EL ÁRBOL DE NAVIDAD
Dice la leyenda que, hace
mucho tiempo, en el siglo VIII, un monje benedictino inglés, llamado
Winfrid, dejó el monasterio en el que vivía para evangelizar
a los pueblos del centro de Europa. Un día al monje Winfrid se le
ocurrió hablarles de Jesús a las gentes de aquellas tierras,
utilizando los mismos símbolos que ellos tenían, y les mandó
cortar un árbol y plantar un abeto en su lugar. Entonces les dijo
que sus dioses, como casi todos los árboles, morían, pero que
Dios, como el abeto, es eterno.
El abeto se adornó con velas para mostrar de ese modo
que Dios es la luz del mundo y así comenzó a utilizarse el
árbol de Navidad lleno de luz en los hogares de casi todo el mundo.
El monje Winfrid fue más tarde San Bonifacio, apóstol de Alemania.
Tiene un doble simbolismo: el árbol del Paraíso,
que recuerda a Adán y Eva, que se conectaron a la Navidad al celebrarse
popularmente su fiesta como santos el 24 de diciembre, y es ahora el árbol
de la auténtica vida, al nacer el segundo Adán, Cristo. Y también
la luz que acompaña al nacimiento del Mesías esperado, por
las velas encendidas y la estrella de Belén en lo alto.