HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA
EPOCA MEDIEVAL
PRIMERA PARTE: SIGLOS VII-IX
CAPÍTULO IV
LA AFIRMACIÓN DEL CULTO A LAS
IMÁGENES
I. La dogmatización del culto de las imágenes: el Concilio
II de Nicea (año 787)
León IV (775-780), hijo y sucesor de Constantino V, no
derogó los edictos promulgados por su padre, quizá porque en
el ejército y en el alto clero predominaban los partidarios de la
herejía. Sin embargo, procedió con cierta benignidad. A su
muerte tomó las riendas del gobierno su mujer, Irene, por la minoría
de edad de su hijo Constantino VI .tenía sólo diez años
cuando subió al trono.. Con Irene, natural de Atenas y con una predisposición
a favor de los iconos, se inaugura una nueva etapa, en la que se volvió
a autorizar el ingreso de los jóvenes en la vida monástica,
abriéndose monasterios que habían sido suprimidos.
No obstante, en la derogación de las medidas iconoclastas
debía actuar con prudencia, por la fuerza del ejército .aún
fiel a Constantino V., de los funcionarios .en su mayoría habían
sido nombrados por él. y de los obispos .que estaban vinculados a
las decisiones de Hieria.. La única solución era un nuevo concilio,
verdaderamente ecuménico.
El patriarca de Constantinopla, Pablo IV (780-784) había
jurado las decisiones de Hieria. Para evitar ser un obstáculo, renuncia
en agosto del 784 a su cargo y se retira a un monasterio. La emperatriz propone
para sucederle no a un monje .evitando así las suspicacias iconoclastas.,
sino a un laico, su canciller Tarasio (784-806), de cuya habilidad se esperaba
una actitud conciliadora. Cuando la Junta de electores había mostrado
su consentimiento a la futura convocatoria de un concilio, Tarasio aceptó
su nuevo cargo envió al papa Adriano I (771-795) la Sinódica,
comunicación de su nombramiento pidiéndole la comunión.
La carta contiene una profesión de fe iconódula
y se refiere a la intención de convocar un concilio que discutiese
definitivamente el problema, para el cual pide la asistencia del papa o el
envío de legados. Irene dirigió al papa una misiva similar
y conocemos la respuesta de Adriano I (octubre del 785)[45], en la que muestra
su desagrado por la consagración ilícita de un laico como patriarca,
por el empleo del título de patriarca ecuménico y por la poca
disponibilidad de Tarasio a devolver a la jurisdicción del papa los
territorios de Iliria... Pero, al mismo, tiempo, alaba la iniciativa de restaurar
la imágenes, aunque esto no representaba un problema para Occidente,
donde únicamente eran vistas como un elemento catequético-pedagógico.
Finalmente anuncia el envío de dos emisarios, reservándose
el derecho de confirmar las decisiones del Concilio.
«...Aquel pseudo-sínodo, que sin la sede apostólica
tuvo lugar... contra la tradición de los muy venerados Padres, para
condenar las sagradas imágenes, sea anatematizado en presencia de
nuestros apocrisarios... Y cúmplase la palabra de nuestro Señor
Jesucristo: .Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.;
y también: .Tú eres Pedro....; la sede de Pedro brilló
con la primacía sobre toda la tierra y ella es la cabeza de todas
las Iglesias de Dios».
La oposición de los iconoclastas era grande, sobre todo
entre el ejército. El Concilio había sido abierto en agosto
del 786 en la iglesia de los Santos Apóstoles, pero fue disuelto inmediatamente
por la irrupción de soldados iconoclastas. Sólo fue posible
convocarlo de nuevo cuando las tropas se encontraban ausentes de la capital,
combatiendo a los árabes. Al mismo tiempo. Irene hizo venir de la
Tracia a un contingente fiel y tuvo la precaución de hacer la convocatoria
en Nicea, no en Constantinopla.
El Concilio realizó su trabajo en siete sesiones y las
resoluciones fueron promulgadas por Irene y Constantino VI el 23 de octubre.
Es el VII concilio ecuménico y el último considerado como tal
por los ortodoxos. Participaron más de 300 obispos, muchos monjes
y dos legados pontificios no obispos. Tarasio llevaba la iniciativa y, frente
a los sectores más radicales, permitió la actuación
de obispos que anteriormente habían apoyado los decretos iconoclastas.
Se leyó una versión de la carta del Papa en la
que se suprimían los párrafos críticos con el patriarcado
de Constantinpla y se acentuaban los relativos a las imágenes. Los
debates no fueron de gran altura teológica e, incluso, se mezclan
leyendas piadosas y milagros. En la decisión final se hace la distinción
entre el culto de adoración a Dios .latreuein. y la veneración
hacia las imágenes .proskunein.. La posibilidad de hacer imágenes
de Cristo se basa en la Encarnación. Las de los santos pretenden que
se imite su ejemplo. Por tanto, no vemos una argumentación original,
sino ideas ya conocidas.
«Entrando, como si dijéramos, por el camino real,
siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros Santos Padres
y la tradición de la Iglesia católica .pues reconocemos que
ella pertenece al Espíritu Santo, que en ella habita., definimos con
toda exactitud y cuidado que de modo sejejante a la imagen de la preciosa
y vivificante cruz han de exponerse las sagradas y santas imágenes,
tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente, en
las santas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las pareces
y cuadros, en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios y Sanvador
Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra, la santa Madre de Dios,
de los preciosos ángeles y de todos los varones santos y venerables.
Porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su
representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstas
miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración
de honor, no ciertamente la latría verdadera que serún nuestra
fe sólo conviene a la naturaleza divina, sino que, como se hace con
la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los evangelios y con los
demás objetos sagrados de culto, se las honre con la ofrenda de incienso
y de luces, como fue piadosa costumbre de los antiguos. .Porque el honor
de la iagen se dirige al original. .san Basilio., y el que adora una imagen,
adora a la persona en ella representada»[49].
El concilio de Hieria es declarado ilegítimo y se rebaten sus
conclusiones mientras que hay una explícita voluntad de moverse sobre
la línea de los concilios ecuménicos anteriores. Finalmente
se puso un icono en un puesto de honor, junto al evangeliario, como reconocimiento
expresivo del culto de las imágenes. En la sesión final el
emperador y su madre fueron aclamados como la nueva Elena y el nuevo Constantino.
II. Las controversias bizantinas en torno al II concilio de Nicea
Las decisiones del concilio II de Nicea fueron rechazadas por
los teólogos carolingios. En el Libri Carolini se dice que ni en Hieria
ni en Nicea se había acertado con la verdadera doctrina. El primero
por su vandalismo iconoclasta, y el segundo por su adoración idolátrica
de las imágenes. En una línea semejante se mueve el sínodo
de Francfurt (795). De todos modos, nos referiremos por ahora a las
controversias que tuvieron lugar en Oriente.
Las tensiones en el seno de la sociedad bizantina no acabaron
con el Concilio. Estaba en cuestióni el papel de los monjes, los cuales
habían salido fortalecidos sobre todo en dos grandes problemas: en
primer lugar, el rechazo que éstos hacían del principio de
oikonomía .oikonomia., condescendencia propia del derecho canónico
ortodoxo y que había aplicado el patriarca; dudaban de su ortodoxia
y de su actuación con los obispos en el sínodo, a los que habría
convencido con dinero. En segundo lugar, la disputa moiquiana .mokos..
Irene vio que el partido iconoclasta quería apoyarse
en su hijo y encontró una ocasión propicia para alejarlo del
trono. Estaba casado con María de Paflagonia y, después de
siete años de matrimonio, la repudió obligándola a entrar
en un convento, con el fin de casarse con una dama de la corte llamada Teodota.
El patriarca toleró este comportamiento, pero se despertó una
fuerte oposición entre la sociedad bizantina y especialmente los monjes,
que denunciaron que se trataba de un adulterio. La tensión que se
originó no es sino un botón de muestra de las tensiones que
la sociedad bizantina albergaba en su interior. Dándose cuenta de
la presión de la opinión pública, Irene aprovecha la
oportunidad para volver al poder. En el 797 Constantino VI es capturado y
expulsado.
Irene es la primera reina bizantina que tiene un poder absoluto.
Teopnanes refiere un proyecto de matrimonio entre la reina y Carlomagno,
pero esto no parece del todo fiable, pues el rey franco era considerado como
un bárbaro. La reina no se hace designar como basilisa, sino basileus,
emperador. Cubre de grandes favores al monacato, pero desde el punto de vista
administrativo y defensivo no fue eficaz. En el 802 es depuesta y muere al
año siguiente.
Nicéforos I (802-811), que era el canciller, asciende
al trono. Hombre experto en finanzas, sanea la economía. A la hora
de nombrar un sucesor al patriarca de Constantinopla, pasó por encima
de Teodoro Estudita. En el 811 muere en un enfrentamiento con los búlgaros
.su cabeza sirvió de copa al khan búlgaro..
A Nicéforos I le sucede Miguel I el Árabe (811-813),
el cual reconoce la coronación imperial de Carlomagno (812). Tal reconocimiento
implicaba la existencia de dos imperior cristianos separados. Ante la incapacidad
administrativa y militar de los emperadores iconódulos se formó
de nuevo una oposición iconoclasta, intentando la renovación
política y el poner en cuestión las decisiones de Nicea II.
En el 815 se convoca un nuevo sínodo, el cual abre la segunda etapa
del iconoclasmo; en él se renuevan los decretos de Hiera. No era un
asunto menor, sino una muestra de la crisis profunda de la soceidad y de
la Iglesia bizantinas.
En esta época el teólogo que lucha a favor de
las imágenes será Teodoro Estudita (759-826). En torno al 780
entra en el monasterio. Llega a abad en el 794. Debido a la incursión
árabe en el 798, traslada el monasterio a las inmediaciones de Constantinopla:
es el monasterio de Studios. En él inicia una reforma monástica
que influye en todo el monacato bizantino, lo cual le acredita como el mayor
representante del monacato ortodoxo después de san Basilio. La aportación
de Teodoro es un reforzamiento del elemento cenobítico, comunitario.
Su doctrina se encuentra en dos catequesis. Organiza el monasterio, a diferencia
del individualismo de otro tiempo, como una comunidad que se mueve al ritmo
del trabajo y de la oración. Más que la contemplación,
entiende que está en la diakonía la expresión de la
vida angélica que los monjes deben imitar. El monje renuncia al mundo
para entrar en otro nuevo mundo. Su renuncia no comporta una separación
absoluta del mundo, pues entraría en contradicción con los
mandamientos de Dios. Se trata de testimoniar ante el mundo la importancia
del servicio. Para Teodoro es esencial la obediencia .la virtud más
alta en el monje. según el ejemplo dado por Jesucristo: así
como Él sirvió a los apóstoles, lo mismo ha de hacer
el monje con los hermanos y con los hombres. Es una apertura al apostolado
y a la diakonía. La regla del monasterio era el typikom, que, más
que una regla propiamente dicha, se trataba de un documento de fundación,
donde se señalaba cuál era el modo de vida monástico.
El monacato adquirirá un gran relieve como expresión de una
mayor perfección en la vida cristiana.
En cuanto a las imágenes, su idea viene plasmada en tres
Antirrhetikoi. Negar la representación de Cristo equivale a negar
la Encarnación. Luego entonces, hablaríamos de un Cristo incorpóreo.
Por tanto, las imágenes no sólo son lícitas, sino necesarias.
Supera, pues, la mera importancia catequética que hasta entonces se
les daba. En cuestión dogmática se pone frente al emperador,
lo cual le costará el exilio.
La victoria definitiva de las imágenes vino finalmente
en el 843-844, con Teodora, mujer de Teófilos. El 11 de marzo del
843, en una solemne función religiosa en Santa Sofía, se restablece
el culto a las imágenes. Un sínodo del 844 sanciona estas decisiones.
La Ortodoxia celebra cada año el Domingo de la Ortodoxia, coincidiendo
con el primero de Cuaresma, precisamente en recuerdo de la victoria del culto
a las imágenes. En una pieza poética, litúrgica, llamada
troparion .himno., aparece condensada toda la discusión de la iconoclastia;
en ella los iconoclastas son llamados herejes, y se recuerda cómo
el honor a las imágenes ha de pasar al original .idea de san Basilio..
Como conclusión a nuestro tema podemos ver cómo
el concilio II de Nicea, desde un punto de vista dogmático, es muy
sobrio. Renuncia a una larga argumentación cristológica. Sin
embargo, lo que sí abundan son las afirmaciones cristológicas
de varios teólogos iconódulos. Pero no pasan de la afirmación
personal: no tienen la fuerza vinculante de una declaración conciliar,
si bien es cierto que fueron enormemente influyentes. Las imágenes
se reafirmaron como inseparables en el culto litúrgico de la Iglesia
ortodoxa, lo cual ha llegado hasta nuestros días.