BEATO ELÍAS MARÍA GARRE
EGEA, mártir español
1936 d.C.
29 de julio
Fray Elías nació
en Lorca (Murcia) el 19 de octubre de 1909. Fue bautizado en la parroquia
de San Mateo (yo también) con los nombres de Ginés, Francisco
de Borja del Sagrado Corazón. También fue confirmado en mi
pueblo. Era el tercero de cinco hermanos, frutos del amor del cristianísimo
matrimonio de D. Ginés Garre, oficial de la Guardia Civil y Doña
María Soledad Egea, mujer piadosísima y muy bondadosa. Siendo
aun pequeño Ginés, su padre es destinado a Barcelona.
El niño ingresó en el colegio de los Carmelitas
Descalzos de la ciudad condal, donde hizo su primera comunión. Era
muy piadoso y aplicado en el estudio. Cariñoso con sus hermanos y
siempre respetuoso y obediente a sus padres. De joven llamaba la atención
por su agraciado físico, elegancia y modestia. De exquisita sensibilidad
rehuía todo lo mundano y buscaba la vida retirada y las prácticas
religiosas. Comulgaba frecuentemente. Nunca se le vio enfadado y, aunque
era de carácter pacífico, lo característico de su personalidad
era la firmeza en sus decisiones.
Trabajó un tiempo de dependiente, pero como no le gustaba,
sin acudir a ninguna academia se hizo sastre modisto. Trabajaba para particulares
porque así le quedaba tiempo para sus prácticas piadosas y
cultivar su amistad con los Carmelitas Descalzos. El servicio militar lo
hizo en Tetuán, donde enfermó, y en Melilla. A los 24 años
de edad, decidió abandonar el mundo y abrazar la vida religiosa. No
eran aquellos los tiempos más favorables para hacerse religioso. Entrar
en un convento era hacerse candidato al martirio. Vistió el hábito
de postulante el 4 de septiembre de 1935 en el convento de Barcelona. Y con
el hábito recibió el nombre de Fr. Juan de la Cruz. Sus destinos
fueron Olot, Tárrega, Barcelona y, de nuevo Olot.
En todos los conventos ejerció su oficio de sastre, confeccionando
hábitos para los frailes. Siempre se le veía trabajar con mucha
alegría. Comenzó su noviciado el 27 de abril en Tárrega.
Y en esta ocasión, cambió su nombre por el de Fr. Elías
María. Aquí le visitó su hermano y le pidió que
volviera con él a casa porque la revolución anticristiana avanzaba
a pasos agigantados. La respuesta fue contundente: “No; eso no. Yo estoy
aquí muy contento y no me marcho”. El 21 de julio de 1936, la comunidad
de Carmelitas Descalzos de Tárrega tuvo que abandonar el convento.
Mi paisano se refugió en la casa de don José Alsina, en la
calle Ponent, 19.
Con la misma fortaleza que abrazó la vida religiosa,
acató la voluntad del prior que no le dio permiso para marcharse andando
por aquellos campos erizados de peligros. La mañana del 28 visitó
con mucha alegría al P. Anastasio Mª Dorca. Aquella misma tarde
fue apresado con todos sus compañeros de Comunidad y conducido al
Comité del pueblo. El arcipreste de Tárrega, Rvdo. D. Jaime
Serra Torrent, describe lo que sucedió aquellos días:
“La Providencia nos tenía destinado para tener que presenciar
y vivir la gran catástrofe, la sangrante y terrible persecución
que han sufrido las iglesias, los sacerdotes y todo lo que sabía a
religioso, y en la que fueron sacrificados, no por otra cosa, sino por odio
al sacerdocio y a la religión, cinco sacerdotes compañeros,
los doce frailes del Carmen y seis escolapios de esta ciudad. Total veintitrés
víctimas que seguían la suerte del Maestro y que de Él
recibieron el premio”.
Cuando los enemigos de Cristo y la Iglesia se presentaron en
el convento de los Carmelitas, el P. Ángel Mª Prat les dijo:
“¿Qué vais a hacer con nosotros? ¿Matarnos? Si es así,
matad sólo a los mayores; dadme a mi todas las muertes que queráis,
pero dejad a estos pobres jóvenes, que les están esperando
en sus casas”. Sobre las once y media del día 28 llegó un camión
a la puerta del cuartel de milicias. Hicieron subir a él a los doce
carmelitas, entre empujones, palabrotas, blasfemias y culatazos de fusil.
En el mismo camión iban milicianos armados de Tárrega, entre
ellos algunos conocidos por vecinos que oyeron y presenciaron, ocultos tras
las persianas del balcón, todo lo antes referido. Poco después
pusieron el camión en marcha, seguido de un turismo. Hicieron correr
el rumor de que los llevaban a Igualada o Barcelona.
Serían como las dos de la madrugada del 29 de julio cuando,
atados de dos en dos, los bajaron en el “Clot dels Aubens”, a dos kilómetros
de la ciudad de Cervera, y allí fusilaron a los doce, echándoles
en un estercolero y rociándoles después de gasolina y prendiéndoles
fuego.
Junto a la hoguera donde ardían los mártires ,un
miliciano explicó a Juan Bravo y Santiago Fábregat, entre frases
injuriosas contra los inmolados, cómo los habían matado a tiros
a la
derecha del camino, amontonándolos después en un estercolero
a la izquierda del mismo, rociándoles con gasolina y prendiéndoles
fuego. Estuvieron presenciando un rato la cremación, y el mismo testigo
Juan Bravo pudo oír cómo alguno aún se quejaba en los
estertores de la muerte. También vieron cómo al que estaba
encima del montón -de buena talla, traje azul y zapato marrón-
se le prendía la pantorrilla, quedando el hueso al descubierto.
No sabemos todas las circunstancias y detalles del martirio
de los carmelitas, pues una de las consignas de los enemigos de Dios era
que se hicieran en la clandestinidad más absoluta. Pero se sabe que
primero intentaron matarlos junto al cementerio; que les robaron, pues aparecieron
las maletas descerrajadas y abiertas en el sitio donde los fusilaron; que
los mataron amarrados de dos en dos, Colocándolos a unos sobre otros,
y que el que estaba encima del montón era el P. Ángel Mª
Prat, Prior de la Comunidad.
Doña Concepción Tomás de Bosquet, que el
día 29 de julio iba a la era y se cruzó con dos milicianos
que volvían del “Clot dels Aubens” de ver la cremación, les
oyó decir: “Hay que ver cómo se resistían a dejarse
quitar los Crucifijos”. Y sor Margarita Fargas, que se encontraba en el Hospital
de Cervera la noche de los asesinatos, afirma que dos individuos que estaban
de guardia en el mismo Hospital fueron a ver lo que pasaba. Al volver refirieron
que los carmelitas se animaban unos a otros diciendo: “¡Viva Cristo
Rey!” Este fue el rumor que se corrió también por Tárrega
por aquellos días, añadiendo que los Padres Ángel M."
Prat y Eliseo Mª Maneus exhortaban y animaban a los más jóvenes.
Con los cadáveres de los siervos de Dios se ensañaron
de una manera inconcebible, satánica. No sólo la madrugada
que los mataron, sino también en días sucesivos repitieron
las cremaciones, alimentando con gavillas la hoguera. Esta duró más
de tres semanas, por haber unos quince carros de estiércol y estar
mojado por abajo para que se pudriera. Un día después apareció
en medio del camino una cabeza con los sesos estrellados por una grande piedra.
Hubo quien enseñaba las balas con que habían sido asesinados.
Nadie les dio sepultura. Obligados por las protestas de los
vecinos que temían una infección, mandó el Ayuntamiento
a dos basureros con el carro de la basura. Pero se negaron a cargar los restos,
diciendo: “Quienes han hecho la fechoría que se lleven los muertos”.
Los perros venían a cebarse en los cadáveres. Un día
apareció una pierna, quemada y medio comida por los animales, en una
casa de campo. Pasado como un mes, el dueño del estercolero recogió
los restos, junto con el estiércol, y los esparció como abono
en una viña de su propiedad.
En la lápida puede leerse: "En éste lugar,la madrugada
del 29 de Julio de 1936,recibieron la palma del martirio los Doce Carmelitas
de la comunidad de Tàrrega,Padre Àngel M.Prat y compañeros,beatificados
en Roma el día 28 de octubre de 2007. En Memoria de la beatificación
Los doce carmelitas Descalzos de Tárrega fueron asesinados
en Cervera, ciudad donde se cebó el furor antirreligioso y el odio
satánico. Allí fueron inmolados 116 sacerdotes y religiosos
por odio a Cristo y a su Iglesia.