BEATO CRISTÓBAL DE SANTA CATALINA
FERNANDEZ DE VALLADOLID
1690 d.C.
24 de julio
Nació en Mérida
(Badajoz) en el seno una familia pobre de labradores. Trabajó en el
campo con su padre y luchó contra el hambre. Sólo se conoce
de su juventud su afición a la penitencia. En 1663 fue ordenado sacerdote
en Badajoz y luego, nombrado capellán de un Tercio de Castilla en
la guerra contra Portugal, gravemente enfermo tuvo que regresar a Mérida
a la casa de sus padres. Al restablecerse, cuatro años más
tarde, Al restablecerse se retiró para hacer vida eremita al desierto
de Bañuelos de Córdoba, donde permaneció seis años.
Allí encontró a otro ermitaño, semidesnudo,
muerto de hambre, esquelético y le pidió quedarse con él
y seguir sus consejos, allí es donde adoptó el nombre de padre
Cristóbal de Santa Catalina. Este nombre es posible que lo llevara
por la ermita que tenía esta santa en el mismo centro de Mérida.
Aqui funda, en 1670, el eremitorio de San Francisco y San Diego de Villaviciosa,
donde a diario oficiaba misa en la iglesia del eremitorio, aun hoy existente,
dedicada a Ntra. Sra. de Villaviciosa, a la que profesó gran devoción
y ante cuya imagen compartía la Eucaristía con sus hermanos
de la congregación y, donde comenzó a vivir con toda radicalidad
en oración, silencio y penitencia. Allí buscó una vida
entregada a la oración, y en Córdoba acabó siendo un
hombre de santidad para todos, al servicio siempre de los desvalidos y los
más necesitados.
Atraído por la regla de san Francisco de Asís
profesó, en 1670, como Terciario franciscano en el convento de Madre
de Dios de Córdoba. En 1673, a la vista de tanto sufrimiento, el padre
Cristóbal tomó una determinación radical para su vida:
"Serviré a Dios sustentando pobres" y funda el Hospital de Nuestro
Padre Jesús Nazareno para atender a los más necesitados. Coloca
en la puerta del centro su lema: “Mi providencia y tu fe tendrán esta
Casa en pie”
Fue un hombre de "gran fe", consiguió pagar a los trabajadores
de una obra a pesar de no tener dinero gracias a la Providencia o que el
pan no faltara de la despensa y la Providencia le honró con muchos
dones taumatúrgicos de ayuda a los pobres y necesitados. Y lo hace
en una pequeña ermita de la cofradía de Jesús Nazareno,
comenzando así la Hospitalidad Franciscana de Jesús Nazareno.
Su obra más importante, según los mismos datos, fue la fundación
el 11 de febrero de 1673 de dos congregaciones franciscanas, denominadas:
Hermanos y Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno; la congregación
masculina ya no existe.
Ancianas pobres y enfermas era el principal objetivo de su Fundación
de Hermanos Hospitalarios de Jesús Nazareno, según sus reglas
aprobadas por Benedicto XIV en 1746 y de la que sólo existe un ejemplar
que se conserva en los archivos de la Casa de Córdoba. Escribió
el libro de “Las Reglas y Constituciones” que han de guardar las Hermanas
Hospitalarias de Jesús Nazareno impresas en 1740 en Córdoba.
Uno de sus milagros que fue "verificado por todos" fue la petición
que las hermanas hicieron al padre Cristóbal para "que suplicara a
la caldera donde hacían la comida para los enfermos que la cociese,
ya que ésta tenía un agujero por el que se salía el
agua y apagaba el fuego"... "conmovido por tanta fe, nuestro beato se dirigió
con candor franciscano a la caldera y le dijo: en virtud de santa obediencia
te mando que no se cuele más el agua y deje cocer la comida para los
enfermos". "Inmediatamente la caldera comenzó a hervir y esto llegó
a oídos del obispo de Córdoba, Alonso de Salizanes, que quiso
comprobar la verdad del hecho". Y así fue.
También fueron muchas las "curaciones obtenidas por intercesión
del padre Cristóbal".
Como la de uno de los hijos del vizconde de Villanueva, que
estaba en peligro de muerte a quien nada más bendecir "se levantó
de la cama y se puso a jugar como hacen los chicos de su edad".
La compasión del padre Crisóbal fue otra de sus virtudes. Así,
el padre Cristóbal recogía a los recién nacidos "abandonados
de noche delante del hospital, socorría con alimentos a las viudas
que sufrían el hambre y acogía a los peregrinos indigentes".
Durante su vida, el nuestro beato también prestó
"mucha atención a las monjas de clausura y, por ello animaba a los
ricos a ayudar a los monasterios con generosas donaciones, en vez de malgastar
el dinero en cosas superfluas y vanas", destacó. El padre Cristóbal
murió en Córdoba durante una epidemia de cólera y sus
restos reposan en la iglesia de Jesús Nazareno. Fue beatificado por
SS Francisco el 7 de mayo de 2013.