SAN DANIEL DE CEUTA
1221 d.C.
10 de octubre
En Ceuta, pasión de
siete santos mártires de la Orden de los Menores, Daniel, Samuel,
Ángel, León, Nicolás y Hugolino, sacerdotes, y Domno,
que enviados por fray Elías a predicar el Evangelio de Cristo a los
moros, padeciendo insultos, cárcel y torturas, consiguieron con la
decapitación la palma del martirio.
Era un grupo de misioneros franciscanos que fueron enviados
por el hermano Elías (sucesor de san Francisco en el gobierno de la
Orden) a predicar el evangelio a los musulmanes de Marruecos. Se llamaban
Daniel de Belvedere, Samuel, Ángel de Sifeo, Domno de Montalcino,
León, Nicolás de Saxoferrato y Hugolino; el jefe del grupo
era fray Daniel, ex provincial de Calabria y superior del grupo. Llegaron
a Marruecos el 20 de septiembre de 1227 y se detuvieron diez días
cerca de Ceuta, donde había entonces muchos europeos dedicados al
comercio. El sábado 2 de octubre se confesaron, se lavaron mutuamente
los pies y pasaron la noche en oración. En la madrugada del domingo,
entraron en Ceuta y comenzaron a predicar en las calles, según el
método de los mendicantes, además como no sabían árabe
predicaban en latín e italiano; cometieron la imprudencia de censurar
a Mahoma.
La llegada de los misioneros provocó un tumulto. Las
gentes se arrojaron sobre ellos, los golpearon y los arrastraron a la presencia
del kadí. Cuando vio éste sus toscos hábitos y sus rostros
barbados, pensó que estaban locos. En la prisión los trataron
con suma rudeza, porque se burlaban de la religión de los moros. Daniel
escribió una carta a los cristianos desde el sitio en el que se habían
detenido antes de entrar en Ceuta para explicarles lo ocurrido y añadía:
«Bendito sea Dios, Padre de las misericordias, que nos conforta en
nuestros sufrimientos». El domingo siguiente, una vez que se puso en
claro que eran misioneros y que no estaban locos, se les exhortó a
abjurar de la fe, primero en grupo y después a cada uno por separado.
Pero ni los halagos, ni las amenazas les hicieron mella alguna, por lo cual
fueron condenados a muerte. Cada uno de los mártires se dirigió
entonces al hermano Daniel y se arrodilló a pedirle la bendición
y el permiso de dar la vida por Cristo. Fueron decapitados en las afueras
de Ceuta. El pueblo enfurecido profanó los cadáveres; pero
los mercaderes cristianos recogieron sus cuerpos y fueron sepultados en Ceuta.
Más tarde, las reliquias fueron trasladadas a España. En 1516,
el Papa León X concedió a los frailes menores la autorización
de celebrar su fiesta.