CORPUS CHRISTI
EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
La fiesta del Cuerpo y la
Sangre de Cristo se celebra el jueves siguiente a la fiesta de la Santísima
Trinidad, dentro del tiempo ordinario. Surgió para afirmar la presencia
real de Jesús en la Eucaristía en contra de graves errores
de algunas personas, que negaban tal presencia y luego fue extendida a toda
la Iglesia por el papa Urbano IV en 1264.
Al principio se llamaba Corpus Christi, más tarde se
llamó también "fiesta de la Eucaristía". Aunque sea
jueves, es un día de precepto, es decir, los católicos debemos
de ir a Misa, para cumplir con el tercer mandamiento de la Ley de Dios.
Esta solemnidad no sólo nos invita a adorar la presencia
sacramental de Jesús en el Sagrario, sino que nos lleva a reflexionar
sobre el valor de la celebración eucarística o Misa, y a vivir
de acuerdo con la doctrina de Cristo y su acción salvadora.
Historia de un milagro
La Edad Media fue un período difícil y vergonzoso
para nuestra Iglesia. El Señor permitió que sufriera corrupción
y herejías. Las herejías eran expuestas por figuras fuertes
dentro de la misma Iglesia, una de las más graves fue la duda que
se sembró en cuanto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía,
ocasionando grandes confusiones y problemas de fe para muchos.
Sin embargo, el Señor balanceó la oscuridad con
la luz y el resplandor de grandes hombres, como, San Francisco de Asís,
Santo Domingo, San Antonio de Padua, Santo Tomás de Aquino, gran defensor
de la Eucaristía; el Papa Urbano IV, que instituyó la fiesta
de Corpus Christi y… el Milagro Eucarístico de Bolsena, relacionado
con un sacerdote llamado Pedro de Praga.
En 1263, Pedro de Praga apareció y no se sabe de donde
y después de que ocurrió el milagro, desapareció y nunca
más se supo de él. El Padre de Praga era un buen hombre, de
grandes virtudes, pero a causa de las corrientes ideológicas que se
desataron entonces, estaba teniendo grandes dudas sobre la presencia física
de Jesús en la Eucaristía. Él viajaba en una Peregrinación
hacia Roma, porque creía que orando en la tumba de San Pedro, el de
la fe inquebrantable (Sn.Lc.22,32-); y en la tumba de uno de los grandes
orígenes de fortaleza de nuestra Iglesia, San Pablo, estaría
lleno de la fe que él necesitaba para permanecer en su ministerio.
En su camino hacia Roma, paró una noche en la pequeña ciudad
de Bolsena, como a 70 millas al norte de Roma. Se quedó en la Iglesia
de Santa Cristina, una santa heroína de los primeros tiempos de la
Iglesia; milagroso altar de la santa. El Padre Pedro pidió celebrar
Misa en ese altar, estaba buscando toda la ayuda que pudiera encontrar; solamente
conocía una manera: pedir. Él tenía fe, pero no lo sabía.
No pedía ayuda fuera de la Iglesia, no le pedía ayuda a los
hombres. Él sabía que la única forma en que él
podía recobrar su fe y hacerse santo era a través de Nuestro
Señor Jesús, por lo tanto la siguiente mañana hizo la
única cosa que sabía hacer. Fue al altar de Santa Cristina
a celebrar la Santa Misa.
Como era su costumbre, oró antes de la Misa por la gracia
que necesitaba: la Fe. Oró con mucho fervor a Dios. Su oración
fue la misma: suplicaba por la fe para creer sin ninguna duda que el regalo
que se nos había dado en la Última Cena, que se le había
dado a él el día de su ordenación, era realmente el
cuerpo de Cristo. Comenzó a celebrar la Misa como de costumbre y,
en el momento de la Consagración, elevó la hostia muy alto
sobre su cabeza, y dijo las palabras que mandó Jesús. Cuando
pronunció: "ESTO ES MI CUERPO", el pan sin levadura se convirtió
en carne, y empezó a sangrar profusamente, la sangre cayó sobre
el Corporal. El sacerdote, asustado, y no sabiendo exactamente que hacer,
envolvió la hostia en el Corporal, dobló el Corporal, y lo
dejó en el altar. Cuando se iba, gotas de sangre cayeron en el piso
de mármol enfrente del altar.
El Padre Pedro inmediatamente fue a decir lo que había sucedido al
Papa Urbano IV, que en ese tiempo estaba en Orvieto, a poca distancia de
Bolsena. El Papa mandó a un Obispo al lugar para que hablara con el
sacerdote de la Iglesia y poder verificar lo que el Padre Pedro le había
dicho y para traer a Orvieto la Hostia Sagrada y el Corporal. Cuando el Papa
Urbano IV vio aquel milagro, llamado "El Milagro Eucarístico", se
arrodilló al ver al Señor convertido ante él, en forma
física, en el corporal sagrado.
Recibió el Corporal Milagroso del Obispo, fue al balcón
del Palacio Papal, lo elevó reverentemente y se lo mostró a
las personas de la ciudad; proclamando que el Señor realmente había
visitado su pueblo, declaró que el Milagro Eucarístico de Bolsena
realmente había disipado las herejías que habían estado
extendiendo sin ton ni son por Europa.
Durante el año siguiente el Papa Urbano IV se ocupó
casi exclusivamente en la labor de escribir la Bula Papal, Transiturus, la
cual fue publicada el 11 de Agosto de 1264. Con esa Bula Papal instituyó
la Fiesta de Corpus Christi en honor del Santísimo Sacramento, la
Eucaristía. .
¿Eucaristía o misa?
La palabra "Eucaristía" es de origen griego "Eukharistia",
significa "acción de gracias". Recuerda las bendiciones que proclaman
las obras de Dios: la creación, la liberación, la redención
y la santificación.
(cf. Lc 22,19; 1Co 11,24; Mt 26,26; Mc 14,22).
"Eucaristía" o "Celebración Eucarística"
es el nombre exacto de lo que llamamos "Misa", lo más importante de
esta celebración, es que se vuelve a realizar cada vez el milagro
de Cristo: el Espíritu Santo convierte el pan en su Cuerpo y el vino
en su Sangre. Además, en cada Misa, se actualiza el sacrificio de
Jesús y se repite el milagro del Cuerpo y la Sangre de Cristo, aunque
una vez al año celebremos de manera más solemne este gran misterio.
Presencia real de Cristo
"Cuando Jesús instituyó la Eucaristía,
tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo dio a los discípulos diciendo: "Tomen, coman; esto es mi cuerpo"
(Mt 26,26 y similares). "Esto (el pan) es mi cuerpo" (la persona de Jesús).
Lo mismo hizo con el vino, afirmando "Esta es mi Sangre". Sus palabras no
dejan lugar a dudas. No es una comparación: "es como mi cuerpo o,
como si fuera mi sangre" Es una afirmación real: "esto es mi Cuerpo
y esta es mi Sangre."
La Iglesia, desde sus inicios, ha afirmado siempre esta presencia
singular de Jesús, y la ha definido como misterio de fe. La presencia
real de Jesucristo en la Eucaristía no es objeto de estudio científico,
ya que no puede ser percibida por los sentidos. El pan y el vino pierden
en la Eucaristía su sentido natural como alimento corporal y reciben
un nuevo ser y un nuevo sentido. Son signos reales de la presencia real y
de la entrega personal de Jesucristo. En los signos sensibles de pan y de
vino, se hace presente realmente Jesucristo, que se entrega por nosotros.
Valor de la eucaristía
"En cada Misa, se actualiza el Sacrificio de Cristo, con el
que Dios sella la Nueva Alianza con la humanidad entera. Sabemos que la Eucaristía
es un sacrificio por las palabras de Jesús: "Esta es mi sangre, la
sangre de la alianza que se derrama por todos para el perdón de los
pecados" (Mt 26,28).
Se recuerda con esta frase lo que relata el Éxodo, cuando Moisés
rocía sangre del sacrificio del Sinaí sobre el pueblo, diciendo:
"esta es la sangre de la Alianza que el Señor hace con vosotros" (Ex
24,8).
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, -por encargo
de Jesús "hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19)- actualiza
el sacrificio único de Jesucristo. Por la palabra y los signos eucarísticos,
se hace presente el sacrificio de la cruz, y además, toda la obra
salvadora de Jesucristo.
La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana.
Los demás sacramentos y todos los ministerios de la Iglesia y obras
de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan.
En la Eucaristía está todo el bien espiritual de la Iglesia,
es decir, Cristo mismo.
Comunidad cristiana = comunidad eucarística. Desde sus
inicios la comunidad cristiana acostumbra reunirse para "partir el pan",
es decir para participar de la Celebración Eucarística. "Eran
constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles y en
la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones. Todo el mundo
estaba impresionado por los muchos prodigios y señales que los apóstoles
realizaban. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo
en común: vendían posesiones y bienes y repartían entre
todos según la necesidad de cada uno. A diario frecuentaban el templo
en grupo; partían el pan en las casas y comían juntos alabando
a Dios con alegría y de todo corazón, siendo bien vistos por
todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando
al grupo a los que se iban salvando"
(Hch 2,42-47)
Este texto nos muestra cómo la celebración eucarística
se había integrado en la vida de la comunidad, estableciendo con ella
una estrecha relación. La celebración lleva a la vida y la
vida, en la que todo se comparte, se celebra y cobra sentido en el gesto
de "partir el pan".
La comunidad cristiana es eucarística porque comparte
un mismo pan y porque comparte sentimientos y bienes entre los hermanos.
A esto se siente conducida por el hecho de comer de un mismo pan: Cristo,
asimilado, unifica a todos los miembros hasta el punto de que "todos pensaban
y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie
consideraba suyo nada de lo que tenía" (Hch 4,32).
Para los cristianos, compartir el pan es participar y estar en el cuerpo
de Cristo (Cf. 1Co 10,16-17).
La Eucaristía habla del hecho y la experiencia de lo
que es "el cuerpo de Cristo", la puesta en práctica del amor mutuo
expresado en el servicio y en la disponibilidad hacia los demás.
Es por eso que San Pablo, en varias ocasiones, recrimina a la comunidad por
sus divisiones y diferencias que invalidan la Cena del Señor (Cf.
1Co 11,17-34). Con su advertencia les viene a decir que no basta con hacer
el rito de partir el pan, sino que es preciso vivir en la unidad y solidaridad
que el gesto eucarístico significa.
¿Para qué voy a Misa?
Participar en la Eucaristía, no es como ir a ver un espectáculo,
sino unirse al culto más grande que el hombre pueda realizar, porque
no es el ofrecimiento de oraciones u obras buenas lo que se hace, sino el
mismo ofrecimiento de Cristo, al cual el hombre se une mediante la aceptación
de la Palabra de Dios, el ofrecimiento de sí mismo, y la recepción
del Cuerpo y la Sangre del Señor.
No es suficiente con estar en Misa físicamente, es necesario
participar activamente en ella, desde el inicio, hasta el final; interesarse
por las lecturas y compartir las oraciones y los cantos, todo esto nos dispone
a lo más importante: la comunión. Para "unirse en común"
con Cristo y los cristianos, sólo así se forma lo que llamamos
una "comunidad".
La comunidad cristiana es, desde sus inicios, una comunidad
eucarística, su vida y crecimiento depende de la participación
en este sacramento. No se puede ser cristiano - católico, sin asistir
a Misa y frecuentar el sacramento de la Eucaristía, al menos una vez
por semana (cada domingo); privarse de este vital alimento es para el espíritu,
como dejar de comer para el cuerpo.