro con personas de valía personal, siempre aportan
riquezas e ideas para emularlas. Claudia tuvo la suerte de conocer en
Nápoles a la hoy Beata Catalina Volpicelli.
Tanto
influyó en ella el gesto y la amabilidad de aquella fundadora
que, desde entonces, le entró, por inspiración divina, el
deseo de consagrar su vida serviendo a Dios a traves de los más
necesitados.
Como
ha ocurrido ya muchas veces a lo largo de la historia de la Iglesia, se
unió con varias amigas íntimas y con una vivencia
profunda de la vida cristiana.
Entre
todas ellas trabajaban y prestaban su asistencia a los pobres del
barrio en el que vivían. Para ello pedían limosna,
trabajaban incluso de noche en el campo para que ningún pobre se
fuera a la cama sin haber comido algo.
Dios,
al ver su generosidad y su entrega a la porción
evangélica por excelencia, que son los más necesitados,
le animó a que fundara la “Casa de los Pobres”.
Al
año siguiente, el 20 de Junio de 1926, este grupo de chicas
formó la primera comunidad religiosa con siete jóvens
como religiosas y doce ancianas como colaboradoras.
Como
obra que venía de Dios y no del capricho de estas
jóvenes, Dios le dio muchas vocaciones y campos de apostolado en
las parroquias y en casas para los pobres.
La
Santa Sede aprobó esta congregación nueva el 25 de
Febrero del año 1947.
Su
proceso de beatificación inició en el año 1971