BEATO DOMINGO SÁNCHEZ LÁZARO
1936 d.C.
12 de agosto
Nació el 4 de agosto
de 1860, en Puebla de Montalbán (Toledo). A los veinte años
de edad manifestó su voluntad de ser sacerdote. Al finalizar sus estudios,
será ordenado el 22 de septiembre de 1888. Ejerció de coadjutor
en su pueblo natal, siendo nombrado cura párroco de Archicollar y
Camarenilla, en octubre de 1893. En agosto de 1902 tomó posesión
como cura párroco de Los Cerralbos e Illán de Vacas. Finalmente,
en junio de 1907, es nombrado párroco de Puente del Arzobispo, siendo
designado pocos días después, el 5 de agosto, arcipreste de
esa zona pastoral.
La mayoría de los testigos coinciden en afirmar que D.
Domingo fue un sacerdote ejemplar, íntegro, austero y caritativo,
cercano a todos, especialmente a los enfermos y necesitados, que vivió
en profundidad las virtudes teologales y que, aunque no hubiese sido mártir,
su vida era ya un ejemplo de santidad. Al estallar la Guerra, el 24 de julio
de 1936, mientras volvían de un entierro, unos milicianos conminaron
a los sacerdotes de Puente a no salir a la calle. Al día siguiente,
pusieron en la torre de la iglesia la bandera roja y desde ese día
no los dejaron en paz.
El 4 de agosto, tres milicianos detenían a D. Domingo junto
a su coadjutor, el Siervo de Dios Laureano Ángel González.
Ambos permanecieron varias semanas detenidos en la cárcel hasta el
12 de agosto. Ese día los dos sacerdotes, junto a dos seglares más,
fueron conducidos hasta las inmediaciones del Puerto de San Vicente (Toledo),
donde los fusilaron.
Los testigos refieren que los milicianos obligaron a uno del
pueblo a conducir a los condenados al lugar del martirio. D. Domingo, sabedor
de que no tenía culpa alguna, lo serenó diciéndole:
“Tranquilo, hijo, que yo voy a la casa del Padre”. Se sabe que antes de morir
se dirigió a sus asesinos: “Esperad, aún no me matéis,
que os voy a bendecir”. Otra testigo afirma que bendijo a sus verdugos y
murió perdonando: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”.
El testimonio es unánime en todos los testigos: era un hombre respetado,
muy querido y admirado, incluso por los mismos enemigos de la Iglesia. Y
este convencimiento sigue vivo en el pueblo de Puente del Arzobispo, en los
pueblos donde ejerció su ministerio pastoral como sacerdote y entre
muchos fieles cristianos que han oído hablar de él. En cuanto
las circunstancias lo permitieron, sus restos mortales fueron trasladados
del lugar del martirio, en Puerto de San Vicente, al cementerio parroquial
de Puente del Arzobispo. “D. Domingo ha sido canonizado por el pueblo antes
que la Iglesia lo haga de forma oficial”.