BEATA DIANA DE ANDALÓ, Y CECILIA
Y AMADA,
Sus Compañeras Vírgenes
1236 d.C.
10 de junio
Al principio de la décima
tercia centuria nació Diana en Bolonia. Jovencita todavía y
movida por la predicación del Beato Reginaldo , invitó a su
padre a que cediese a los dominicos el terreno que poseían junto a
la Iglesia de San Nicolás, con el tiempo llamada de Santo Domingo,
para que pudiesen fundar un convento. Cuando el Santo Patriarca de Guzman
pasó por Bolonia, tanto se aumentó su deseo de dedicarse a Dios
que, despreciando los halagos de la fortuna y de la naturaleza, no
paró hasta que hizo los votos de religión.
Desde luego abrazó toda la aspereza de las austeridades
monásticas, llevando debajo de sus ricos vestidos áspero cilicio
y dedicándose a la contemplación en el retiro de su habitación.
Entre tanto que Santo Domingo trabajaba para fundar la gloriosa familia de
predicadores; Diana, ansiando llevar a efecto su voto primero, decidióse
a verificarlo; para esto, trasladóse a un valle vecino en donde había
un monasterio con objeto de visitarle; más apenas entró en él,
despidiendo a los que la acompañaban, pidió y obtuvo el hábito.
Luego que se supo tal en Bolonia, fuéronse allá
sus parientes, y tal fue la violencia que con ella ejercieron para sacarla,
que le rompieron una costilla, de cuyas resultas hubo de estar enferma un
año en su casa. Consolóle en esta adversidad Santo Domingo,
pero pronto sufrió la pérdida de este santo consolador. No obstante,
en nada se disminuyó su primer empeño, de suerte que apenas
repuesta, marchó a aquel mismo monasterio de donde tan a duras penas
la habían arrebatado: esta constancia venció la inflexibilidad
de sus deudos, quienes le permitieron seguir en paz con su santo empeño.
De esta suerte pudo fundar muy luego el monasterio de Santa
Inés junto a Bolonia, siendo admitida con Cecilia y Amada, trasladadas
del monasterio romano de San Sixto, y de Santo Domingo. Bajo la dirección
de este santo varón pronto dio el nuevo convento Bolonense sazonados
frutos de virtud. Delante de todas marchaba siempre Diana, distinguiéndose
por su extraordinaria humildad y vivo fervor que comunicaba frecuentemente
a sus religiosas, moviéndolas muchas veces a llorar de devoción.
Así preparada, y suspirando vivamente por unirse a su divino Esposo;
voló a las mansiones eternas el día 10 de junio de 1236. Su
cuerpo fue honoríficamente sepultado en la Iglesia de su convento de
Santa Inés; en donde le acompañaron después sus
queridas compañeras, Cecilia y Amada. Fueron las tres beatificadas
por Su Santidad León XIII.