CUANDO CANTAMOS BAJA LA GLORIA DE DIOS



    "Mientras que todos los levitas cantores, Asaf, Hernán y Jedutún con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar tocando címbalos, salterios y cítaras y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas; cuando, pues, se oyeron al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yavé; cuando alzaron la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música para alabar a Yavé diciendo: "Porque es bueno, porque es eterno su amor su amor", en ese momento la Casa se llenó de la nube de la Gloria de Yavé y los sacerdotes no pudieron continuar  en su servicio a causa de la nube, porque la Gloria de Yavé llenaba la Casa de Dios".

   Es tanta la responsabilidad de los ministerios de música que Dios baja y se hace presente en la asamblea cuando cantamos y tocamos instrumentos con la finalidad de adorarlo y proclamarlo. La nube en el Antiguo Testamento, es signo de la presencia de Dios. Recordemos cómo Dios hablaba con Moisés en medio de una nube. "El pueblo, pues, se mantuvo a distancia mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios" (Éxodo 20,21).

   Es, pues, la nube, signo de la presencia de Dios. Cuando se canta alabando, adorando o proclamando al Señor, la gloria de Dios baja, es decir, se hace presente. Es el ministerio de música el que permite que en muchas celebraciones la gloria de Dios baje. Por ejemplo en la Santa Misa, el sacerdote hace presente a Jesús y si aunamos la interpretación del ministerio de música en el lugar, es para que todos los hermanos presentes en la celebración litúrgica salgan llenos de la presencia del Señor.

   Un músico de Dios es un profeta, en la medida en que con su vida y con su música hace presente a Dios en la cotidianeidad y lo proclama de palabra y de obra. Es una responsabilidad muy grande la que tiene en sus manos un miembro dedicado a esto.

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(Samuel Miranda)