HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA
EPOCA MEDIEVAL
PRIMERA PARTE: SIGLOS VII-IX
CAPÍTULO X
DISCUSIONES TEOLÓGICAS BAJO CARLOMAGNO
I. La controversia sobre las imágenes y los Libros carolinos
Ya hemos visto la reacción de Carlomagno ante el Concilio
II de Nicea. Ahora nos detendremos en el contenido de los Libri Carolini,
refutación encargada por el propio Carlos a sus teólogos, que
él mismo respaldó como si fuera obra suya, y que problamente
fue redactada por Teodulfo de Orleans.
La premisa político.religiosa es que la Iglesia franca,
bajo la dirección de Carlomagno, está llamada a defender la
pureza de la fe, mientras que la Iglesia bizantina, con una mujer que había
usurpado el Imperio, no podía convocar un concilio ecuménico.
Los francos juzgan que ni el concilio iconoclasta de Hierea (754) ni el iconódulo
II de Nicea (787) han acertado con la verdadera doctrina: el primero, por
su vandalismo iconoclasta; el segundo, por su adoración idolátrica
a las imágenes.
Su posición quiere ser la del Papa San Gregorio: «Ni
adorar las imágenes ni romperlas». En realidad, la versión
latina de las actas de Nicea que el Papa envió a Carlomagno, y que
es la que habían estudiado sus teológos, oscurecía la
distinción esencial que se contiene en el texto conciliar acerca de
latría y proskynesis, pues se traducían los dos conceptos por
adoratio. Pero la oposición era más profunda y no se explica
por el simple defecto de traducción: ellos afirmaban seguir la vía
media, las imágenes como elemento pedagógico y de recuerdo,
pero sin adoración.
Se reitera la doctrina bíblica: nadie en el Antiguo ni
el Nuevo Testamento pintó imágenes, sino que escribieron libros,
de tal manera que la mente humana no tiene necesidad de imágenes para
llegar a Cristo. Dos maneras .se dice en los Libri Carolini. puede haber
de adoración: la primera es el culto debido a Dios; la segunda es
una forma de respeto y saludo a personas vivas; de ningún modo se
puede tributar a las imágenes inanimadas. Las imágenes son
útiles para la decoración de las iglesias y para recuerdo de
los hechos religiosos y de los santos, pero es irracional encender luces
y quemar incienso ante ellas; decir que esto es culto relativo, es cosa que
no se entiende. Se ha de venerar la cruz, la Sagrada Escritura, y las reliquias
de los santos, pero es reprensible igualar eso con las imágenes. Es
lamentable que el concilio de Nicea, llamándose sin razón ecuménico,
amenace con anatemas al que no venere las imágenes; ciertamente, no
hay que destruirlas donde existan; para los oficios divinos son cosa indiferente;
la religión nada pierde ni gana con ellas.
Tendríamos que preguntarnos si la posición carolingia
contra el culto a las imágenes venía únicamente por
la distinta versión de las actas del concilio II de Nicea o, más
bien, había una cuestión de fondo. Una lectura atenta de los
Libri Carolini nos hace intuir que las diferencias entre francos y bizantinos
eran muy profundas, de tal manera que la protesta de la Iglesia franca no
hubiera sido muy distinta si la traducción de las actas hubiera sido
mejor.
Recuerdo de Teodulfo de Orleans .autor de la respuesta dada
por los carolingios acerca de las imágenes. tenemos una capilla mandada
construir por él en Germigny-des-Prés, edificio realizdado
siguiendo el modelo de la capilla del palacio de Aquisgrán. A diferencia
de ésta, conserva los mosaicos originales, los cuales se perdieron
en Aquisgrán. Se trata de una decoración según la concepción
teológica de Teodulfo, sin representaciones humanas. En el ábside
hay una imagen del arca de la alianza rodeada de querubines. Ésta
es la postura defendida por los Libri Carolini, según la cual faltaría
un apoyo bíblico para defender la representación de las imágenes
y su culto. La única imagen correcta de la presencia sacra en el Antiguo
Testamento sería el arca.
En su concepción, las reliquias eran más importantes
que las imágenes, porque el cuerpo de los santos resucitarán.
El culmen de insensatez estaría en equiparar las imágenes al
culto eucarístico. Otro argumento que exponen los Libri Carolini es
el del discipulado activo: Cristo no quiere el culto a las imágenes,
sino el culto del discipulado activo en su seguimiento; nuestra bandera no
debe ser una imagen, sino la misma cruz de Cristo. La espiritualidad de los
Libri Carolini es eminentemente cristocéntrica: una mediación
de la salvación por medio de las imágenes sería completamente
absurda y una ofensa al único mediador que es Cristo.
Carlos se presenta como el protector de la fe en Occidente,
habiendo sido elegido por Dios para este cometido. De todos modos, según
Anne Freeman nunca ha llegado Carlos a promulgar estos Libri Carolini. No
es del todo claro que Carlomagno hubiera enviado este libro al papa, si bien
es curioso que el único manuscrito que ha llegado hasta nuestros días
está en el Vaticano. Es un manuscrito que no está completo,
que podría pertenecer al mismo Teodulfo, y que contiene algunas anotaciones
en los márgenes, las cuales podrían pertenecer a Carlomagno.
Desde 1774 está en la Biblioteca Vaticana; no sabemos cómo
llegaría hasta allí.
La pregunta que se hace Freeman es por qué Carlos no
llega a publicar estos libros. En primer lugar porque se da cuenta de la
firme decisión que tiene el papa de aprobar las actas del concilio
II de Nicea, no queriendo contradecirlo. Sin embargo sí se tuvieron
en cuenta sus afirmaciones en el sínodo de Frankfurt del 794: el sínodo
rechazó las actas de Nicea II, si bien no entró en detalle.
Los Libri Carolini no fueron más allá de los confines del palacio
de Aquisgrán. Sólo en el 860 Inmaro de Reims se interesó
por este tratado e hizo una copia[136], la cual sería publicada con
el correr de los siglos (1549). En seguida encontraría este tratado
una enorme acogida entre los protestantes, especialmente Calvino, el cual
vería confirmada su actitud contraria a las imágenes. El libro
llegó a ponerse en el Índice de libros prohibidos en Lovaina,
Roma y España hasta 1900.
En Bizancio Miguel II sostuvo en el 821 una posición
muy próxima a los francos. No se prohibían las imágenes,
pero se debía evitar todo exceso supersticioso. Algunos iconódulos
bizantinos huyeron a Roma e hicieron propaganda contra el emperador bizantino,
el cual llegaría a un acuerdo con Ludovico Pío. Éste
podría haber impuesto la posición de los Libri Carolini, pero
no lo hizo, sino que buscó un acuerdo con el Papa Pascual I y en el
825 convocó un sínodo en París. El rey franco envió
un resumen al papa: sus embajadores tenían instrucciones de ser pacientes
y respectuosos con el Pontífice. En el sínodo de París
aparece una posición clara, pero se abandona la rigidez de tiempos
anteriores. Se busca, ante todo, la paz dentro de la Iglesia. Es evidente
cómo tras la muerte de Carlomagno (814) se había dado un avance
del culto de las imágenes en la Iglesia franca. En el 843 la victoria
de los iconódulos en Bizancio coincide con el fin de este interés
teológico-pastoral entre los francos.
Concluyendo nuestro apartado debemos observar cómo la
mayoría de los estudiosos han resaltado el malententido acaecido tras
el envío de una traducción deficiente de las actas del concilio
II de Nicea. Pero de fondo está la diferencia entre la teología
oriental y la occidental, el problema de si las imágenes podían
ser medios de gracia .bizantinos. o, más bien, un obstáculo
al único mediador que es Cristo .carolingios..
II. La lucha contra la cristología adopcionista
John C. Cavadini es el último gran estudioso de un asunto
muy complejo, en el que se entremezclan elementos políticos y teológicos.
La Iglesia española se había quedado, desde el 711, aislada
del resto de Europa; sin embargo, tenía muy cercano al reino franco.
Carlomagno hace más de una incursión contra los musulmanes,
lo cual hace que se den ciertos contactos entre la Iglesia española
y la franca.
El adopcionismo nace como una controversia en el interior de
la Iglesia española. Contra un cierto Migecio, que sostenía
una teología trinitaria heterodoxa, Elipando afirmó en un concilio
de Sevilla, en el 782, que se necesitaba distinguir sobre la persona de Cristo
entre su relación intratrinitaria .Hijo de Dios desde toda la eternidad.
y su estado de hijo, trámite la adopción, que le compete en
cuanto hombre. Distinguía, pues, entre hijo verdadero y propio, e
hijo adoptivo en el Verbo encarnado. Consideraba esta distinción como
ortodoxa, e intentaba fundarla en ciertos textos de la liturgia mozárabe.
Sin embargo, esta posición fue contestada por la Iglesia de Asturias,
la cual pretendía una independencia respecto a la Iglesia de Toledo.
Así, el monje Beato de Liébana acusa a la fórmula de
Elipando de romper la unidad personal del único Hijo de Dios y, de
ahí, también de nuestra unión con Cristo.
Elipando encontró apoyo en Félix de Urgel, geográficamente
muy cercano a la frontera franca. Preocupado de reforzar la unidad y la concordia
de la Iglesia española, sin embargo la cercanía de los musulmanes
le hace sensible a la cuestión del significado de Cristo en la historia
de la salvación. La obra de Félix, En defensa de Elipando (789),
nos ha llegado en la refutación de Alcuino, Contra Félix de
Urgel. Se aprecian dos argumentos como determinantes para Félix,
los cuales se basan en la convicción de que se puede perder la verdadera
humanidad de Cristo .la igualdad de Jesús con los hombres.: distinguir
la generación eterna del Hijo de Dios del nacimiento de la Virgen;
y el Cristo encarnado como modelo de nuestra redención en cuanto que
es hombre. La adopción de Cristo corresponde a nuestro nacimiento
espiritual. Ésta es su argumentación. Desafortunadamente para
Félix, los francos estaban demasiado cerca, de tal manera que llegó
a ser más enemigo para ellos que el mismo Elipando. Adriano I es informado
inmediatamente de esta cuestión por parte de los adversarios de Elipando
en Asturias. Su respuesta condena la doctrina de Elipando como nestoriana.
La reacción de Carlos fue rápida y radical: Félix debía
retractarse en un sínodo en Ratisbona, en el 792. Lo mismo tendría
que hacer en Roma sobre la tumba de Pedro, haciendo confesión de fe.
Pero, retornado a su diócesis, Félix desmintió su retractación.
La suerte de Félix alarma a Elipando y al episcopado español,
los cuales rechazan la .herejía. del Beato de Liébana y los
sufrimientos de Félix. Los obispos francos respondieron sin excitación
con el sínodo de Frankfurt en el 794: la condena del adopcionismo
era el punto más importante.
Muy preocupante para los francos era que el adopcionismo cobraba
cierta importancia en los confines fronterizos de la Septimania, donde se
celebraba la liturgia mozárabe, la cual era sospechosa para los francos.
Los obispos de Lyon y Narbona realizan un viaje en el 798 a esa zona fronteriza,
predicando contra la herejía adopcionista. Pero esto no era suficiente
para Carlos. En el 799 un sínodo en Aquisgrán vuelve a ocuparse
del problema. Para sorpresa de todos se presentó Félix. La
disputa entre él y los teólogos francos concluye con una declaración
de Félix por la que se plegaba a la mejor argumentación franca.
Como prueba de la veracidad de su actitud, hace una confesión de fe
por la que se separa de su antigua concepción teológica y profesa
la doctrina de la Iglesia universal. Con todo, Carlos lo apresó y
le envió a Lyon, donde moriría en el 818. El adopcionismo desaparece
de España en el siglo IX.
III. La controversia en torno al Filioque
La doctrina según la cual el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo es expresión de la teología trinitaria
de San Agustín. Servía bien a los obispos hispanos para explicar
la unidad sustancial del Hijo con el Padre contra el arrianismo visigótico.
La Iglesia franca adopta el concepto de Filioque a lo largo del siglo VIII,
más en concreto en el sínodo de Saint Tigny (767): era una
fórmula idónea para explicar la realidad de que es Cristo quien
nos ha redimido y enviado el Espíritu Santo; se explicaba la unidad
de acción de Cristo y el Espíritu Santo.
Adriano I participaba de esta teología, pero no tenía
intención de incluir el término en el Credo. De hecho, el concilio
de Éfeso (431) prescribía que no debía variarse el Credo
de los Padres. En los Libri Carolini venía la fórmula de manera
expresa; pero otra cosa era su introducción en el Credo, lo cual se
hace en la Iglesia franca en un sínodo provincial en Friul (796-797),
presidido por Paulino de Aquileya. Defendía el añadido diciendo
que no era un cambio en el Símbolo de fe, sino una aclaración.
En la liturgia franca se recoge poco después.
La cuestión fue nuevamente discutida en el 809, cuando
algunos monjes francos en Tierra Santa cantan el credo introduciendo el Filioque.
Esto provocó la protesta de los monjes bizantinos ante León
III. El papa transmite el contenido de la carta a Carlomagno. Carlos encarga
una investigación a sus teólogos, entre ellos Teodulfo de Orleans,
que había escrito un tratado sobre el Espíritu Santo. Un sínodo
en Aquisgrán (809) decide que es legítima su introducción
en el Credo. La decisión es enviada a Roma. León III adopta
la misma actitud que su antecesor, Adriano I: siendo como era ortodoxa la
doctrina del Filioque, sin embargo decide dejar el credo como estaba.
Carlomagno se empeñó intensamente en la doctrina del
Filioque, pues era expresión de la soberanía de Cristo, lo
cual se comunica al Espíritu Santo. Las tres controversias teológicas
que se producen en tiempos de Carlomagno .imágenes, adopcionismo y
Filioque. son, en realidad, controversias cristológicas. Los francos
se muestran inflexibles, por cuanto un cambio podía hacer peligrar
su espiritualidad cristocéntrica.