CUARENTA SANTOS MÁRTIRES
DE SEBASTE
320 d.C.
9 de marzo
La Legión XII Fulminata se hizo célebre
entre los cristianos del siglo IV por el martirio de 40 de sus soldados.
Junto a la Legión XV Apollinaris tenía a su cargo la defensa
de Asia Menor.
En el año 312 Constantino y Licinio publicaron un edicto
favorable a los cristianos. Majencio había sido derrotado el 28 de
Abril de ese año junto al puente Milvio y quedaba Constantino como
único emperador de Occidente. En Oriente, vencido Maximiano Daia,
es Licinio el único dueño. Constantino y Licinio son emperadores
asociados. Por ese momento hay abundantes cristianos enrolados en las filas
del ejército por la tranquilidad que por años los fieles cristianos
van disfrutando al amparo del edicto imperial. En lenguaje de Eusebio, el
ambicioso Licinio ´se quita la máscaraª e inicia en Oriente
una cruenta persecución contra los cristianos.
La verdad histórica del martirio, con sus detalles más
nimios, no llega uniformemente a nuestros tiempos. La predicación
viva de su entrega hasta la muerte -propuesta una y otra vez como paradigma
a los fieles- está necesariamente adaptada a la necesidad interior
de los diferentes auditorios; esto hace que se resalten más unos aspectos
que otros, según lo requiera el mayor provecho espiritual, a los distintos
oyentes y probablemente ahí radique la diferencia de las memorias.
San Gregorio de Nisa, apologista acérrimo de los soldados
mártires, sitúa el lugar del martirio en Armenia, cerca de
la actual Sivas, en la ciudad de Sebaste. Fue en el año 320 y en un
estanque helado. (San Efrén, al comentarlo, debió imaginarlo
tan grande que lo llamó ´lagoª). Dice que de la XII Fulminata,
cuarenta hombres aguerridos prefirieron la muerte gélida a renunciar
a su fe cristiana. Sobre el hielo y hundiéndose en el rigor del agua
fría, los soldados, con sus miembros yertos, se animan mutuamente
orando: ´Cuarenta, Señor, bajamos al estadio; haz que los cuarenta
seamos coronadosª. Quieren ser fieles hasta la muerte... pero uno de
ellos flaquea y se escapa; el encargado de su custodia -dice el relato-,
asombrado por la entereza de los que mueren y aborreciendo la cobardía
del que huye, entra en el frío congelador y completa el número
de los que, enteros, mantienen su ideal con perseverancia. Los sepultaron,
también juntos, en el Ponto, dato difícil de interpretar por
ser armenios los mártires.
Pronto comenzó el culto a los soldados y se propagó
por Constantinopla, Palestina -donde santa Melania la Joven construyó
un monasterio poniéndolo bajo su protección-, Roma y de allí
a toda la cristiandad. La antigüedad cristiana vibraba con la celebración
del heroísmo de sus soldados, admiró la valentía, la
constancia, el desprendimiento, la renuncia a una vida larga y privilegiada.
Deseaban las iglesias particulares conseguir alguna de sus reliquias tanto
que san Gaudencio afirma se valoraban más que el oro y san Gregorio
Niseno las apreciaba hasta el punto de colocarlas junto a los cuerpos de
sus padres para que en la resurrección última lo hicieran junto
a sus valientes intercesores.
Sus nombres, según se hallan en las actas más
antiguas, son los siguientes: Quirión, Cándido, Domno, Melitón
(el más joven), Domiciano, Eunoico, Sisino, Heraclio, Alejandro, Juan,
Claudio, Atanasio, Valente, Heliano, Ecdicio, Acacio, Vibiano, Elio, Teóduío,
Cirilo, Flavio, Severiano, Valerio, Cudión, Sacerdón, Prico,
Eutiquio, Eutiques, Smoragdo, Filoctemon, Aecio, Nicolás, Lisímaco,
Teófilo, Xanteas, Angeas, Leoncio, Hesiquio, Cayo y Gorgonio.