CLEMENTE XIII
1758-1769 d.C.
El pontificado
del cardenal Carlos Rezznico, veneciano, fue dominado por la cuestión
de los jesuitas. La Orden de San Ignacio había llegado en el siglo
XVIII al apogeo de su poder, tanto en lo político, debido al influjo
que ejercía en casi todas las cortes católicas de Europa, como
en el comercio y la instrucción. La mayoría de los colegios
europeos pertenecían a la Compañía, lo que provocaba
no sólo el odio de los institutos laicos, sino también la rivalidad
de las demás Órdenes religiosas católicas. El cardenal
portugués Saldanha había prohibido a los jesuitas portugueses
cualquier operación comercial y les había retirado el derecho
de predicar y de confesar.
Clemente XIII protestó contra unas medidas demasiado
severas, pero los acontecimientos se precipitaron cuando, en el mes de septiembre
de 1758, fue cometido un atentado contra José I, rey de Portugal.
El marqués de Pombal, enemigo de la Orden, aprovechó la oportunidad
para afirmar que los jesuitas habían preparado el atentado, a pesar
de que no había pruebas a favor de tales afirmaciones. Los jesuitas
fueron confinados de Portugal y de las colonias, y el estado portugués
se incautó de todos los bienes de la Compañía de Jesús.
También el Nuncio Apostólico en Lisboa, Acciaioli, fue obligado
a abandonar su puesto.
Medidas iguales tomadas poco después en Francia, donde
jansenistas, galicanos y filósofos de las nuevas tendencias, dirigidos
por Voltaire, veían en los jesuitas a sus más poderosos enemigos.
Madame de Pompadour, condenada por los jesuitas debido a su vida inmoral,
incitó también al rey para que pronunciara la condenación
de los jesuitas. El 6 de agosto de 1762, el rey disolvió la Orden
como contraria al Estado y dañina para la Religión y la moral.
Los jesuitas fueron exiliados del reino y sus bienes confiscados. En 1765
el Papa trató de defenderlos, pero su Constitución "Apostolicum
Pascendi manus" no pudo ser publicada ni en Francia ni en Austria.
Una rebelión provocada en Madrid por un decreto de la
policía que prohibía llevar sombreros anchos, fue achacada
en seguida a los jesuitas, considerados como instigadores del pueblo. Un
decreto de 1767 los expulsaba de España y del Imperio y pronunciaba
la confiscación de sus bienes. Carlos III y su ministro Aranda eran
enemigos de la Orden y discípulos de las nuevas doctrinas anticatólicas
que circulaban por todo el continente. Los jesuitas expulsados de España
fueron desembarcados de Córcega, donde vivieron en la miseria hasta
que el Papa pudo recibirlos en sus territorios.
También en Nápoles, donde reinaba Fernando IV,
hijo de Carlos III, rey de España, y donde la política estaba
en manos de Tanucci, enemigo de los jesuitas, la Orden fue disuelta en 1767.
El Papa seguía defendiendo a los jesuitas, lo que provocó
la reacción espontánea de Francia, que ocupó Aviñon,
y de España y el reino de las Dos Sicilias, que se apoderaron de Benevento
y de Ponte Corvo. En el mes de enero de 1769 los embajadores de las cortes
borbónicas en Roma presentaron al Santo Padre una nota en que se le
pedía la disolución de la Compañía de Jesús.
El Papa sufrió un ataque de aplopejía, bajo el golpe que aquella
nota le había causado, y falleció el 2 de febrero de 1769.
Su sepulcro, en San Pedro, es una obra maestra de Canova.
Clemente XIII fue el
que aprobó el culto al Sagrado Corazón de Jesús, que
los jesuitas apoyaban desde hacía años y que constituía,
de esta manera, su último triunfo. En 1763 Clemente XIII nombró
a Winckelmann como comisario para las antiguedades y así fue como
el sabio alemán pudo escribir su obra "Historia del arte en la antiguedad",
obra que sienta las bases de la arqueología moderna.