HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA ANTIGUA (SIGLOS I-V)
PRIMERA PARTE:
DEL SIGLO I AL III D.C.
CAPITULO I
EL JUDAÍSMO EN PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS.
Según la visión soteriológica del Nuevo
Testamento, Jesús apareció "cuando llegó la plenitud
de los tiempos". El anhelo del Mesías estaba muy vivo en el judaísmo
del tiempo, por motivos religiosos y políticos:
Desde hacía medio siglo se vivía el dominio del
Imperio Romano. Herodes el Grande había recibido del Senado Romano
el título de "rey de los judíos", favoreciendo los intereses
romanos, siendo odiado por el pueblo, que organizó una resistencia
capitaneada por Asmoneo Antígono. Con la ayuda de los romanos, Herodes
destruyó esta resistencia, conquistando Jerusalén el 37 a.C.
Repartió el reino entre sus tres hijos: a Arquelao (que asumió
la dignidad real), Judea, Samaría e Idumea; a Herodes Antipas, el
territorio que confinaba al norte; a Filipo, la Batanea, Traconítide
y Auranítide.
Arquelao fue depuesto en 6 a.C. por Augusto, quien dio un nuevo
régimen a la región: la administración fue dada a procuradores
romanos (que residían en Cesarea) y los asuntos internos de los judíos
eran resueltos por el Sanedrín.
1.- La situación religiosa del judaísmo palestino.
El mundo judío mantuvo con tenacidad sus peculiaridades
características religiosas, cuyo centro era el monoteísmo:
tenían una concepción propia de la historia, guiada por el
Dios Yahvé, que se había revelado como su Señor. Esta
fe conformaba la vida cotidiana de los judíos, fe que venía
fortalecida por la esperanza en la venida de un Salvador: el Mesías,
que debería erigir en Israel el Reino de Dios. Esta fue la fuerza
de resistencia más grande del pueblo en momentos de amenaza para su
existencia. La idea mesiánica revistió pronto características
demasiado terrenas, aunque nunca faltó una idea de misión esencialmente
religiosa.
Junto a la fe monoteística y a la esperanza mesiánica,
una función decisiva en el mundo religioso judío era la Ley,
deber que la vida religiosa cotidiana pone al devoto: el cumplimiento trae
la bendición de Dios, la falta, un deber de expiación. La Ley
se presenta en la Sagrada Escritura. La observancia de la Ley traerá
divisiones doctrinales dentro del judaísmo: asideos (observantes maximalistas),
saduceos (racionalistas), fariseos (intérpretes de la Ley, elitistas,
recogieron la interpretación de la Ley por escrito en la Mishná
y en el Talmud), zelotes (observancia de la Ley unida al combate).
2.- La comunidad de Qumrám.
La fidelidad a la Ley empujó a un grupo, los esenios,
a aislarse de la vida pública. Las excavaciones realizadas en Qumram
desde 1947 han dado nueva luz sobre su identidad. Sus inicios están
en tiempos de los Macabeos, y su apogeo a principios del I siglo a.C. Abominaban
el enriquecimiento de los jefes del pueblo con el dinero de los paganos;
consideraban el Templo como contaminado, por la relajación de los
sacerdotes. Ello trajo consigo que se sintieran un "resto santo" de Israel,
separado del resto de los grupos religiosos de la nación. Los esenios
se constituyeron en comunidad separada, gobernada por un "Maestro de justicia",
siguiendo una observancia radical de la Ley; creían inminente el final
de los tiempos, que traería consigo una lucha entre hijos de la luz
(=esenios) y de las tinieblas.
Dos Mesías deberían sostener el grueso de la lucha
final: el "Ungido de Aarón" (Sacerdote del final de los tiempos) y
el "Ungido de Israel" (Príncipe del final de los tiempos).
Se establecieron en el desierto, adoptando las características de
una cofradía de tipo religioso: propiedad común de bienes,
vida comunitaria, celibato (aunque también había miembros casados,
pertenecientes en un cierto modo a la comunidad monástica). Cultivaron
la literatura apocalíptica. El centro monástico de los esenios
en Qumram fue destruido por los romanos el 68 d.C., desapareciendo rápidamente
la clase esenia.
3.- El judaísmo de la diáspora.
Una importancia decisiva para la difusión del cristianismo
tuvo la diáspora judía. Desde el siglo VIII a.C., el judaísmo
se había difundido en Asia Menor y mundo mediterráneo. Los
grandes centros culturales helenísticos ejercieron una especial fuerza
de atracción: importantes colonias judías se encontraban en
Antioquía, Roma y Alejandría.
La característica más llamativa era el profundo
sentimiento de pertenencia al grupo, con su propia organización, cuyo
centro era la sinagoga, con un archisinagogo para el culto, y el consejo
de ancianos para cuestiones civiles. El principal ligamen era su fe religiosa,
que hizo que no quedaran confundidos en el paganismo circundante. La comunidad
judía conseguía privilegios y excepciones, que daban ventaja
al desarrollo de su religiosidad, de sus particularidades y de su economía.
En general, pertenecían a la clase media: agricultores, tejedores,
banqueros...
La diáspora, abandonada la lengua materna, adoptaba la
koiné, que se introdujo en el culto sinagogal: el judaísmo
egipcio tradujo al griego el Antiguo Testamento (=la llamada "Versión
de los LXX"), que será adoptada como traducción oficial de
la Biblia en toda la diáspora. Así, el judaísmo fue
expuesto al influjo cultural del helenismo.
Este influjo es sensible, sobre todo en el centro intelectual
de la diáspora: Alejandría, patria del judío Filón
(+ h. 40 d.C.), cuya vasta producción literaria es un eco de las polémicas
que el mundo intelectual helenístico podía provocar en un judío
culto. Así, nace una lectura de la Biblia judía, descubriendo
un sentido más profundo y escondido en ella, sirviéndose de
la filosofía platónica para su análisis.
El judío de la diáspora mantenía un fuerte
lazo de unión ideal y objetivo con la patria palestina: Jerusalén
y el Templo estaban en el centro de este sentimiento de unión. Así,
cada año ofrecía un tributo financiero al Templo, y su más
vivo deseo era peregrinar allí por Pascua. La otra característica
de la fidelidad a la religión de los padres, fue el estrecho ligamen
entre la comunidad, con exclusión del resto de la población,
hecho que influyó mucho en los frecuentes brotes de antisemitismo.
El judaísmo de la diáspora produjo una literatura
propagandística de su conciencia de pueblo elegido: La carta de Aristea,
Oracula Sibyllina y Contra Apión, de Flavio Josefo, de naturaleza
apologética, son los escritos más notables. Ello trajo consigo
que muchos paganos entraran en relación directa y estrecha con el
judaísmo: prosélitos (=que asumían la religión
judía completamente) y los temerosos de Dios (acogían diversas
prácticas y creencias judías, menos la circuncisión).
La diáspora tuvo una gran importancia para la primera
misión cristiana: Le aportó la LXX, que será la Biblia
del joven cristianismo; las sinagogas serán el punto de partida de
la predicación, encontrando "prosélitos" y "temerosos de Dios"
abiertos a su mensaje, hecho que fue causa de enfrentamiento entre judaísmo
y cristianismo.