HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA MEDIEVAL
TERCERA PARTE:
CLUNY Y LA ERA PREGREGORIANA
CAPITULO II
EDAD PREGREGORIANA
Si a medidos
del XI podemos constatar un desarrollo en la historia occidental y también
de la Iglesia, el inicio de un período de irritación, que durará
hasta el segundo decenio del XII, debemos preguntarnos cuáles eran
las premisas de esta revolución, ya que es inconcebible que un hecho
tan espectacular como el enfrentamiento entre Gregorio VII y Enrique IV se
hubiera producido sólo casualmente o sólo a causa de antipatía
personal. La pregunta se podría hacer así : ¿Qué
ha cambiado en la 1ª mitad del XI respecto al período precedente
y por qué ha cambiado ?
El título
elegido para este capítulo, .edad pregregoriana., implica ya la tesis
de que ya existían elementos suficientes que abocan a la propia reforma
gregoriana, aunque no todos los estudiosos contemporáneos son de esta
opinión. Podemos señalar dos posiciones contrarias que son
defendidas cada una con una cierta dureza. La primera opinión encuentra
en la primera mitad del XI, por todas partes, indicios de una renovación
espiritual ; Gregorio VII no habría hecho otra cosa que aplicar con
rigor ideas que ya existían desde antiguo. La segunda corriente tiene
la tendencia de minimizar los testimonios anteriores a Gregorio VII, en ella
destaca R. Schieffer que afirma que la lucha de las investiduras comienza
sólo a partir del 1078, con una explícita prohibición
de la investidura de los obispos por parte del rey ordenada por Gregorio
VII.
Debemos
en un primer momento valorar los argumentos de cada una de las partes para
hacernos nuestra propia opinión. Comenzamos por establecer los límites
cronológicos de esta .edad pregregoriana.. El punto de partida no
se discute, situándolo en el 1002, año de la muerte de Otón
III y del ascenso al trono imperial de Enrique II. Con respecto al papado
podemos decir que el 1012 significa un momento crucial en Roma, ya que en
este año la facción de los Tusculani toma la supremacía
sobre la de los Crescenzi. El papado Tusculano duró hasta el 1046
en que se produjo la intervención de Enrique III en Roma con la famosa
deposición de tres papas. Podríamos prolongar la etapa pregregoriana
otros diez años, hasta el 1056, año de la muerte de Enrique
III, que en su vida había llevado a cabo la simbiosis entre Regnum
et sacerdotium. Poco antes había muerto el Papa León IX (1054),
con el cual las ideas reformadoras llegaron a Roma.
El año 1054 es el de la célebre excomunión
recíproca en Constantinopla con dos protagonistas destacados, el Patriarca
Bizantino Miguel Cerulario y el Legado Pontificio, el Cardenal Humberto de
Silva. Este cisma entre la Iglesia Griega y la Latina que ha llegado contra
todas las expectativas hasta hoy, fue causado fundamentalmente por la evolución
en la Iglesia Latina y en el papado. Aquí aparece las ideas pregregoriana
que están en la raíz del cisma.
Entre los cambios del siglo XI hemos de mencionar el movimiento
de la paz de Dios o tregua de Dios que nace en Francia. Después hemos
de hablar de ciertas corrientes que surgen dentro del monacato y que han
tenido un papel importante en la formación de una nueva mentalidad,
sobre todo en Italia. Por último debemos preguntarnos si existe y
en qué medida una nueva concepción del sacerdocio, que para
algunos estudiosos habría tenido un impacto decisivo sobre la lucha
de las investiduras.
1.- Enrique II.
Con la muerte de Otón III (+1002) la dinastía
otoniana desaparecía en línea directa, por lo que la sucesión
quedaba abierta. Esta situación se había repetido muy frecuentemente
en Alemania y en Francia, contribuyendo en Alemania al derecho de los príncipes
seculares y también eclesiásticos de elegir al rey ; mientras
que en Francia, donde los Capetos eran más longevos, el derecho de
voto no se desarrolló. De este modo en Alemania se aceptaba pacíficamente
el derecho de que sólo podía ser elegido un candidato de sangre
real. Esto lo vemos claramente en el tratado de Diedmaro donde afirma el
concepto de .elección.. En realidad sólo un candidato proveniente
de una de las familias principales del reino podía tener esperanzas
de ser elegido.
Enrique era en el momento de su elección Duque de Baviera
y pertenecía a una línea lateral de los otones. Es importante
para el cambio estructural durante el siglo de los otones, que fue decisiva
para la votación la toma de posición del episcopado alemán,
bajo la presidencia del Arzobispo de Biligis Maguncia. El Duque Enrique de
Baviera fue elegido rey en Maguncia el 6 de Junio del 1002, con el apoyo
del alto clero, perteneciente a la nobleza de Baviera, Francona y de la Alta
Lorena, pero sin la colaboración de los sajones, una parte de los
loreneses y de los suavios. Fue coronado por el Arzobispo de Maguncia. Era
el inicio de una elección en parte, que llegará a ser de pleno
título sólo mediante un ritual, que podemos constatar en este
momento por primera vez, es decir, una cabalgata del propio rey a través
de las diversas partes del imperio, en la cual solicita la adhesión
de todas las naciones y de todas las regiones. Este ritual será obligatorio
a partir de ahora para todo nuevo rey y que duraba semanas o meses.
El nuevo rey, nacido en el 973-978, había sido destinado
inicialmente al estado clerical después de la rebelión de su
padre contra Otón II, por lo que había recibido una buena formación
en la escuela de la Catedral de Hildesheim junto al obispo Wolfgango de Ratisbona,
siendo un monarca bien educado. En el 995 llega a ser Duque de Baviera. Se
casó con Cunegunda, la cual provenía de la casa de los Condes
de Luxemburgo.
El cambio de trono en el 1002 supone un cambio en la política
del Imperio que tiene consecuencia inmediatas, también sobre la Iglesia
y el papado. El sentido de este cambio lo encontramos en la divisa que se
encuentra en la bula de Enrique II : Renovatio regni Francorum, un retorno
al estilo de Ludovico el Pío, en contraste con su predecesor, Otón
III el cual quería renovar el reino de los romanos. Se abandona por
tanto la concepción romana, por lo que Italia y Roma ya no estarán
más en el centro del interés político y de la voluntad
política de Enrique II ; ahora el centro del interés del emperador
será Alemania en dos sentidos : intentando subyugar los poderes particulares,
los famosos duques, e intentando integrar cada vez más a la Iglesia
imperial en la administración del Imperio.
El gobierno de Enrique II no se puede describir de una manera
cronológica, ya que nos daría una visión muy confusa,
debiendo estudiarse los diversos campos de su actividad. A nosotros, ¡que
no estudiamos historia alemana !, sólo nos interesan dos campos :
la relación con Italia y con el papado y por último su relación
con la Iglesia imperial.
En cuanto a la relación con Italia y el papado partimos
de la muerte de Otón III que causó en todo el Reino Itálico
el hundimiento del poder germánico. Enrique II miró más
bien a una estabilización del Reino Alemán, por lo que Italia
dejó de ser un foco de atención de la política imperial.
Todavía había bastantes señores feudales y obispos en
Italia que tenían un interés propio por la continuación
del dominio alemán en Italia ; por ello se produjo una especie de
rebelión por parte de un señor de Italia, el Marqués
Arduino de Ivrea, que se hace proclamar rey de Italia en Pavía el
15 de Febrero del 1002, pero este intento de independencia del Reino de Italia
no tiene éxito y Arduino no es reconocido. Enrique II, por su parte,
fue a Pavía en el 1004, donde fue elegido Rey de Italia, siendo coronado
por el Arzobispo Arnolfo de Milán, pero volvió pronto a Alemania
sin haber derrotado a Arduino. Todavía los partidarios de Enrique
en Italia eran numerosos y su dirigente era el Arzobispo León de Vercelli.
En Roma, tras la muerte de Otón III, los Crescenzi, que
en un breve tiempo recuperaron el dominio de la ciudad, acabándose
el tiempo de los papas extranjeros con Silvestre II (+1003), siendo sucedidos
por Juan XVIII y Sergio IV. Los Crescenzi pretendieron evitar un viaje de
Enrique a Roma. En el 1012 se produce un cambio en Roma cuando llegarán
a ser papas los representantes de una facción opuesta, es decir, los
Tusculani, que buscarán pronto establecer contacto con Enrique, ya
que le primero de ellos, Benedicto VIII deberá defenderse de un antipapa
perteneciente a los Crescenzi, para lo que pide ayuda al rey.
Los tratados para una coronación de Enrique II en Roma
se concluyeron rápidamente con este papa Tusculano. A finales del
1013 Enrique comienza su marcha por Italia para recibir en Roma la corona
imperial el 14.02.1014. En esta ocasión Enrique II estableció
un poder imperial en Italia, celebrando un sínodo imperial en Roma,
una dieta de la nobleza italiana en Pavía y mediante la redacción
de múltiples títulos en favor de iglesias italianas. La lucha
contra el Rey Arduino unió a sus partidarios italianos, siempre bajo
la guía del obispo León de Vercelli, lo que demuestra que lo
obispos con su dominios territoriales eran los elementos más fieles
del poder imperial en Italia. Con la lealtad de los obispos siempre podía
contar el emperador. Arduino renunció a luchar y se retiró
al monasterio de Fructuaria que había fundado, donde murió
en el 1015 como monje.
Sobre la coronación imperial de Enrique II en Roma el
14.02.1014 tenemos muy buena información. En ella madura lo que ya
había surgido con los otones. Se desarrolló un rito cargado
de simbolismo que nos hace comprender algunos aspectos sobre el sentido sagrado
de la dignidad imperial en la edad pregregoriana. La relación que
poseemos en la fotocopia adjunta está datada en la segunda mitad del
XI, llamada Ordo salico per la incoronatione imperiale. Casi con toda certeza
la coronación de Enrique III fue más simple y breve. Diedmaro
en el séptimo de sus libros nos habla de la coronación y hace
mención no sólo del Emperador sino también de la Emperatriz
; después nos habla de una cena ofrecida por el Papa al matrimonio
la misma tarde en el Palacio Lateranense, la cual no se menciona en la otra
relación. Además contamos con la crónica de un cluniacense,
Rodolfo el Labro que contiene otros detalles y nos dice que a pesar de la
rigidez de las celebraciones de coronación no se excluían ciertas
acciones espontáneas, también sabemos por él que Enrique
II ha regalado el pomo de oro que llevaba en la ceremonia de coronación,
símbolo del mundo, al monasterio de Cluny, lo cual también
nos refiere Ademaro de Chavanes en su Historia Francorum que incluye además
en el regalo un cetro de oro, un vestido imperial de oro, una corona de oro
y un crucifijo de oro. En una de las relaciones de las Consuetudo de Cluny,
en el Liber tramitis de tiempos de Odilón, se hace constar que estos
regalos de Enrique II se llevaban como ornamento en las procesiones de los
monjes durante la solemnidad de la Ascensión del Señor y de
Pentecostés. Por último señalar que el Abad Odilón,
durante una gran carestía hacia el 1031-1033 ha hecho fundir todos
estos tesoros para recabar fondos.
Unos días después de la coronación se
celebraba un sínodo en Roma bajo la presidencia del Papa y en presencia
del Emperador, cuyo uso se remonta al tiempo de los otones. El Sínodo
de 1014 ha tenido una gran importancia hasta nuestros días, aunque
no merece una especial mención a causa de su condena de la .simonía.,
sino porque con la insistencia del Emperador fue introducido en Roma el uso
de las Iglesias transalpinas de cantar en las misas públicas el credo
con el .filioque.. Conocemos este asunto por uno de los presentes, el Abad
Bernón, el cual lo menciona en una obra suya que es un comentario
litúrgico llamado De officio misae.
La política imperial de Enrique II tiene repercusiones
incluso en el sur de Italia. El poder bizantino en el sur fue reforzado con
Basilio II y después de una derrota del Papa Benedicto VIII contra
los griegos en el 1018, el Reino Bizantino lindó de nuevo con Roma
o con el Patrimonium Petri. En esta situación delicada para el Patrimonium
Petri el Papa Benedicto se decide a dar un paso demostrativo, como primer
Papa después del siglo IX, y se dirige en el año 1020 a Vanberga
para acordar con el Emperador una política italiana común.
En efecto Enrique II movilizó a sus fuerzas y emprende en el 1021-1022
su tercera expedición italiana, que tendrá como resultado que
los principados de Capua y Salerno, a excepción de la abadía
de Montecasino, recuperaron la dominación imperial.
En 1022 se celebró un Sínodo en Pavía en
el que estuvo presente el Emperador Enrique II juntamente con los obispos
alemanes de su séquito y con otros obispos italianos, entre los que
se encontraba León de Vercelli que fue el más fiel partidario
del Emperador. Este Sínodo se celebró bajo la presidencia de
Benedicto VIII y del propio Emperador. Este Sínodo nos interesa por
ocuparse explícitamente del concubinato del clero y condena el matrimonio
de los sacerdotes ; el Decreto papal es confirmado por Enrique II como ley
imperial bajo el título Edictum Augusti, siendo un colaboración
entre el Papa y el Emperador :. Ningún clérigo debe tocar a
una mujer ; el obispo no debe tener una mujer o vivir juntamente con ella.
Los hijos de los clérigos son siervos de la Iglesia con todas sus
posesiones.. En este Sínodo se encuentran ya las premisas para la
legislación gregoriana. La principal preocupación para la imposición
del celibato es proteger los bienes de la Iglesia, los cuales no debían
llegar a ser herencia de los hijos del clero. Esta preocupación encontró
el apoyo del Emperador, ya que una propiedad eclesiástica que llegase
a ser privada no podía estar en el interés del Imperio.
Esta legislación de Pavía, mucho más antigua
que la Reforma Gregoriana, del año 1022,, podemos preguntarnos sobre
la repercusión que tuvo sobre la moralidad del clero. Para muchos
estudiosos no tuvo ninguna repercusión. En Italia el matrimonio de
clérigos y obispos estaba muy difundido y no faltaron posturas críticas
como la manifestada en la Vita annonima di Jovanni Gualbertus escrita a finales
del XI, en la que se cuenta un enfrentamiento entre el Abad Guarino de Séptimo,
que había comenzado a luchar contra la simonía y los clérigos
que tenían concubinas, y la mujer del Obispo Ildebrando de Florencia,
Alberga. Zimmermann data este episodio en el año 1012. El papa Benedicto
VIII ha apoyado al Abad, pero no nos consta una dimisión o deposición
del obispo Ildebrando.
Enrique II y la Iglesia en Alemania. Su nombre se conecta de
modo particular con dos diócesis : se empeñó para la
restauración de la Diócesis de Merszburg tras la muerte del
Arzobispo Gisiler de Magdeburgo (+1004) y la fundación del Obispado
de Vanberga. En este último caso actuará con la oposición
del Arzobispo de Maguncia y de los obispos directamente lesionados en sus
legítimos derechos. Este Obispado de Vanberga se situó en el
territorio del Marqués Enrique de Schweinfurt, el cual había
sido expropiado tras una rebelión ; la dotación del Obispado
era riquísima y para Enrique II debía llegar a ser el centro
sacro y político de todo el Reino, levantó una hermosa catedral
donde fue sepultado tras su muerte el 13 de Julio del 1024, tras la cual
su persona fue rodeada de leyendas que fueron interpretadas según
el ideal del siglo XII ; se afirmaba que había vivido con su esposa
Cunegunda en un .matrimonio de José., es decir, sin relaciones sexuales.
La canonización de Enrique II por el Papa Eugenio III en el 1146 y
a Cunegunda en el 1200. Es el único emperador alemán de la
Edad Media que ha sido canonizado, sobre todo por el empeño de la
Diócesis de Vanberga y por el testimonio de su matrimonio con una
.ascesis particular..
II.- Conrado II
Enrique II había muerto sin haber dejado hijos, los grandes
de los ducados unidos a la alta jerarquía eligieron por ello un rey
en Septiembre de 1024, recayendo la elección en un primo de Enrique,
Conrado. El Arzobispo Arrivón de Maguncia le coronó rey en
su ciudad pocos días después. Con Corrado II (1024-1039) comienza
una nueva dinastía en Alemania, los Sálicos o la Casa de Franconia,
todos los cuales han tenido relaciones importantes con el papado. Los emperadores
de esta familia son : Corrado II, Enrique III, Enrique IV y Enrique V, con
cuya muerte en el 1125 termina la dinastía Sálica.
Sobre Corrado II tenemos una buena biografía redactada
por su capellán Bipo. Este Rey prosigue la política de alianzas
con la Iglesia. El número de los condados transferidos a obispados
y abadías aumenta considerablemente con Corrado y su hijo Enrique
III. Entre 1000-1050 había 34 condados en manos de obispos o abades,
cuando anteriormente sólo lo estaban 3. Vanberga obtiene por fin derechos
ducales. Así se forman en Alemania dominios eclesiásticos regionales
que preparan ya los futuros principados eclesiásticos típicos
de Alemania hasta el comienzo del siglo pasado, donde obispos y abades eran
al mismo tiempo soberanos. Esta práctica continuó con Corrado
II y Enrique III, aumentando cada vez más el número de prelados
en la Capilla de Corte. Para sus dotaciones servían los cabildos de
las catedrales en los cuales los Capellanes de Corte, es decir el personal
administrativo más alto de todo el imperio en torno al emperador,
eran canónigos, aunque no pudiesen estar presentes en aquellos lugares.
Enrique III situará la Capilla de Corte en el lugar de
su palacio principal en Goslar, próximo a una colegiata, situado en
Sajonia, la Colegiata de San Simón y Judas que aportará muchos
futuros obispos. Para el nombramiento de estos obispos Corrado esperaba prestaciones
y dones, que pocos decenios después serán tenidos por simonía,
pero que en su tiempo no producían mucho escándalo.
Aunque la reforma monástica fue vigorosamente continuada,
sobre todo por un estrecho colaborador de Corrado II, el Abad Popone de Stablo-Malmedy,
algunas de las reformas monásticas, como la reforma Lorinense, alcanza
a 169 monasterios benedictinos en el Imperio. Por todo ello no se puede hablar
de un contraste entre un Enrique II eclesial y un Corrado II laico o anticlerical,
como se ha hecho todavía recientemente.
La relación de Corrado II con el papado era armoniosa,
incluso dejó a los Tusculani su dominio sobre la ciudad de Roma y
del papado, con los papas Juan XIX y Benedicto IX. Corrado vino dos veces
a Italia, en el 1027 con ocasión de su coronación imperial
y una estancia más larga del 1036-1038, motivado por los problemas
milaneses. La coronación imperial estuvo precedida de la de Rey de
Italia por parte del Arzobispo Arriberto de Milán. La ceremonia en
Roma en el día de Pascua del 1027 fue particularmente solemne, usándose
el rito al que nos referimos en el caso de Otón III ; el papa Juan
XIX le puso la corona imperial en presencia de dos reyes : el Rey Canuto
de Dinamarca e Inglaterra y el Rey Rodolfo de Borgoña, estando también
presente el Abad Odilón de Cluny, el Arzobispo de Maguncia, Ravena,
Treveri, Salisburgo, el Patriarca de Aquilella y muchos otros obispos.
Corrado ha retomado la concepción romana de la dignidad
imperial, produciendo así un cambio con respecto a su predecesor Enrique
II. Sus diplomas llevan como leyenda de su sello un frase que hasta ahora
ha llegado a ser tradicional de todos los emperadores medievales : Roma caput
mundi regit orbis frena rotundi = .Roma, la capital del Mundo, tiene en su
mano el freno del orbe terrestre.. Este programa nos daba a entender que
Corrado II no pretendía limitar su actividad a Alemania. A partir
de ahora se añade al término .Imperium. el calificativo de
.Romanum. para referirse al Imperio Occidental. Con la inclusión de
Borgoña en el 1033, este Imperio se constituirá a partir de
ahora con tres reinos : Alemania, Italia y Borgoña.
Durante su gobierno aparecerán por primera vez indicios
de un profundo cambio del papel del emperador en Italia. Hasta ahora el apoyo
más importante de Corrado en Italia era el potente Arzobispo Arriberto
de Milán (1018-1045), el cual se tiene que enfrentar en los años
30 a una rebelión de los pequeños vasallos de la Iglesia milanesa,
los Valvassori, es decir vasallos de los vasallos, hombres que ocupan un
lugar secundario en la jerarquía vasallática, siendo llamados
.secondi millites.. Estos Valvassori dependían de otro estrato de
la población milanesa, los Capitanei, que son los mayores vasallos
de un obispo, en particular los del Arzobispo de Milán, que forman
el Consejo del Arzobispo y dependen directamente de él. Los Valvassori
no habían obtenido que su feudos fueran hereditables, siendo pequeños
caballeros que temían por su seguridad social en un mundo de rápidos
cambios, en la época precomunal en que van surgiendo intentos de emancipación
de la ciudadanía del obispo, del alto clero y del estrato aristocrático
de los Capitanei.
Esta evolución se hace sentir por primera vez en Milán.
Corrado II, llamado en ayuda de ambas partes, reconocía en 1037 en
su Constitutio de feudis, a los valvasori (los pequeños vasallos)
la capacidad de heredar sus feudos. Hasta entonces no tenían propiedad,
no eran hereditarios; a partir de entonces sí, e irrevocable . Corrado
puso a los feudatarios menores en el mismo plano de los mayores, a pesar
de la oposición del arz. Ariberto y de los capitanei.
La Constitutio era una medida de protecci6n social para
la pequeña nobleza, rural en gran parte. Estos problemas no tenían
que ver sólo con la ciudad de Milán, sino el condado milanés,
y la pequeña nobleza de los valvasori, que estaban sobre todo en las
cercanías de la ciudad. La Constitutio fue un acontecimiento notable
para los valvasori, pero había llegado muy tarde, vista la situación
general. Podríamos decir que con esta Constitutio Corrado II abandonó
la línea política en Italia, o sea, sostener a los obispos
feudatarios. Un intento de Corrado de integrar incluso a aquella clase inquieta,
que eran los valvasori. Corrado II, sin embargo no vió que junto a
los valvasori, que bajo ellos estaba todavía otro estrato de la población,
entre los cuales estaban también los comerciantes. La siguiente fase
de la lucha en Milán y en otras ciudades del norte será precisamente
la oposición de aquel pueblo (no aristocrático), contra los
nobles y esta fase se retomará en pocos decenios con la pataria (aquel
gran movimiento religioso-social) que fue apoyado incluso por el papa Gregorio
VII.
En cuanto al arz.Ariberto, ni el emperador que lo depuso, ni
el papa Benedicto IX que lo excomulgó, estaban en posibilidad de alejarlo
de Milán (quedaba como arz.de Milán hasta su muerte 1043).
No está muy claro por qué aquella cólera
del emperador, que llevó por fin a la excomunión de parte del
papa contra e1 arzobispo. Por las fuentes no conocemos que la culpa sea tan
grave. Ciertamente era un persona muy pagada de sí misma. Los indicios
que dan las fuentes sugieren, que el arzobispo ayudaba a los desordenes que
había en Milán. Es decir que el arz. no estaba en posibilidad
de calmar al pueblo. Naturalmente que esto producía un daño
al orden público en el reino Itálico. E1 arz., junto con otros
obispos del norte de Italia se vengaron; querían crearle dificultades
al emperador en otra región (en Lorena mediante una conjura con el
conde Othon de Champagne contra el emperador).
La primera fase de estos conflictos en Milán 1035-1037
los más difundidos de la tempestad patarínica (mucho más
grave varios decenios después); signo de los profundos cambios en
la sociedad medieval. Bajo Corrado II el problema Milanés no se logró
resolver. Enrique III volverá con la praxis othoniana de aliarse con
los obispos; y así hemos llegado al emperador Enrique III, que es
el culmen del sinergismo (imperio-iglesia).
III.- Enrique III
Nacido el 28 de oct. de 1017 tenia 22 años cuando tomó
el poder. Había sido desde mucho antes preparado para llevar el rol
de soberano y había recibido una formación erudita. Sabemos
de sus intereses teológicos, según el testimonio del abad Bernonne
de Reichehau (sur de Germania); leía con gusto la Sagrada Escritura
y a los Padres. En esa época era algo inaudito y muy raro, pues en
general los laicos no sabían leer.
Este interés teológico de Enrique III estaba apoyado
en una profunda piedad, en el centro de la cual, estaba la Virgen; también
esto ha sido atestiguado por Bernone. Esta piedad también lo llevaba
a prácticas ascéticas, a lo mejor, bajo el influjo de la reforma
monástica, a la cual Enrique estaba particularmente unido. Así
se explican ciertos gestos que llamaron la atención a los contemporáneos.
Por ejemplo, en los momentos de su boda, 10043, con Inés de Poitou,
hija del duque Guillermo V de Aquitania, matrimonio celebrado en Renania.
Ordenó el retiro de los bufones y músicos de la fiesta; con
pena para los asistentes que naturalmente querían una fiesta alegre.
Un hecho que demuestra la fuerza del movimiento de reforma,
ya en esa época, algunos monjes con motivo de ese matrimonio, pudieron
publicar su desconcierto, pues según algunos rigoristas, aquella Inés
era una pariente muy cercana del emperador. Otro ejemplo de rigor, después
de la victoria sobre un rebelde húngaro, Samuele Obo, 1044. Enrique,
en el campo de batalla, con los pies desnudos se arrodillo delante de las
reliquias de la santa Cruz, metida en la santa lanza, seguido por todos los
presentes; después del canto del kyrie eleison el rey perdona a todos
sus adversarios e invita a los presentes a reconciliarse, en un momento de
victoria. Un año antes, octubre 1043, en la catedral de Constanza,
Enrique había conjurado a los presentes de que promovieran la paz
y prometió a todos sus enemigos su perdón. Su programa de gobierno
era Pax et justitia; hizo suyo el movimiento de la Paz de Dios, del gran
movimiento que viene de Francia, del cual se había enterado tal vez
en Borgoña, a través de su mujer Inés. Enrique III,
un hombre muy serio; profundamente embebido del sentido de la responsabilidad
como emperador delante de Dios. Para él la sacralidad de la tarea
real era algo muy importante. Uno puede maravillarse cómo él
no ha sido escogido como santo para ser canonizado; si comparamos a Enrique
II y Enrique III, todos los indicios se inclinan más por Enrique III.
Este último no ha fundado una diócesis; luego faltaba el apoyo
para promover la canonización. Actualmente sucede lo mismo: se necesita
una institución que tenga el interés para promoverla y entonces
el proceso se desenvuelve más rápidamente.
Al inicio de su gobierno debía resolver asuntos graves,
ya en el confín oriental como también en el interior del mismo.
Los éxitos militares contra Hungría y Bohemia parecían
reforzar su poder. En el sur de Germania, los ducados de Baviera, Suavia,
Carinzia (sur de la actual Austria), puso nuevos duques de confianza. Estos
duques, en su concepción, eran representantes del rey: se ve el intento
de reforzar el poder central. Más difícil fue la relación
con Lorena (o Lotaringia). Después de la muerte del duque Gozelone
I de Lorena (1044), dividió de nuevo el ducado en dos partes: Lorena
superior y Lorena inferior. Naturalmente porque Lorena había llegado
a ser muy fuerte. (Divide et impera). El hijo mayor del duque difunto, Gofredo
el barbudo, llega a ser el enemigo mortal de Enrique III, pues quería
llegar a ser duque de Lorena entera, no sólo de una parte (la superior).
Luego hubo varias rebeliones de Gofredo, el barbudo, con el resultado que
los condes de Fiandra lograron hacerse de un territorio muy independiente.
E1 núcleo de la futura Bélgica. La oposición entre Enrique
III Y Gofredo el barbudo, se extendió hasta Italia, cuando Gofredo
se casó en 1054 con la viuda del poderoso y riquísimo conde
Bonifacio de Canosa, Beatriz, cuya hija tenida del primer matrimonio con
el conde Bonifacio (este es la famosa Matilde de Canosa), que llegara a ser
una férrea sostenedora de Gregorio VII. Fue la mujer más rica
de toda Italia.
Así llegó el influjo de Lorena a Italia central,
que llegará a ser importante en el decenio sucesivo. Merecen también
mención las relaciones de los sajones con Enrique III que no soportaban
la pérdida de influjo, después de haber pasado la dignidad
real de la dinastía sajona othoniana, a la otra, la Sálica.
Enrique III trató de hacerse más presente en Sajonia: por ejemplo
haciendo el palacio y la colegiata de Gozlar. Aquella colegiata de la capilla
de corte, en la vecindad de Milliere d"Argento. Hizo de Gozlar su sede preferida.
Pero precisamente esta presencia tan constante del emperador desagradaba
a los sajones. También el nombramiento del arz. Adalberto de Hamburgo-Bremen
(1045), tenía una finalidad política; para tener a los sajones
vigilados. Este Adalberto estaba en las cercanías de Sajonia; y como
todos los obispos, no era sólo eso, sino también señor
feudal. Este Adalberto trató de iniciar un vasto proyecto de misión
y organización eclesiástica en el norte con la finalidad (ese
era su sueño), de llegar a ser patriarca del norte. Crear en esa diócesis
de Hamburgo-Bremen un patriarcado, que comprendería todos los obispados,
incluidos los futuros de Escandinavia. Un plan que por otro lado, falló.
Podemos concluir, en general, que las relaciones de Enrique III con los grandes
príncipes de Germania eran más bien tensas. Esto se mostró
en el 1053, en la dieta de Tribur (en Alemania), donde los grandes consintieron
en la elección de Enrique IV , sólo con la condición,
antes no expresada, de obedecerle sólo si se mostraba un hombre recto.
La magna pacificatio de la cual hablan los Annales de Augusta, era para Enrique
III siempre un ideal, y no la realidad de su vida política. Como también
su lema: Pax et justitia.
Las relaciones con Italia eran sorprendentemente buenas. El
conflicto de su padre con el arz.de Milán, pronto quedó arreglado.
Enrique se apoyó en la administración del regnum Italiae en
la Iglesia, es decir, sobre los obispos. Y tuvo cada vez mas missi dominici
(embajadores), funcionarios escogidos entre los obispos y los condes, que
eran los mediadores entre el soberano y los intereses de la aristocracia
y de las Iglesias locales. Milán quedó siempre como ciudad
turbulenta e inquieta. Los milaneses no rechazaron al nuevo arz. escogido
por Enrique después de la muerte de Ariberto: Guido, un hombre que
no provenía de la alta aristocracia, sino que pertenecía al
menos a la clase de los capitanei. Pero la verdadera raíz de la inquietud
de Milán era el deseo de la población no noble, de no ser ya
excluida del poder. En efecto el regnum italicum se encontraba en un proceso
de fermentación espiritual, social, con cambios económicos.
Un proceso completamente desconocido entonces en Germania. Italia era entonces
el país más desarrollado y más rico de toda Europa,
el más desarrollado. Sobre todo Italia del norte.
Es obvio que esta situación socioeconómica tenía
también su componente religioso: existen ya algunos centros de reforma,
de los cuales Enrique III se entera y con los cuales se relaciona. Por el
momento solo los mencionaremos: Toscana, reforma de Vallumbrosa, fundada
por Juan Gualberto (1036); gran predicador contra la simonía. Otro
centro se había formado en Ravenna con el arz. Gebeardo, nombrado
por Corrado II y su sufragáneo Juan Cesena, que era reformador de
la vida de los canónigos de su diócesis. También este
comienza en esa época: no solo una reforma monástica, sino
también de canónigos (es decir la vida común del clero).
Un tercer personaje que merece ser mencionado era Pierdamiano, que estaba
en contacto con Juan de Cesena, que era prior de la comunidad eremítica
de Monte Avellana, una fundación de san Romualdo, pero independiente
de Camaldoli. Pierdamiano era conocido por Enrique y estimado. Estos son
algunos nombres, algunos centros, que son un fermento para la evolución
de la Iglesia de los decenios sucesivos
4.- Sínodos de Sutri y de Roma.(1046)
Toda reforma de la Iglesia se decidía en última
instancia (sobre todo para Italia) en Roma. Las condiciones en Roma eran
confusas. Habíamos visto que Corrado II no había cambiado el
sistema tusculano (el dominio sobre la ciudad de Roma permanecía en
las manos del conde de Tusculo y uno de ellos era el papa). Corrado II no
había tocado este sistema. Después de haber resuelto muchos
problemas en Alemania y en los países vecinos, Enrique III pudo pensar
en el viaje de coronación imperial. Ese era el objetivo principal
de su viaje en el 1046, llegar a ser emperador y no como afirman muchos estudiosos:
una reforma de la Iglesia romana.
Por otro lado es cierto que la situación del papado era
confusa, pero no se sabe si Enrique III en aquel momento cuando preparaba
aquel viaje conocía todos los detalles y veía la necesidad
de intervenir en Roma. Estamos en la última fase del papado tusculano.
E1 papado era prácticamente un negocio de la familia del conde de
Tusculo. En 1032 el conde Alberico III, jefe de los tusculanos, había
hecho elegir papa a su hijo Teofilacto, entonces laico. Se llamo Benedicto
IX (1932); según el cronista Rodolfo, il labro, que no es siempre
fiable. Este papa habría tenido apenas 10 o 12 años en el momento
de su elección. Parece una afirmación exagerada; sin duda era
todavía muy joven. También en este y en algún otro cronista
se encuentran acusaciones de vida disipada. Un cronista casinesse observaba,
que había cambiado el nombre, pero no el estilo de vida. Pero es difícil
afirmar alguna cosa concreta. E1 juicio sobre los papas tusculanos es naturalmente
condicionado por la generación de historiadores de la reforma gregoriana,
que tenía la tendencia a describir aquella fase del papado de una
manera muy negativa. Esto no quiere decir que Benedicto IX era un papa impecable.
Queda el hecho de que por más de un decenio gobernó la Iglesia
romana sin encontrar grandes oposiciones, ni dificultades, siempre basado
en el poder político de su hermano el conde Gregorio II de Tusculo.
En la controversia entre Aquileia y Grado; Benedicto IX reconoció
los derechos patriarcales de Grado contra Aquileia y el patriarcado de Venecia
era el heredero del de Grado; entonces también el patriarcado de Venecia
tenía relación con este papa Benedico IX. En 1044 los romanos
se rebelaron contra el dominio de los tusculanos y expulsaron también
al papa Tusculano. Son desconocidas las luchas detrás de la escena,
como son también desconocidas las luchas entre los aristócratas
del tiempo. E1 partido vencedor, de los stefanos, buscó asegurar el
propio poder obtenido contra los tusculanos, también con un papado.
A1 inicio del 1045 fue elegido papa por este partido nuevo, victorioso, el
obispo Victoriano de Sabina, que tomó el nombre de Silvestre III,
probablemente no sin malos manejos. En marzo Benedicto IX retornó
a Roma y expulsó de Roma a su contendiente, el que regresó
a su diócesis (Sabina). No sabemos si cuando regresó a su obispado
abdicó de su dignidad papal. Después de la restauración
Benedicto IX, en Roma, pronto se dio cuenta que su posición había
llegado a ser insostenible y así se llegó a aquel extraño
comercio de compra-venta que habría de llevar un rol decisivo en el
sínodo de Sutri. Benedicto IX (1 de mayo de 1045) cedió la
dignidad pontificia al arcipreste Juan Graziano de san Juan en la Puerta
Latina, que era su padrino. Era un hombre de bien, un sacerdote muy pío,
lleno de celo, pero este Benedicto IX habría vendido su dignidad por
2000 libras de plata y el comprador (que no tenía el dinero contante
y sonante), habría obtenido la suma necesaria de una familia hebrea.
Así llegó a ser papa con el nombre de Gregorio VI. Los detalles
son dudosos e incluso el fin del pago era un poco incierto; era más
bien una compensación a Benedicto IX (a su familia, los tusculanos)
o era dinero para corromper a los romanos. Cierto, la elección de
Gregorio VI no estaba privada de simonía. Personas insospechable como
Pierdamiano, estaban de acuerdo con el nuevo papa, que era un persona respetable;
tal vez había dado este paso dudoso, este comercio para liberar a
la Iglesia de Roma de aquel papa Benedicto IX.
Enrique III no podía conocer todas las intrigas relacionadas
con la abdicación de Silvestre III, Bendicto IX y la compraventa hecha
por Gregorio VI. Enrique debía tener la impresión de una Roma
fundamentalmente ordenada; entró en Italia sin encontrar resistencia.
En Pavía convocó el 25 de octubre de 1046 un sínodo.
No se conocen las actas, pero según el cronista francés, Rodolfo
il labro, fue promulgado un decreto contra la simonía. Poco después
Enrique se encontró con el papa Gregorio VI en Piacenza; el papa fue
recibido por Enrique con todos los honores; lo que demuestra que lo consideraba
papa legítimo y concluyó por fin con él un pacto de
oración. Hasta el año 1975 este hecho era desconocido (alianza
de oración); sólo entonces un estudioso alemán K.Schmit,
que se ha ocupado de la necrologías, ha encontrado el testimonio contemporáneo
en el necrologio del monasterio de san Sabino.
Para Enrique era una cuestión de importancia fundamental
tener un papa que lo coronara, y cuya elevación no fuera de ningún
modo dudosa. No debemos nuca olvidar que Enrique III estaba de viaje a Roma
para la coronación imperial. Por cierto las decisiones de aquel sínodo
de Sutri (a finales de 1046) acabaron en las controversias de los decenios
sucesivos. Es muy difícil indagar qué cosa ha sucedido, pues
todos los testimonios están bajo el influjo de la lucha de las investiduras.
Así es casi imposible, o muy difícil, distinguir lo verdadero
de lo falso. Una crítica de las fuentes que a primera vista son numerosas,
debe partir de la investigación de un estudioso alemán E.Steindorff.
Que fue el primero que analizó todas las fuentes que distribuyó
en dos categorías (1874 punto de partida de la investigación).
Distingue entre fuentes de tendencia jerárquica (pro-papal); y fuentes
de tendencia imperial (antigregoriana).
Fuentes. Jerárquicas:
· Bonisio di Sutri (+ 1095), obpo. luego de Piacenza que escribió
un libro Ad amicum. Es un escrito de tendencia estrechamente gregoriana.
· Desiderio de Montecasino, llego a ser papa con el nombre de Victor
III (1097); III volumen de su libro Sobre los milagros de san Benito
· Bernoldo de Constanza, muerto en 1100. Cronica.
Tendencia pro-imperial:
·Annales Romani (1120 redactado).
· Gregorio de Catino que escribio en 1106 o 1118, la Cronica de su
monasterio de Farfa (Cronicon Farfense)
· Wenzo, obispo de Alba, muerto en 108E 0 1090. Decidido sostenedor
de Enrique IV, Escribió un Tratado ad Enricum Cuartum.
· Card. Beno, muerto en 1098, seguidor de Enrique IV. De vita et gestis
Hildebrandi, usa para Gregorio VII este nombre.
· Giberto di Geambleux, Cronaca, muerto en 1112.
Para Steindorff los autores de tendencia jerárquica (como
él los nombra), son desde el principio descalificados por ser fuentes
clericales. Se fía solamente del segundo grupo, antigregoriano; luego
parte con un prejuicio. Pero hay que decir que ninguno de los autores de
estas obras estaba presente en Sutri, o tenía sus noticias de testigos
oculares. Hasta tiempos muy recientes la investigación de Steindorff
ha condicionado todas las interpretaciones del lo sucedido en Sutri. Sólo
hasta Franz-Joseph Schmale, se abre camino otro acercamiento a las fuentes.
Schmale ha demostrado que Sutri no era ni quería ser una demostración
del poder imperial sobre la Iglesia y sobre el papado, como decían
los estudiosos hasta hoy. La cuestión central era la acusación
de simonía de Gregorio VI que fue investigada por un sínodo
de obispos, en el cual al principio el mismo papa tuvo la presidencia. El
emperador Enrique III estaba presente pero no era el presidente del sínodo;
de hecho antes y después de Sutri las cosas se desenvolvían
del modo siguiente:
1.Enrique III emprende su viaje de coronación en el verano de 1046;
la coronación misma estaba prevista para Navidad.
2.El sínodo reunido en Pavía (25 oct.) no trata del papado;
de esto no tenemos ningún testimonio (aunque en muchos libros se leen
tales afirmaciones); probablemente se trataba de la simonía.
3.El 28 de octubre Enrique III y Gregorio VI se encuentran en Piacenza y
estipulan en ese momento una alianza de oración.
4.La iniciativa para celebrar un sínodo en Sutri viene de Enrique
III (esto aparece en todas las fuentes); el único motivo seguro del
sínodo era enjuiciar e investigar el papado de Silvestre III, de ahí
su presencia en el sínodo, para prevenir eventuales pretensiones de
Silvestre antes del ingreso del emperador en Roma. Quería antes de
entrar a la ciudad tener un ingreso claro, sin pleitos y sin discusiones.
El tercer papa Benedicto IX no había sido invitado porque ya no presentaba
ningún problema, pues había presentado su dimisión.
Un sínodo tenía más autoridad, debía ser más
eficiente, si era presidido por un papa, por eso la invitación a Gregorio
VI de presidir aquel sínodo.
5.Gregorio VI llega y así se tiene el clásico sínodo
papal en presencia de un rey (Enrique III todavía no era emperador
oficialmente). Según la tradición el lugar del rey era junto
al papa. El sínodo dirigido por Gregorio VI declara que un proceso
contra Benedicto IX no es necesario, pues ya había renunciado. El
sínodo considera el pontificado de Benedicto IX acabado.
6.Se abre una investigación sobre Silvestre III; aquel obispo Juan
de Sabina. Es acusado de haber sido invasor, un usurpador. La asamblea confirma
la acusación y lo confina en un monasterio y lo reduce al estado laical.
7.El sínodo se ocupa del modo como Gregorio VI llegó a ser
papa. En este momento Gregorio VI refiere cómo llego al encargo; habla
incluso de la suma de dinero gastado; lo que tenía según él,
el único objetivo de liberar el papado de una situación insostenible.
No tenía la intención de hacer una adquisición de una
dignidad espiritual; al menos esta era la explicación de Gregorio
VI. El sínodo hace notar que este acto ya era simonía, pues
entró dinero.
8.Delante de esta constatación del sínodo, Gregorio VI se declaró
culpable, pide el consentimiento de los obispos y una vez obtenido, abandona
su encargo, se despoja de los hábitos pontificales. Dimisión
de Gregorio VI durante el sínodo mismo.
9.Sólo entonces interviene el rey, aprobando de su parte las decisiones
del sínodo y entrega a Gregorio al arresto, al cuidado del arz. de
Colonia. Luego, el primero y el último acto venían del rey:
la convocatoria y la decisión final. Y como último acto Enrique
da a Gregorio la pena de ir al exilio.
Esta reconstrucción de los sucesos de Sutri es aceptada
en general por los investigadores de hoy, excepto el punto octavo: el problema
de la dimisión de Gregorio. Segun Schmale era una autodeposición
de Gregorio VI. Hay tres textos sobre todo los que contradicen esta tesis.
E1 tratado de Ordinando pontifice; una observación del obispo Wazo
de Liege; y una cita del registro de Gregorio VII.
Luego la primera fuente es un tratado que se llama de Ordinando
pontifice; obra anónima de un autor francés o lorenes, es un
parecer sobre el modo correcto desde el punto de vista canónico de
elegir un papa. En este tratado el autor anónimo dice respecto al
proceso de Gregorio VI en Sutri: el fue constreñido a confesar, triste
y contra su voluntad. Y la presión, según el autor, viene de
Enrique III.
La segunda fuente es más clara del obispo Wazo de Liège,
quien fue consultado por Enrique III, después de la muerte del papa
Clemente II (1047) sobre algún eventual sucesor, posibles candidatos
al pontificado. Y el obispo Wazo en esta ocasión respondió:
"vuestra serenidad (el emperador) tome en consideración que la sede
del sumo pontífice, el cual fue depuesto por quien no tenia autoridad
(se refiere al emperador), por voluntad divina esta reservada precisamente
a el (el que fue depuesto); por voluntad divina, es decir, por la muerte
del papa Clemente II (elevado por Enrique III). Porque el difunto que ha
entrado en vez del anterior, por decisión de Ud., obviamente ha cedido
el puesto al predecesor que vive aún". Este testimonio se encuentra
en Anselmo de Liege, Gesta episcoporum Leodientium. La respuesta del obispo
Wazo presupone que Gregorio VI no ha dado la dimisión voluntariamente,
sino que fue presionado a renunciar.
El tercer testimonio es una frase del registro de Gregorio VII
"Sin querer ha tenido que ir más allá de las montañas
con el señor papa Gregorio", esta frase de Gregorio VII, significa
sin más que Gregorio VII consideraba legítimo a Gregorio VI,
incluso después de aquel evento (el sínodo de Sutri). Ha tenido
que ir a Colonia. E1 exilio de Gregorio VI en Alemania ciertamente era un
castigo. Murió probablemente en Colonia a fines de 1047, poco después
de la muerte de Clemente II, su rival. E1 exilio de Gregorio VI, querido
ciertamente por Enrique III era la natural consecuencia de su deposición.
E1 emperador debía alejarlo porque de otro modo sería muy peligroso.
Enrique III tenía en esto un precedente que podía imitar: de
Othon II que había mandado a Alemania al papa depuesto Benedicto V,
confiándolo a la custodia del arz. de Hamburgo. No era un hecho del
todo nuevo. E1 23 de diciembre de 1046 Enrique III llegaba a Roma; ya para
el día siguiente, 24, convocó en san Pedro un sínodo;
los participantes eran en gran parte los mismos de Sutri y este sínodo
debía decidir sobre el nombramiento de un nuevo papa. Una parte de
las fuentes habla incluso de la deposición de Benedicto IX, cosa que
ya se había tratado en Sutri; el cual no se presentó ni en
Sutri ni en Roma. Benedicto IX que había renunciado a su cargo, de
hecho trató de recuperarlo después de la muerte de Clemente
II, en el 1047, sin éxito. Es el primer papa designado por Enrique
III; todavía antes de la propia coronación imperial. Hay una
tesis que dice que Enrique III habría hecho todo esto para poder elevar
en Roma papas alemanes; pero esta es una tesis insostenible. Es una conclusión
a posteriori; es cierto por otro lado que Enrique III deseaba un papa reformado
y entre los candidatos es nombrado Adalberto el arz. de Hamburgo-Bremen,
el cual rechazó la candidatura. Fue elegido el que Adalberto proponía,
Suitger de Bamberg, que tomó el nombre de Clemente II. Luego, este
es un hecho extraño: la elección de Clemente II se tuvo el
día antes de Navidad, día en el que estaba prevista la coronación
de Enrique III. En efecto, el 25 de diciembre, Clemente II fue entronizado
en san Pedro e inmediatamente después celebró el rito de coronación
de Errique III y de su mujer Inés, hija del duque de Aquitania, Inés
de Poitou. En una sola celebración (1046).
Con ocasión de la coronación imperial de Enrique
III es necesario mencionar dos eventos: primero, Enrique hizo que los romanos
le concedieran la dignidad de Patricio. Este hecho es muy discutido hasta
hoy. ¿Qué significa la concesión de esta dignidad, en
el momento de la coronación imperial? Ciertamente era una especie
de colaboración del común de Roma a las celebraciones en san
Pedro. Porque no es el papa el que confiere el título de Patricio;
sino que son los romanos. Sabemos que la dignidad de Patricius romanus no
había sido conferida ninguna otra vez desde la coronación de
Carlomagno, desde el 800 no aparece. Sólo entonces. ¿Por qué?
Probablemente porque las competencias parecían incluidas en la dignidad
imperial. E1 título patricius es anterior al título imperial
en occidente. Obviamente Carlomagno no creyó que fuera necesario tener
un título de patricio, cuando ya era emperador. La pregunta es, ¿por
qué vuelve a aparecer, junto con una coronación imperial? Sostienen
que el motivo de esta restauración tenga relación con el Constitutum
Constantini que daba al papa los derechos imperiales en Roma.
Según el Ordo Salicus de la coronación, preveía
un sínodo después de la coronación; de hecho este sínodo
fue celebrado el 5 de enero de 1047 en san Pedro. Son dos sínodos
a muy corta distancia: el día antes de Navidad y luego el 5 de enero
en presencia del arz. de Milán y Rávena y del patriarca de
Aquileia. Este pequeño detalle es conocido porque estos obispos peleaban
por la presidencia. ¿Quién tiene el derecho de sentarse a la
derecha o a la izquierda del papa, en ausencia del emperador? Si el emperador
estaba presente en tal sínodo el tenía siempre el lugar derecho
al lado del papa. Pero surgió la pregunta, si el emperador estaba
ausente. Este sínodo es mencionado, no tanto por esta discusión,
cuanto por tratar de las ordenaciones hechas con simonía. Las decisiones
del sínodo son referidas por san Pierdamiano en su Liber gratissimus;
un tratado que se refiere a la cuestión de las investiduras:
"E1 que ha sido ordenado por un simoníaco, al momento
de la ordenación no sabiendo que es simoníaco con quien se
ha presentado (para ser promovido), debe hacer cuarenta días de penitencia.(Aunque
fuera ignorante del hecho que la persona que lo ordenaba era simoníaco).
Pero puede continuar su ministerio sacerdotal"
Este canon, decidido en presencia de Enrique III, demuestra
que el sínodo se ocupaba de la simonía y que en la lucha contra
la simonía tomó una posición mas bien moderada (aunque
a nosotros nos parezca muy rígida), pero en el contexto de las discusiones
de entonces, era más bien una posición moderada. Por cierto
no sabemos nada de la intervención del emperador en este asunto. Y
en tercer lugar, demuestra que se discutía ya sobre la validez de
una ordenación en esas condiciones, uno de los grandes problemas de
la Reforma Gregoriana.
Cuando Clemente II murió, en otoño 1047, se mostró
que no había sido destruido el poder de la nobleza romana. Benedictino
IX regresó y hasta encontró ayuda con el marques Bonifacio
de Canosa, hasta ese momento pro-imperial. Se necesitaba una palabra enérgica
de parte de Enrique III, antes que Bonifacio en el verano de 1048, expulsara
a Benedicto y condujera Roma al nuevo papa, que mientras tanto había
designado Enrique en Navidad en su palacio de Pöhdle (en Sajonia). Allí
había llegado una delegación romana, y el emperador había
designado al sucesor de Clemente II, que era el obispo Poponne de Bressanone,
que tomó el nombre de Damaso II. Pero también este papa murió
después de pocas semanas. Aparecen luego voces que en la muerte de
estos papas extranjeros hubiera algo poco claro. Cuando en 1942 fue abierto
el sarcófago de Clemente II, enterrado en su diócesis original
de Bamberg (en la catedral), se encontró en los huesos del esqueleto
un alto contenido de plomo. Probablemente estos papas alemanes habrían
muerto de malaria pues no estaban habituados al clima caliente del verano
italiano. La malaria era un mal muy grave en todo el medievo.
Un hecho, todavía no tenido en suficiente consideración,
es aquel que en el siglo XI y precisamente en el papado reformado, son elevados
a la dignidad pontificia algunos obispos que no habían abdicado de
su diócesis original; sino que las retuvieron incluso siendo romanos
pontífices. Son seis papas que eran obispos y podríamos añadir
uno que era abad de Montecassino.
·Clemente II (obispo de Bamberg).
·Dámaso II (obispo de Bressanone).
·León IX (obispo de Toul) Lorena.
·Víctor II (obispo de Eischstat) en Baviera.
·Esteban IX (abad de Montecassino).
·Nicolás II (obispo de Florencia).
·Alejandro II (obispo de Lucca).
Después de él con Gregrorio VII se interrumpe esta tradición
que uno es papa y al mismo tiempo obispo de otra diócesis. Hay dos
antitapas que siguieron este uso:
·Honorio II (1061-64) obpo.de Parma.
· Clemente III (1080-1100) el más tenido en cuenta por los
gregorianos, era arz. de Rávena. Un hecho que se da solo en el período
de la reforma eclesiástica de Roma, antes o poco después del
pontificado de Gregorio VII.
Este hecho ha encontrado varias explicaciones de parte de los
estudiosos, que siempre acaban en consideraciones utilitaristas. Retener
su propia diócesis les parecía práctico, oportuno, políticamente
o económicamente recomendable. Sin embargo parece que la verdadera
solución de este problema, hay que buscarlo en otras concepciones
eclesiológicas.
Hoy es la regla, que el nuevo papa es elegido de entre los cardenales
o de entre los obispos. Originalmente ninguno llegaba a ser papa si era obispo
de otra diócesis. Desde el s.IV la relación del obispo con
su diócesis es interpretada como un matrimonio espiritual y la frase
de la 1 Tim.3,2 (es necesario que el obispo sea irreprensible, no casado
sino una sola vez) Este versículo fue entendido como el matrimonio
del obispo con la propia diócesis. Sólo se podía llegar
a ser obispo para una determinada iglesia. De ahí deriva la ficción
jurídica de los obispos titulares (consagrados para un montón
de piedras en Africa o en Turquía), era una ficción canónica.
Por otro lado el cambio de una diócesis a otra, era teóricamente
imposible y prácticamente desconocida y llevada a cabo solamente a
través de trucos jurídicos. Uno llega a ser obispo de una determinada
diócesis debe permanecer en ella hasta la muerte. Esta norma antigua
regía en Roma, también para el papado.
Esta situación cambió con la intervención
de Enrique III: el papa no era un obispo entre otros, sino el universalis
summus pontifex, summus presul, summus apostolicus; eran los títulos
que aparecen en este tiempo. Dos funciones del papado: ser obispo local y
al mismo tiempo pontífice universal. Los emperadores germanos, desde
Othon I tuvieron en cuenta sobre todo el primer título. Las intervenciones
de los emperadores germanos desde Othon I en adelante contribuyeron a la
formación de una nueva imagen del papado, del concepto jurisdiccional
del papado. En general, este aspecto se olvida y se piensa sólo en
una evolución dentro de la teología, o de la jerarquía
misma. No, aquí son los emperadores germanos los que han promovido
esta concepción. No nueva, pero más desarrollada del papado.
Hay pues, dos tendencias que convergen: contemporáneamente el papa
es obispo de otra diócesis o abad (la idea del matrimonio indisoluble
entre obispo y diócesis), que prohibe una bigamia espiritual y además
una nueva valoración del poder papal, como instancia supra-episcopal,
durante el s.XI, en el papado reformado.
Clemente II mismo, es decir, el primero de esta serie, dio una
motivación un poco extraña. Clemente II dice: Bamberg es la
hija de la iglesia romana; él, Clemente, debería tener cuidado
de la madre de su mujer, sin dejar por eso a la mujer..
Quizá también va unida otra observación.
Estos eran obispos imperiales. Si quedaban como obispos, aunque llegaran
a ser papas, esto ayudaba a la relación del papado con la iglesia
imperial.
Las cosas cambiaron rápidamente con Gregorio VII y fueron
varias las causas:
·La idea de la universalidad de la dignidad pontificia no aceptaba
ninguna limitación.
·Ser obispo de otra parte igualaba al papa al obispo.
·Sobre todo fue decisivo el hecho de la incompatibilidad de las dos
tareas Pero quería llamar la atención sobre este pequeño
problema eclesiológico muy interesante, precisamente en el tiempo
de la reforma pregregoriana.
El significado de los sínodos de Sutri y de Roma (1046-1047),
no está tanto en la deposición de tres papas; ni en la demostración
de aquello que ha sido definido: la iglesia en manos de los laicos, sino
en la lucha eficaz contra la simonía en el más alto nivel de
la iglesia. Una lucha conducida por el emperador Enrique III y los papas.
Después de Sutri, la deseada reforma interna de la Iglesia,
se pudo poner en práctica. Quedaban en pie los mandatos con respecto
a las ordenaciones de un obispo simoníaco (hechas a través
de pago o gratis, esto no importaba tanto).
5.- León IX. (1048-1054).
El pontificado de León IX es un cambio en el papado del
s.XI. Enrique III elevó en Worms (Renania) al final del año
1048; después de la muerte de Damaso II, al conde Brunonne de Egisheim,
alta nobleza; hasta aquel momento era obispo de Toul (Lorena). Brunonne era
simpatizante del movimiento reformador y cinco años de su pontificado
están caracterizados por una febril actividad para llevar la reforma
eclesiástica a todos los ambientes; en todos los niveles. E1 papa
mismo lleva la dirección de esta reforma eclesiástica. En este
contexto es notable, que después de la designación del nuevo
pontífice por parte de Enrique III, hizo una sorprendente declaración
delante de la dieta de Worms; es decir, que aceptaría el cargo pontificio,
sólo si el clero y el pueblo de Roma dieran su consentimiento. Este
requisito, no tenía nada de nuevo. Ninguno dudaba que después
de una designación de parte del emperador se necesitaba una elección
canónica. Pero era nuevo, insistir en esta segunda fase del proceso
electivo en una tal ocasión. Esto no quiere decir que León
IX hubiera puesto en discusión el rol del emperador en la Iglesia,
sino que todas sus actividades sucesivas demuestran que quería reforzar
el principio de la elección canónica. León IX, era un
papa itinerante, raras veces permanecía en Roma. Estos viajes lo llevaron
a Italia, Francia, Alemania y hasta Hungría. E1 quería concretar
mediante estos viajes la idea del primado romano por medio de numerosos sínodos:
en Roma y en otros lugares.
Los sínodos eran para León IX una expresión
de su preocupación por la reforma de toda la Iglesia. El presidió
en 4 años 11 sínodos (tal vez, incluso, más). La temática
era más o menos la misma, programática; se trataba, antes que
resolver pleitos del momento, como en tantos sínodos precedentes;
pleitos entre obispos u obispos y monasterios, etc. más bien dar lugar
a instancias de reforma. Pero hay que decir que ninguno de estos sínodos
tuvo un acento anti-imperial. Para León IX la relación estrecha
entre regnum et sacerdotium no estaba en discusión. En el centro de
sus urgencias estaba la reforma del clero. En concreto la lucha contra la
simonía y contra el nicolaísmo (matrimonio de los sacerdotes).
Su posición, era al menos al principio muy radical. Su primer sínodo
(Lateranense 1049) dispuso que todas las mujeres de sacerdotes, diáconos,
subdiáconos, debían perder su libertad; ellas y sus hijos debían
quedar como siervos de la Iglesia. E1 papa pidió en ese sínodo
el alejamiento de todos los clérigos ordenados por simoníacos.
Su posición era tan radical que habría significado la caída
de toda la pastoral de la Iglesia, y por eso tuvo que llegar a compromisos.
El sínodo de Vercelli en 1050, llegó a compromisos,
en el sentido del parecer de san Pierdamiano y del sínodo romano del
1047 que había impuesto a los clérigos ordenados por un simoniáco
sólo una penitencia de cuarenta días, pero no el alejamiento
de la tarea sacerdotal. E1 problema de las ordenaciones simoníacas
quedó teológicamente sin resolver. Es interesante ver que en
los estudios de los últimos años, ha aparecido siempre más:
que san Pierdamiano, contrariamente a aquello que se decía hasta hace
pocos decenios, no era una persona muy radical, sino en todo, incluso en
su concepción monástica estaba siempre dispuesto a llegar a
ceder; sus apoyos teológicos son siempre válidos. Había
otros que eran mucho más radicales que él.
El mismo León IX volvió a repetir no pocas ordenaciones
(antisimoníacas). Para él, los simoníacos impedían
la libre operación del Espíritu Santo; adulteraban la justa
relación de Cristo con su Iglesia; mientras los sacerdotes y obispos
que pecaron contra el celibato, deshonraban su matrimonio espiritual con
su vida. Y volver a ordenar, porque en un acto simoníaco, esta es
la concepción de los radicales gregorianos, el Espíritu Santo
no podía actuar; y sin la presencia del Espíritu Santo no existía
sacramento.
No en todas partes, pero en general, León IX encontró
una buena acogida ante sus exigencias rígidas. En Renz, en un sínodo
convocado y presidido por él, X.l049, tuvo pocos asistentes; los obispos
no llegaron. Pero en el sínodo siguiente en Maguncia, a mitad del
mismo mes de octubre (1049) en estrecha colaboración con el emperador
tuvo mucha asistencia de la Iglesia imperial. Los obispos que participaron,
y por eso no querían asistir, eran interrogados públicamente
por el papa sobre las circunstancias en las cuales habían recibido
su consagración obispal. E1 canon 1 del sínodo de Renz: se
refería precisamente a este asunto. Insistencia sobre la elección
canónica. Este canon no era la primera ley sobre la investidura, como
ha sido afirmado, sino insistir sobre los requerimientos canónicos
esenciales, en el sentido de las decretales citadas del papa Celestino I,
o del papa León I. Luego, expresión de la lucha contra los
simoníacos, relacionados con la investidura; esto era algo nuevo.
Y esto resulta también del comportamiento de León
IX. Cuando en el 1051 quería renunciar a su diócesis de Toul,
que hasta entonces había retenido, dispuso que su sucesor fuera primero
elegido por el clero y el pueblo y después de la elección,
debía ir con una delegación de la iglesia de Toul, con el emperador
para recibir la investidura. Una insistencia, primero la elección
canónica de parte del clero y el pueblo y luego la investidura de
parte del emperador; era la intención de León IX hacer valer
aquellos cánones, frente a los cuales se registraba el mayor número
de fallos y deficiencias. Se trataba de nuevo: prohibición de la simonía;
prohibición del nicolaísmo; disposiciones para la elección
de los obispos; prescripciones sobre la conducta moral del clero; prohibición
de venta de beneficios. En este sentido: una reforma de la Iglesia que debe
partir, según León IX, de una reforma del clero. Ninguno de
tales cánones era verdaderamente nuevo; algunos de esos se relacionaban
con las tradiciones de la Iglesia antigua; prácticamente sólo
eran citas de cánones ya conocidos, que se encontraban en colecciones
canónicas. Y como se trataba sólo de repeticiones, ninguno
de los obispos presentes podían poner objeciones. Esto se hubiera
interpretado inmediatamente como herético. Pero el conjunto demostraba
una tendencia. Si uno va a los desarrollos sucesivos de León IX, gestos
sin duda han contribuido a reforzar la posición legislativa del papado.
No eran los sínodos los que hacían la legislación, sino
el papa que reunía el sínodo para imponer sus propias ideas.
Y esto era posible sólo con aquel papado reformado, después
de la intervención de Enrique III.
En el contexto de la reforma eclesiástica bajo León
IX dos fenómenos llevan un rol particular:
5.1.- La reestructuración de las instituciones pontificias.
Tiene que ver con los colaboradores de León IX. Atrajo
consigo representantes de avanzada del partido reformista ya existente, como
Federico de Lorena; el futuro papa Esteban IX; Humberto de Moayen- Eloutie
(monje benedictino del monasterio en Lorena), que será el futuro cardenal
de Silva Candida (Humberto). Y todavía otros, que casi todos provenían
de Lorena; estrechos colaboradores de León IX. No es todavía
claro por qué los círculos reformadores de Lorena eran activos
y fuertes. Flick ha sostenido la tesis del origen lorenes de toda la reforma
gregoriana. Una tesis que no es correcta en su exclusividad; pero esta tesis
un poco forzada de Flick, el origen lorenes de la reforma gregoriana, es
correcta en el sentido que esta reforma no nació en Roma. Esto es
importante; ha sido importada. Y viene de los piases más allá
de los Alpes. Son precisamente dos obispos de aquella zona que resistieron
de manera muy llamativa a Enrique III: el obispo Wazo de Liège, acusado
en 1046-47 a causa de su comportamiento en la campaña del emperador
contra los rebeldes frisones. Y el caso del obispo Alienardo, monje de san
Benigno de Digione, que rechazó hacer el juramento ante el emperador
el año 1046; este monje se apoyo en la regla de san Benito que ordena
a los monjes no jurar. En esta ocasión Enrique III se mostró
muy generoso y lo dispensó del juramento. No se trataba, como algunos
estudiosos han pensado, de un simple juramento; se trataba, por eso el emperador
era muy generoso, del juramento de fidelidad antes de la investidura; en
este caso antes de la consagración para Lione. El otro caso es más
interesante, el de Wazo de Liège; éste durante la investigación
delante del emperador, sobre su conducta en la rebelión, debía
estar en pie y pidió una silla, no sólo por su edad, sino también
en cuanto sacerdote y ungido con el sagrado crisma. El emperador le respondió:
.también yo he estado ungido con el óleo santo y con esta unción
me ha sido dada la potestad de mandar sobre todos los demás.. E1 obispo
replicó: .esa es otra unción y muy distinta de la unción
hecha al sacerdote..
Con la llamada de personajes como Humberto de Silvacandida,
Federico de Lorena, entre sus más estrechos colaboradores, el papa
León IX ha comenzado un proceso de transformación de las instituciones
administrativas del papado, lo que se llamará la Curia Romana; en
particular ha comenzado a librar al papado de los intereses de las varias
facciones aristocráticas romanas. Es el primero que escoge a los cercanos
colaboradores fuera del clero romano.
Bajo León IX el colegio de los cardenales obispos (obispos
de las diocesis suburvicarias), y los cardenales-sacerdotes, responsables
de la cura de almas en las iglesias titulares romanas, estos dos grupos,
que desde siglos desarrollaban funciones litúrgicas, se transforman
en un gremio, cuyos miembros reciben encargos, dirección y administración
de la Iglesia en Roma. Se puede hablar de una nueva fase de la evolución
del cardenalato, que se inicia bajo León IX. Es ya una expresión
del espíritu de reforma: esta nueva tarea dada a los cardenales. De
hecho desde 1045 encontramos cada vez más a los cardenales como legados
papales. Primero eran simples sacerdotes o abades los legados, y luego lo
serán los cardenales-obispos. Así los cardenales legados llegan
a ser un instrumento importante de los papas para afianzar la reforma en
los diversos países; y veremos sobre todo cómo Gregorio VII
utiliza este instrumento del cardenalato para difundir sus ideas en otros
países o en las diversas iglesias locales.
En fin, siempre en el contexto de la transformación de
la administración del papado, se menciona el cambio en el interior
del aparato burocrático. Pequeños indicios todavía,
pero significativos. Los documentos dados por el papa ya no serán
escritos sobre papiro, sino en pergamino y siempre en minúscula, en
vez de la vieja curial. Podemos constatar en el Sacro Palacio Lateranense
un proceso de modernización en todos los sentidos, en cuanto al personal,
y también en cuanto al estilo. Este era un primer elemento que demuestra
la importancia de León IX como papa reformado.
5.2.- El encuentro con la Iglesia bizantina.
Es el segundo aspecto que nace de la actividad reformadora
de León IX. Veremos en el próximo capítulo el enfrentamiento
desde el punto de vista bizantino. Ahora basta con decir cómo se presenta
este problema desde un punto de vista romano, sobre todo a los ojos del papa
León IX.
La nueva política sinodal de León IX, junto con
una nueva organización administrativa, revolucionaba la tradicional
constitución episcopal y echaba las bases para reforzar el primado
jurisdiccional del papado. Por eso este breve pontificado de León
IX es importante; aquí se trata de la actuación de la nueva
forma del primado jurisdiccional. Un investigador reciente sostiene que la
ruptura con el patriarca Miguel Cerulario de Constantinopla no ha sido causada
por la divergencia del filioque, sino por la controversia que tiene que ver
con el primado romano y el ministerio sacerdotal. Cuestiones en que ambas
partes se manifestaron con intolerancia.
Todos estos temas aparecen en la reforma pregregoriana, pero
que en ese momento no estaban presentes en la Iglesia y menos en Bizancio.
El papado reformado reivindicaba una supremacía, no sólo de
honor y de respeto, sino la supremacía de un nuevo tipo, jurídicamente
aplicable, real. Y fue esta tensa relación la que ha provocado finalmente
el cisma.
La discusión occidental no estaba terminada en aquel
momento de Leon IX: sobre la recta concepción de los sacramentos y
del ministerio sacerdotal. Toda esta discusión en el interior de la
Iglesia Latina ha agravado la polémica con la Iglesia bizantina.
La ruptura no es sólo por el temperamento, la arrogancia,
el comportamiento inadecuado de Humberto de Silvacandida en Constantinopla.
Así se lee con frecuencia en los manuales: que todo era culpa de Humberto
de Silvacandida. Ciertamente que él se comportó de un modo
del todo equivocado, pero esto no basta para explicar aquella ruptura :la
excomunión del 24 de junio de 1054.
Humberto de Silvacandida tenía mas o menos las mismas
ideas del papa y esto se puede saber leyendo la larga carta llamada Libellus
que León IX dio a Humberto, para entregar a Cerulario. Leon IX considera
en este Libellus a la Iglesia Bizantina como una hija de Roma. Esto era algo
que Bizancio no podía aceptar. Este Libellus demuestra a1 mismo tiempo
que el papa considera las concepciones de la Iglesia Bizantina, heréticas.
El hizo suyo un concepto de herético, que Pierdamiano ha formulado
en el I Libro de las Epistulae así: .los sagrados cánones designan
como heréticos a aquellos que no están de acuerdo con la Iglesia
Romana" Y este es el concepto de herejía de la reforma gregoriana
y pregregoriana. Independientemente del contenido de su doctrina.
Debemos considerar el pontificado de León IX no como
un pontificado que renueva tradiciones olvidadas, aunque sí se presenta
así, sino como uno que inicia toda la reforma eclesiástica
del siglo XI. Sin embargo, Leon IX no se separa todavía de la idea
de una colaboración con el imperio. Después de su muerte el
camino ya está abierto a un papado reformado, en gran medida siempre
más independiente del regnum y de la nobleza laica. En este sentido
el pontificado de Leon IX, es un pontificado de transición. No es
el primer papa de la reforma gregoriana, sino el puente entre una iglesia
de tipo imperial y otra nueva que reivindica la libertas ecclesiae. ¿Qué
significa papado de transición ?
6.- HUMBERTO DE SILVACANDIDA :
Un teórico de la reforma pregregoriana
Hay dos personajes que merecen mención en la reforma
del siglo XI: Humberto de Silvacandida y Pierdamiano. Aquí sólo
trataremos de Humberto. No es fácil saber el ideario espiritual de
aquel monje benedictino del monasterio lorenes de Moyenmoutier. Por lo menos
se le atribuyen 33 escritos, pero sólo de 3 textos estamos seguros
que le pertenezcan, hasta hoy. Afortunadamente el más importante tiene
los elementos esenciales de su pensamiento: Libri tres adversus simoniacos
. Y cito una frase que puede ayudar a entender mejor este escrito. Cito al
historiador ingles Carlyle: el habla de algunos escritos que han propagado
el movimiento de reforma de la Iglesia : el programa de Gregorio VII se encuentra
ya en este escrito de Humberto de Silvacandida...hace un parangón
un poco arriesgado entre el manifiesto comunista de Engels y este escrito
de Humberto de Silvacandida (lucha de la Iglesia gregoriana y el poder laico).
Esta comparacion tal vez pueda ayudar a entender mejor la importancia de
este cambio, y los escritos que la preparan. (The gregorian revolution).
El título convencional Adversus Simoniacos no nos habla
de la amplitud del contenido. Este titulo sólo tiene que ver con los
dos primeros libros, en donde el autor niega la validez de los sacramentos
administrados por los simoníacos; y en general la compraventa de cargos
eclesiásticos. Aquí desarrolla aquella teoría que ya
hemos señalado: las ordenaciones por simoníacos son inválidas
(él es el teórico de esta doctrina radical gregoriana). Se
subraya que no es cierto que Humberto haya metido la investidura laica en
el concepto de simonía (todavía se hacía distinción
entre investidura y simonía).
En el tercer Libro Humberto discute el rol del soberano sobre
todo en el nombramiento de obispos. En este libro Humberto muestra una fuerte
aversión contra todo el sistema de las iglesias privadas. Este sistema,
que durante siglos estaba presente en casi todo el occidente ; en la Iglesia
Latina venía del derecho germánico, de concepciones arcaicas.
Es una tradición que, según él, está en neta
contradicción con los cánones. Esto no tiene que ver sólo
con las iglesias inferiores, sino también las superiores (para él,
el rey es un simple laico).Algo que ninguno se había atrevido a decir:
para todos el rey era una persona sagrada, a causa de la unción.
Con una insistencia particular repite los cánones clásicos
sobre la elección de los obispos, que según él, han
sido mal usados por la práxis de entonces. La práxis correcta
sería: participación del clero, intervención del pueblo,
el juicio del metropolitano. Se requiere esta intervención. Estos
son los puntos decisivos según los cánones de la Iglesia; en
cambio, según Humberto, la secularis potestas lo decide todo. Por
eso Humberto pide la restauración de la sucesión originaria
del proceso. Quiere redimensionar la saecularis potestas. Para Humerto la
elevación de un obispo en la forma no canónica, la preeminencia
del elemento laico, es inválida y nula.
El sostiene esta opinión no sólo con el argumento
de que el soberano tiene demasiado influjo en el nombramiento de un obispo,
sino que hace además una reflexión sobre el modo en que el
soberano ejercita este influjo laico. Así hace un primer ataque a
la ceremonia de la investidura. Sabemos que la investidura era hecha así,
al menos en el tiempo de Enrique III. El emperador da al nuevo obispo el
bastón pastoral y el anillo. Según Humberto la entrega del
bastón y del anillo, mediante la mano no consagrada del rey, no es
otra cosa que una praesuntio. El baculus como señal del ministerio
pastoral y el anullus como símbolo del matrimonio (signaculum secretorum
coelestium) son para Humberto símbolos espirituales; por eso no pueden
ser conferidos por un laico, porque en tal caso, si un laico da el bastón
y el anillo, dispone sobre los sacramentos, se pone en el lugar de un sacerdote.
Y pregunta: ¿qué tienen que ver los laicos con los sacramentos,
en particular con el ministerio del obispo ?, y añade, el bautismo
es dado en caso de necesidad por un laico, pero este bautismo debe ser completado
después, si el niño vive, por la oración y la unción
de un sacerdote.
Humberto de Silvacandida da a estos símbolos un significado
netamente espiritual: pero de por si no era del todo claro, qué cosa
significa el bastón y el anillo; también llevaba consigo el
significado de la entrega de un poder laico. Los obispos eran al mismo tiempo
representantes del rey y del emperador, tenían derechos reales y esto
también se simbolizaba en la entrega. La interpretación de
Humberto es muy unilateral; pero la formula de una manera muy sugestiva y
hace entender al lector que esta entrega de símbolos es casi una anticipación
de la consagración episcopal, hecha por un laico y por lo mismo no
aceptable.
Las consecuencias de esta argumentación son evidentes:
logrará mejor convencer al lector. No debemos olvidar que el nombramiento
de un obispo era un largo proceso. La intervención del rey es sólo
un. elemento. E1 acentúa sólo este elemento y por eso todo
se deshace. Estas ideas expresadas en Adversus Simoniacos L.3, cap.6 son
un enfrentamiento radical ante la práxis usual de casi toda Europa,
al elevar a un obispo. Era una práxis no limitada sólo al imperio,
sino usual en todo occidente.
Uno se pregunta qué influjo ha tenido este manifiesto
de la reforma gregoriana. Según R. Shift el influjo era muy pequeño.
Según él, fue letra muerta durante decenios. No es seguro que
Gregorio VII lo haya conocido. E1 autor sostiene que no era posible que se
conociera, pues sólo se conoce por medio de tres manuscritos y la
tercera parte de la que hemos hablado, solo está en un códice
medieval. Esta es la conclusión de Shift: Adversus Simoniacos es una
obra que no tuvo éxito, no fue conocida, permaneciendo oculta en cualquier
lugar. Sin embargo, contra esta tesis, del no éxito, podemos hacer
algunas objeciones: Humberto pertenecía como cardenal obispo de Silvacandida,
sin duda, al circulo más estrecho de los colaboradores del papado,
por lo que el Papa conoce de hecho sus ideas, sin depender de la difusión
de su escrito. No es creíble que Humberto no expresase sus opiniones
en los sínodos en los que participó, como en el de Sutri. Aunque
pocos de sus contemporáneos hubiesen leído su tratado no significa
que no conociesen el contenido. Es indudable que Humberto forma parte del
partido de los reformadores hasta el Papa León IX. Incluso es aceptado
por Engelbert que Gregorio VII es influenciado por las ideas de Humberto.
7.- Pierdamiano
Representa la segunda tendencia, menos radical en la lucha contra
las investiduras laicas. Muere en 1072 y desde 1057 fue creado Cardenal
Obispo de Ostia. El no excluye una cierta implicación del soberano
en el nombramiento de un obispo, pero critica las circunstancias concretas
que se verifican en el nombramiento concreto del nombramiento de un obispo,
que son contrarias al Derecho Canónico. Considera él también
al soberano como un laico sin derechos sagrados, pero no interpreta la donación
del anillo y del bastón pastoral por parte del rey como una consagración
episcopal anticipada, como lo hacían Humberto.
8.- MOVIMIENTO DE LA PAZ DE DIOS.
Toda revolución llevada a cabo tiene muchas raíces.
No basta sólo con las ideas radicales de Humberto de Silvacandida,
se necesita también una movilización del pueblo, que en parte
tiene otros objetivos, pero que en último término convergen
con las ideas motoras de un gran desarrollo. El Movimiento de la Paz de Dios
es un signo de que la reforma de la Iglesia fue acogida también por
el pueblo. Un movimiento de otro tipo, la Pataria, confirma esta regla, pero
estará operante después de los años cincuenta del siglo
XI, por lo que pertenece al próximo período. Ahora sólo
nos centraremos en la Paz de Dios.
Este movimiento nace en el Sur de Francia a finales del X, a
causa de desórdenes y cambios sociales, mirando hacia un restablecimiento
de la paz en el país. El rey de Francia era débil y lejano,
mientras que los pequeños señores, vizcondes y castellanos
eran por el contrario prepotentes.
Hasta este momento la investigación no ha descubierto
cual es la relación entre este movimiento de paz y la Reforma Cluniacense,
pero si se sabe que hubo influjos directos. En primer lugar intervienen los
obispos para asegurar un mínimo de seguridad a la población.
El comienzo se puede situar tras el año 975 en la persona del obispo
de Le Puy en Auvergne. Este obispo obliga a los nobles a jurar no tocar las
propiedades de las iglesias y de los pobres, con el compromiso de restituir
cuanto habían tomado.
En el 989 se hacen los Estatutos de paz del Sínodo de
Charroux, en los cuales se contiene todo lo que se desarrollará en
los ordenamientos posteriores del Movimiento. Fueron amenazados de excomunión
:
Los que violaran las iglesias y cometieran robos de objetos sagrados ;
Los que atacasen a clérigos desarmados ;
Los que destruyan los bienes de los pobres o roben los animales de los campesinos.
Estos
tres objetivos sólo se podían realizar si los obispos colaboraban
con los grandes, los príncipes, contra los señores feudales
locales, la pequeña nobleza local que quiere enriquecerse a expensas
de la Iglesia y de los pequeños campesinos.
Una segunda
fase del Movimiento se verifica en los años veinte del siglo XI. En
este momento el Movimiento de traslada hacia Borgoña, donde tendrá
su centro, y desde allí se difundirá hacia Cataluña
(Sínodo de Paz en Vich, 1033) y el Norte de Francia. En esta fase
se introduce un nuevo elemento, la Tregua de Dios, que consistía en
la prohibición de una actividad guerrera para los señores nobles
locales en determinados días de la semana, del miércoles por
la tarde al lunes por la mañana, por lo que tenían pocos días
para llevar a cabo las guerras privadas. Además en tiempo de Adviento
hasta la Epifanía, y en la Cuaresma hasta el Domingo .in albis., que
era un tiempo cerrado, por lo que tampoco se permitían tales combates.
De este modo de garantizaba un mínimo de paz pública para la
Iglesia, los campesinos y los comerciantes.
El medio
más importante de presión para imponer esta Paz era el interdicto,
es decir el deber de celebrar la liturgia y de administrar los sacramentos.
Esto sólo se podía hacer ya que la población estaba
fuertemente anclada en la fe cristiana, y que los señores feudales
quieran evitar esta pena eclesiástica. Por todo ello toda la población
consentía estas medidas coercitivas de la Iglesia.
La gran
participación del pueblo daba a no pocos sínodos, en los que
se amparaban estas medidas, el carácter de una manifestación
de masa, con procesiones de las reliquias de los patronos de sus iglesias,
y un general entusiasmo religioso. A propósito de esto se ha hablado
un primer movimiento religioso popular.
Cargada
de consecuencias para el futuro fue la práxis de llamar a las armas
al pueblo y a los príncipes juntos contra los violadores de la Paz.
No eran sólo medidas espirituales, con el consentimiento de todos,
sino medidas más drásticas y sensibles contra estos violadores
de la Paz. Con todo esto se pusieron las bases para la idea de la cruzada.
¿Cuál
era el nexo del movimiento de la Paz de Dios con el reformador de la primera
parte del XI ?. El P. Kemp (Manual de Jedin) habla de la competencia del
sacerdotium para conseguir los objetivos político-espirtuales de la
cristiandad occidental, lo cual sería un indicio de una nueva competencia
del episcopado o de la Iglesia en general. Se le rebate diciendo que esta
competencia ya existía desde antiguo, del tiempo de los otones y del
episcopado sálico, que ya eran competentes también en el campo
político, siendo un instrumento del soberano.
Otro hecho
más significativo podemos encontrarlo en que los sínodos que
estipularon tales tratados o Treguas de Dios, al mismo tiempo emanaron decretos
para la reforma del clero, contra el uso de armas por parte de los eclesiásticos,
contra la simonía y en favor del celibato. Aquí si que descubrimos
el nexo con el movimiento pregregoriano. Este nexo ha sido todavía
poco estudiado.
9.- EL PAPADO EN LOS ULTIMOS AÑOS DE ENRIQUE III.
En los
años 50, el Papa León IX, es arrastrado en un conflicto entre
Benevento y los Normandos, los cuales se habían instalado en el Sur
de Italia desde el comienzo del XI. León IX quería con ello
reivindicar también las pretensiones papales sobre Italia Meridional,
aquella antigua herida del papado de haber perdido el control sobre esta
parte de Italia. Con León IX aparece un nuevo aspecto, que irá
unido con el teme bizantino, ya que quiere resolver este problema mediante
un ejército pontificio bajo la dirección del propio papa. Este
ejército fue vencido por los normandos el 18.06.1053 en Civicate,
cerca del Monte Gargano, incluso el papa fue capturado por los normandos
y permanece en sus prisiones hasta la primavera del 1054. Al ser puesto en
libertad volvió a Roma donde murió el 19.04.1054. No todos
sus contemporáneos estuvieron de acuerdo con su actividad guerrillera,
algunos como Pierdamiano vieron en la derrota del papa un castigo de Dios,
ya que tal acción no era digna de un pontífice. Incluso parece
que el emperador Enrique III había rechazado esta acción del
papa, por lo que no le ha ayudado en esta empresa.
La influencia
del emperador sobre el papado no había terminado con la muerte de
León IX. Una delegación romano bajo la dirección del
Archidiácono Ildebrando, el futuro Gregorio VII, se acercó
hasta el emperador en Maguncia, solicitando un nuevo nombramiento de papa
por parte del emperador. Después de una larga meditación el
emperador designó, a comienzos del 1055, a su más estrecho
colaborador, el Arzobispo Gebeardo de Eichstätt (Baviera), diócesis
fundada por S. Bonifacio. Este Arzobispo fue entronizado con el nombre de
Víctor II. En Pentecostés del 1055 el papa, junto con el emperador,
celebra un sínodo en Florencia, en el cual se vuelve a prohibir la
simonía y el matrimonio de los sacerdotes, y el emperador concede
al papa la administración del ducado de Spoleto, como contrapeso del
poder de su enemigo Gofredo de Lorena casado con Beatriz de Canosa y que
estaba presente en Italia Central. Por otro lado, esta concesión era
un paso hacia la ampliación del Patrimonium Petri, futuro Estado Pontificio.
En 1056
el papa Víctor II fue a Alemania para discutir con el emperador asuntos
de interés común, pero durante la visita papal, Enrique III,
tras una breve enfermedad, murió el 5.10.1056. En el lecho de muerte
confió al papa la tutela de su hijo menor, Enrique IV, pero el papa
no pudo llevar a cabo el encargo regio ya que el mismo murió en el
verano de 1057 de malaria.
Muchos historiadores sostienen que la muerte repentina de Enrique III había
interrumpido la relación armoniosa entre imperium et sacerdotium.
Los cambios que se producirán en los decenios sucesivos serán
la consecuencia de la muerte regia. Esta visión de la historia es
discutible ya que contrastes y conflictos profundos se hicieron ya sentir
durante el pontificado de León IX. No obstante la muerte de Enrique
III indica el final de una época, el fin del período del sinergismo
entre regnum et sacerdotium.