DOCENARIO A LA VIRGEN DE GUADALUPE



Por: Virgen Peregrina de la Familia

Todos los días se reza:

Oración inicial
Oración del día
El santo rosario
Oración final
 

ORACION INICIAL:

Guía:

   Escucha, sábelo, ten por cierto hijo mío, el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen María, madre el Verdadero Dios por quien se vive, del Creador de las personas, el Dueño del Cielo y de la tierra. En verdad soy su madre compasiva, tuya y de todos los hombres que habitan en esta tierra, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí. Porque les escucharé su llanto y su tristeza para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias y sus dolores.

Todos:

   Señora, Reina, Hija mía, mi Muchachita, Virgencita mía, la más pequeña, que poca cosa soy, pero al oír tu amable palabra, me consuelo y se apacigua mi corazón, y te suplico que no abandones esta tierra que te venera con humildad y profundo amor filial, poniendo a tu cuidado a:

 
PRIMER DIA

   Tus hijos emigrantes, que buscan otras tierras para progresar, que nunca olviden sus raíces cristianas y que te lleven siempre en el corazón para que los protejas de los peligros de alma y cuerpo. Haz, Madre, que sean respetados en sus derechos y tratados con dignidad, llévalos a buen puerto, y que allí donde estén, sean hombres de bien.

 
SEGUNDO DIA

   Tus indígenas, tus hijos campesinos, que labran la tierra para ganarse el pan. Que sean respetados en sus derechos y valorados por su trabajo. Cuida sus cosechas, manda la lluvia en tiempo de sequía y haz brotar los frutos de la tierra, para que con amor bendigan a tu Hijo, y agradecidos devuelvan con generosidad la abundancia de los dones recibidos.

 
TERCER DIA

   Tus hijos obreros que gastan su vida trabajando, muchas veces sin conocer el descanso.  Suaviza la dureza de su faena con la dulzura de tu presencia y condúcelos de regreso a sus hogares, al final de cada jornada, sintiéndose muy amados y protegidos bajo tu manto.

 
CUARTO DIA

   Tus hijos empresarios, comerciantes, empleados y todos aquellos que con esfuerzo luchan para tener una vida digna. Cuídalos de la tentación de hacer dinero con medios es honestos, que sean ejemplo de laboriosidad, de hon­radez, de justicia con los que menos tienen, y que siempre se sientan acompañados y guiados por tan amorosa madre, tanto en los  días alegres como en las noches turbulentas de la vida.

 
QUINTO DIA

   Tus hijos gobernantes, que luchen sin descanso por defender a los pobres y marginados, que sean siempre buscadores de la paz y la equidad, que protejan a las familias y la vida de los inocentes, que no caigan en la tentación de la ambición y que bajo tu mirada y  cuidado, construyan una nación grande por sus valores cristianos, justa por sus leyes y  santa por la fidelidad de cada uno de sus hijos.

 
SEXTO DIA

   Tus hijos que están en peligro de morir cuando todavía no han nacido; resguarda la vida  del inocente que no puede defenderse y a la que se le quiere quitar el derecho a vivir, ilumina a las madres para que no desprecien la vida que late en su seno y acógelas con tu afecto, alcanzando para ellas de tu Hijo, grandes bendiciones.

 
SEPTIMO DIA

   Tus niños, para que crezcan rodeados del amor de sus padres, para que sean educados en la fe, para guardarlos del escándalo que quita la inocencia y para que lleguen a ser verdaderos amigos de Jesús. También pedimos por los jóvenes, futuros constructores de nuestra patria, para que valoren y defiendan la pureza y elijan siempre el camino del bien, para que no cedan ante las modas deshonestas, las drogas, el alcohol o los placeres que puedan manchar sus almas y apartarlos de la vida de gracia. No olvides tampoco a tus ancianos, fatigados de tanto bregar; que siempre encuentren una mano para apoyarse; un hogar donde sean acogidos, respetados, escuchados y atendidos en sus necesidades, y así, en el ocaso de sus vidas, sepan prepararse con amor para el encuentro definitivo con su Señor.

 
OCTAVO DIA

   Tus hijos los encarcelados, los marginados, los que no tienen trabajo, los que sufren de  alguna enfermedad o pena moral, para que seas tú, su madre compasiva, para que en ti encuentren refugio y consuelo, para que les muestres a tu Hijo, fuente de toda felicidad, y en Él, descansen sus almas atribuladas y probadas. Sé el bálsamo, Madre, que cure sus heridas, vela junto a ellos noche y de día e inflama sus corazones de amor, de perdón a aquellos que les han hecho algún mal y de gratitud a quienes les han tendido la mano.

 

NOVENO DIA

   Tus familias, que velas desde las pupilas mismas de tus ojos, para que sean hogares cristianos, donde reine la comprensión, el aprecio por cada uno de sus miembros y la alegría que nace de la unidad. Te pedimos, Madre, que cada familia tenga como modelo a la Sagrada Familia de Nazaret, que no se pierda el amor, la confianza y el respeto entre los esposos, que sean ejemplo para sus hijos, que los acepten como son, que los escuchen, que los impulsen y los eduquen sobre todo en el amor a Dios. Madre, te pedimos asimismo que los hijos sean agradecidos con sus padres y que siempre cuiden de ellos, sobre todo en la vejez y en la enfermedad.

 
DECIMO DIA

   Tus hijos que sienten el llamado a la vida sacerdotal, religiosa o consagrada; que como Tú, Madre, den su "si" generoso a la volun­tad de Dios y se conviertan en apóstoles de tu Reino ahí donde la voluntad de Dios los llame. Danos muchas y santas vocaciones que nos enseñen a vivir y amar la doctrina de la Iglesia, danos misioneros, catequistas, comunicadores de tu Palabra, apóstoles incansables del Evangelio. Danos hombres y mujeres que nos guíen por la senda de la verdad para que podamos glorificar a tu Hijo y construir una sociedad más justa y más humana.

 
ONCEAVO DIA

   Tus sacerdotes. Cuídalos y protégelos como a los más preciados de tus hijos para que  cumplan la misión que Jesús les ha confiado. No permitas que se aparten del camino del bien, condúcelos en la oscuridad, cuando les falte la esperanza, cuando duden de su fe, cuando la caridad les pese. Haz que su refugio sea la Santa Eucaristía, su lugar de recreo  el  Sagrario y que al final de cada día, seas Tú, Madre, su sostén. Purifica sus corazones para que vivan la pureza, para que busquen la verdad, para que amen a todos los hombres, y que sepan morir por ellos a ejemplo de su Divino Maestro.

 
DOCEAVO DIA

   El Papa, la Iglesia y sus obispos, pastores incansables, representantes de Cristo en esta tierra. Ilumínalos, guíalos y confórtalos, alcanza para ellos el don de la prudencia y la sabiduría  para que puedan mostrarnos sin tropiezos la voluntad de Dios Nuestro Señor. Haz, Madre, que encuentren en cada uno de nosotros, un hijo amante y un soldado de Cristo, que con el arma de la fe y el amor, defiendan, incluso con su propia vida, la barca de Pedro

 
ORACION FINAL

Guía:

   Escucha, hijo mío el menor, que no se perturbe tu rostro ni tu corazón. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?

Todos:

   Señora mía, Reina, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón. Vengo a presentarte mis plegarias admirando en qué milagrosa manera te apareciste, puesto que absolutamente ningún hombre en la tierra pintó esta amada imagen. Con todo gusto iré a poner por obra tu palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni estimo por molesto el camino. Santa María de Guadalupe, estrella de la nueva evangelización, sostén de nuestra patria y alegría de nuestros corazones, venimos a postrarnos humildemente a tus pies para pedirte por nuestras necesidades y agradecerte todas las gracias recibidas, especialmente la de traernos a tu hijo Jesús, luz y consuelo para nuestras vidas. Concédenos que, confortados por tu maternal cuidado, sepamos corresponder  a la distinción de tu maravillosa presencia en ésta, tu amada nación, y que, como hijos valerosos en medio de las dificultades y las pruebas, demos testimonio al mundo entero, sin miedo y sin cobardías, de que nos mantendremos siempre fieles: a Cristo, a la Iglesia y a su Vicario en la tierra. Amén.


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(Samuel Miranda)